El grano de Ucrania, fruto de sus fértiles y codiciadas tierras negras, puede abrir las primeras grietas en el frente común de solidaridad europea con Kiev ante la invasión rusa. Unos meses después de que el Kremlin lanzara la guerra a gran escala, la Unión Europea suspendió los aranceles y cuotas de importación para productos ucranios (incluidos los cereales) como salvavidas económico a Kiev y como fórmula para luchar contra la crisis alimentaria global impulsada por el bloqueo ruso de uno de los graneros del mundo. Ahora, cinco de sus vecinos del este de Europa —Polonia, Rumania, Eslovaquia, Hungría y Bulgaria— se han movilizado para exigir a la Comisión Europea fondos y otras herramientas para paliar los “efectos negativos” del aumento de las importaciones de productos agrícolas ucranios en sus mercados o que restablezca los aranceles.
En una carta al Ejecutivo comunitario, los jefes de Estado y de Gobierno de los cinco socios afirman que la ausencia de impuestos a la importación del grano de Kiev y los problemas para sacar el producto que les llega a través de los llamados corredores solidarios —como alternativa a los bloqueos de los puertos ucranios— están causando un importante cuello de botella, inundando sus mercados y sus silos, bajando los precios y dañando a sus agricultores. En la misiva a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, apuntan que ha habido un aumento sin precedentes en los países limítrofes a Ucrania de importaciones de cereales, huevos, aves, azúcar, manzanas, harina, miel o pasta.
Bruselas desplegó la semana pasada nuevas ayudas económicas de su fondo de reserva de crisis por valor de 56 millones de euros para agricultores polacos, búlgaros y rumanos. Y está considerando lanzar un segundo paquete de primeros auxilios, según un portavoz de la Comisión Europea. En febrero, Bruselas propuso extender la eliminación de las tasas de importación para productos ucranios hasta junio de 2024; suspender ese régimen requeriría la aprobación de los Estados miembros, aunque algunos, como el comisario de Agricultura, el polaco Janusz Wojciechowski, ya se han mostrado partidarios. Sin embargo, esta opción no es del agrado de Bruselas, ya que no ve que la perturbación del mercado de la que hablan los países del Este afecte al conjunto del club comunitario.
Los agricultores del este de Europa están furiosos. En Polonia, que se muestra como uno de los más firmes aliados de Kiev en la UE, las protestas de agricultores en varias zonas del país empañaron en cierta medida la visita del presidente ucranio, Volodímir Zelenski, a Varsovia el miércoles. Poco antes de la llegada del líder ucranio, el ministro de Agricultura polaco, Henryk Kowalczyk, dimitió aludiendo a la imposibilidad de avanzar en un acuerdo para la vuelta de los aranceles. Consciente de los riesgos de que el apoyo ciudadano polaco a Kiev se diluya, Zelenski aludió a la crisis de los cereales en su visita. “Hemos encontrado una manera de salir de esta situación, en los próximos días, semanas, finalmente se resolverá”, dijo tras una reunión con el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.
Las importaciones de grano ucranio aumentaron en el caso de Polonia de unas 100.000 toneladas al año de media a más de dos millones de toneladas en 2022, según datos de Varsovia. Los sindicatos y las uniones de agricultores afirman que si el Ejecutivo ultraconservador de Ley y Justicia (PiS) no anuncia nuevas medidas de ayuda, habrá protestas multitudinarias tras las vacaciones de Pascua. Monika Piątkowska, presidenta de la Cámara de Granos y Piensos de Polonia, culpa a la inacción del Gobierno y a la situación global y asegura que el grano ucranio no es el culpable. Algunas voces temen que se resquebraje la solidaridad con Ucrania en una zona que en los primeros compases de la invasión se señaló por su respaldo.
Protesta de agricultores polacos con sus tractores contra la entrada de grano ucranio, en la ciudad de Szczecin, en el noreste del país, el lunes. Marcin Bielecki (EFE)
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Ya hay algunas señales de que la situación está cambiando. Polonia, que ha acogido a 1,3 millones de personas que han huido de la guerra lanzada por Rusia, ha cortado a la mitad los fondos para los programas de ayuda y ha empezado a cobrar por el alojamiento a algunos de los acogidos.
En Polonia, como en Eslovaquia, hay elecciones parlamentarias en otoño. Y eso, aunque ambos países se designan como campeones en el sostén a Ucrania, también desempeña un papel. “Apoyemos a Ucrania, pero hagámoslo sabiamente y, sobre todo, pongamos el interés de Polonia y de los agricultores polacos en primer lugar”, ha lanzado estos días en Twitter el primer ministro polaco.
En Bulgaria, donde en los últimos días los agricultores han tratado de bloquear la aduana con Rumania en una oleada de protestas, pasaron de las 361 toneladas importadas de Ucrania a más de 16.700. En el último Consejo Europeo, a finales de marzo, el presidente de Rumania, Klaus Iohannis, se quejó de que la Comisión no estaba teniendo en cuenta de manera adecuada en sus cálculos de reparto de ayudas los “enormes sacrificios” del país para facilitar la exportación de cereales del Estado invadido. Sus agricultores han anunciado movilizaciones este sábado.
Las exportaciones de cereales ucranios a Europa se reducirán este año. Sus agricultores han sembrado mucho menos, no solo por el terreno ocupado por Rusia, sino también por la inseguridad de trabajar en un país que se enfrenta a ataques constantes.
Más allá de los problemas recientes con el grano ucranio, las quejas de sus vecinos han sacado a la luz las tensiones que puede alumbrar el ingreso de Ucrania a la UE. El país del Este, el más grande en superficie de Europa y con tierras de cultivo que cubren un territorio equivalente casi al de Italia, obtendría un buen pedazo del pastel de las ayudas de la Política Agrícola Común, que se reparten entre los Estados miembros en función de su superficie cultivada. Algunos países están hablando ya de la necesidad de reformar el sistema si se amplía el club.
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