El golpe en Myanmar: desafío para Estados Unidos, oportunidad para China


El golpe de Estado en Myanmar ha tomado por sorpresa tanto a Occidente, que alentó el proceso de transición y durante años consideró a la jefa de hecho del Gobierno, Aung San Suu Kyi, como uno de sus iconos políticos internacionales, como a China, que comparte importantes intereses económicos y una porosa frontera con su vecino del sur. Ambos bloques deben hacer frente ahora a una situación que no anticipaban y que puede poner a prueba su estrategia de política exterior. Este martes, el Consejo de Seguridad de la ONU, bajo la presidencia británica, no logró consensuar un comunicado de condena contra el golpe de Estado por el bloqueo de Pekín.

La asonada militar ha encadenado reacciones de condena en los países occidentales. La Unión Europea y el Reino Unido no han dudado en calificar la acción de las Fuerzas Armadas como “golpe”. Y la Casa Blanca ha instado al ejército a “dar marcha atrás en sus acciones de manera inmediata” y ha amenazado con tomar medidas contra los responsables. De momento, la recién estrenada Administración del presidente Joe Biden ha evitado el uso de la palabra “golpe”, que obligaría a Washington a adoptar una serie de medidas de castigo unilaterales. La Casa Blanca parece inclinarse más por acciones consensuales con otros países afines, entre ellas las que pueda adoptar el Consejo de Seguridad.

Pero si Estados Unidos abanderó la imposición de sanciones contra Myanmar, para convertir a ese país en un Estado paria hasta el comienzo del proceso de transición democrática en 2011, la situación es muy diferente 10 años después. Su capacidad de presión es limitada. “Pese una década de apertura, las empresas estadounidenses son actores relativamente modestos en la economía birmana”, apunta una nota del laboratorio de ideas CSIS. “Las que han invertido se centran principalmente en el suministro de bienes y servicios al mercado interno birmano, lo que significa que si se marchan, el daño lo sufrirán sobre todo ciudadanos de a pie. Las empresas estadounidenses se han mantenido alejadas de los sectores de las materias primas y recursos naturales en los que el estamento militar se encuentra muy involucrado”.

Occidente “puede volver a imponer las sanciones que se levantaron en su día, pueden utilizar el aislamiento diplomático, pueden plantear resoluciones sobre Myanmar ante la ONU”, enumera Yun Sun, directora para China del laboratorio de ideas Stimson Center. Otra cosa es, considera, que vayan a dar resultado. “No creo que la junta vaya a alterar su posición solo porque Occidente se oponga”, apunta.

Las medidas punitivas necesitarán, para ser efectivas, el apoyo de países vecinos de Myanmar como Japón o Singapur, mayores actores en la economía de este país, y que, según el análisis del CSIS, pueden ser menos entusiastas a la hora de imponer castigos. China, el principal inversor y socio comercial de la antigua Birmania y rival de Estados Unidos, parece más dispuesto a adaptarse a tratar con el nuevo gobierno que a adoptar represalias.

Pekín, cuyas inversiones representan el 25% del total de inversiones extranjeras en la antigua Birmania, ha cultivado cuidadosamente sus lazos tanto con el gobierno civil de Aung San Suu Kyi como con los militares, con los que los vínculos se retrotraen a los tiempos de aislamiento internacional de Myanmar. El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, viajó hace tres semanas a ese país, donde se reunió tanto con La Dama como con quien acabaría siendo el líder de la nueva junta, el general Min Aung Hlain, Tras el encuentro, el Ministerio chino destacó la relación “fraternal” entre los dos países; después del golpe, Pekín se ha limitado a lanzar un llamamiento a la estabilidad.

“China estará encantada de recalibrar su relación para reconocer la nueva realidad sobre el terreno”, apuntan los analistas del CSIS. “Esto probablemente suavice el impacto de cualquier sanción estadounidense, con las que Min Aung Hlaing sin duda cuenta”.

Según Yun Sun, “sea quien sea el que esté en el poder en Myanmar, tendrá que colaborar con China. En este sentido, la influencia de China en el país no depende de quién está en el Gobierno”. Durante los años de gobierno civil, Pekín colaboraba con las autoridades birmanas en la creación de un corredor económico China-Myanmar, un puerto de aguas profundas y un proyecto de desarrollo urbano en Yangón, la capital económica del país.

“China seguirá queriendo sacar adelante estos proyectos. La única duda es, con el aislamiento diplomático, las sanciones internacionales y la presión política que Myanmar va a sufrir, ¿podrá China proseguir tan rápidamente como antes los proyectos de infraestructura que había propuesto en el pasado? Si no es así, no será porque los militares no quieran cooperar con China. Querrán. Pero el clima internacional será diferente”, explica la experta.

Pekín también prestará especial atención a la situación en la frontera, donde milicias de minorías étnicas se han enfrentado a menudo con las tropas del Gobierno central birmano. En los momentos de conflicto más agudo durante la última década, algunos proyectiles traspasaron la frontera; refugiados birmanos buscaron cobijo en la provincia china de Yunnan. Por su parte, las fuerzas armadas birmanas sospechan de los lazos de China con algunas de estas milicias, cuyos miembros mantienen vínculos étnicos con poblaciones fronterizas chinas.


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