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El gran reciclaje: la Formación Profesional atrae a más de 225.000 alumnos mayores de 24 años


Joel Vallés, de 27 años, estudia en el complejo educativo de Cheste, una especie de pequeña ciudad de casi 9.000 habitantes de estilo arquitectónico brutalista que el Franquismo levantó a 20 kilómetros de Valencia, cuyas estructuras de hormigón pueden verse en medio del campo desde la autovía que va hacia Madrid. Su caso es un ejemplo del gran reciclaje laboral que se está produciendo en España a través de la Formación Profesional (FP). Vallés estudió bachillerato, abandonó un ciclo superior de FP de Sonido, trabajó cinco años en una fábrica de altavoces, y, al llegar la pandemia, decidió que iba a cambiar de vida. “Quería encontrar un trabajo mejor, algo que me gustara. Vi que el mercado laboral era un desastre si no tenía una buena titulación que me avalase, más allá del bachillerato, y, aprovechando primero el ERTE y luego el paro, empecé a estudiar el grado superior en Gestión Forestal”. Vallés quiere presentarse a oposiciones de agente medioambiental. Si no lo consigue, tiene pensado probar otras salidas que tienen en común ser trabajos al aire libre.

Hay al menos 225.000 alumnos de FP que tienen 25 años o más (la cifra es del curso 2019-2020, el último del que pueden consultarse los datos por edades, pero el número hoy debe acercarse más a los 250.000 del total de millón de estudiantes que ha alcanzado la FP, ya que desde hace años el porcentaje de alumnos de esa franja de edad que cursan la etapa se sitúa en torno al 25% del total). En el curso 2011-2012 eran 146.168.

La FP ha experimentado un gran crecimiento de alumnos desde entonces, que ha sido del 35% en los ciclos medios y del 86% en los superiores, mientras en bachillerato apenas ha aumentado un 2%. Y los mayores de 24 años han ganado un poco de peso respecto al total de estudiantes: representaban el 24% en el curso 2011-2012 y el 25% en el 2019-2020. En este último, sin contar la FP Básica, que es el itinerario pensado para que los chavales que van mal terminen la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), el porcentaje alcanzó el 28%. Y entre los estudiantes de ciclos formativos a distancia, el 82%.

Félix Hinojal, jefe de estudios de nocturno en el instituto Giner de los Ríos de la localidad madrileña de Alcobendas, señala que, en paralelo, en la última década la matrícula del bachillerato para adultos ha caído en picado debido a los cambios legales que han facilitado el acceso directo a los ciclos formativos mediante pruebas de acceso.

Ismael Sanz, profesor de Economía Aplicada en la Universidad Rey Juan Carlos, menciona tres factores para explicar el éxito de la FP entre el alumnado con 25 o más años. “Uno es la mejora del prestigio de la FP, que se ha modernizado mucho. Otro, que cuando las oportunidades laborales escasean, como ha sucedido estos últimos años, es normal que aumente el interés por reciclarse a través de la FP, que tiene buenos datos de inserción laboral”. El tercer factor, añade Sanz, está relacionado con una relativa sofisticación del mercado laboral o, como mínimo, con la mayor competencia que encuentran ahora los trabajadores sin formación. En 2010, el porcentaje de la población de 25 a 34 años que tenía como mucho la ESO se situaba en el 35%. En 2020, había bajado al 28%.

Los viejos tiempos

Con 17 años, Javier Feijóo, que ahora tiene 37, abandonó el bachillerato. “Trabajé en diferentes sectores. Por aquella época había trabajo de muchas cosas. Estuve de operario de producción en varias empresas, de camarero, en el astillero de Ferrol. Hasta que con la crisis anterior y la dificultad que había para mantener el trabajo y para encontrar otro que no fuera en peores condiciones, en 2015 decidí volver a estudiar”. Hizo un ciclo medio de Mantenimiento Electromecánico, entró a trabajar en la planta de aluminio de Alcoa en A Coruña, y poco antes del inicio de la pandemia, cuando la multinacional estadounidense vendió la planta, se quedó otra vez en paro. En 2020 empezó un ciclo superior de Robótica Industrial en el centro integrado de FP de Ferrolterra, en Ferrol, y en breve empezará las prácticas remuneradas en una empresa.

En el mismo instituto, Susana García, de 29, está haciendo un ciclo medio de Carpintería tras haber trabajado en la hostelería y otros empleos no cualificados. “Llevaba 11 años sin estudiar y me ha costado un poco acostumbrarme, pero ahora estoy supercontenta. Creo que tengo mi futuro medio planeado”, afirma.

El perfil del alumnado de FP de más de 24 años es, sin embargo, variado. David Crego, jefe de ciclos formativos en el instituto Juan de Mairena de San Sebastián de los Reyes (Madrid), asegura que en su centro, especializado en estudios sanitarios de FP, el más habitual es el de trabajadores que quieren mejorar su situación en el sector. Bien para ascender, o bien porque están realizando unas funciones sin la titulación que ya era legalmente obligatoria o que se les empieza a exigir. “Es el caso, por ejemplo, de cuidadoras en residencias de ancianos que estudian el ciclo medio de Cuidados Auxiliares de Enfermería”, comenta.

Y en el instituto Ferrolterra de Ferrol, su director, Enrique Pazo, ve cada vez más a personas con carreras universitarias que se matriculan en la FP superior para mejorar sus posibilidades laborales. Uno de ellos es Rubén López, 30 años, que estudió Ingeniería en Geomática y Topografía y después de un tiempo sin encontrar “trabajos de calidad” de lo suyo se matriculó en el ciclo en Mecatrónica Industrial, hizo las prácticas en la empresa pública Navantia y se quedó trabajando en ella. Otro ejemplo es el de Raúl Cabarcos, que es ingeniero de minas, tiene 43 años y está estudiando el grado superior de Sistemas de Comunicación e Informáticos. “La Formación Profesional no se anda por las ramas con tantas herramientas teóricas. Si pudiera volver atrás, no dejaría de ir a la Universidad, pero haría primero una FP”.

Alumnos más responsables

El director Enrique Pazo, cuyo instituto está centrado en estudios industriales, asegura que entre los alumnos a distancia, que mayoritariamente tienen más de 24 años y compaginan el ciclo con el trabajo, la tasa de abandono es alta. “Lo consigue en torno a un 50% al cabo de dos, tres o cuatro años, porque lo van partiendo”.

Y María Martorell, jefa de estudios del instituto Antoni Maura, en Mallorca, y profesora del ciclo superior de Educación Infantil, asegura que, por su experiencia, las alumnas mayores de 24 años (en la titulación apenas hay presencia masculina) suelen ser “más responsables”. “Tienen una experiencia y una actitud que se nota mucho en las prácticas, nos lo dicen las escuelas infantiles al hacer el seguimiento. Las alumnas más jóvenes, que están casi en la adolescencia y en muchos casos usan el ciclo como puente para hacer después un grado universitario de educación, a veces no van, porque, por ejemplo, se ponen enfermas, y no avisan, porque consideran que no hace falta”.

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