Cerca de 500 construcciones mesoamericanas han sido identificadas con cartografía láser en el sur de México, según un estudio publicado esta semana en la revista Nature. Las edificaciones halladas son complejos bajos y rectangulares construidos en las áreas maya y olmeca que en su mayoría eran desconocidas hasta ahora. A pesar de que los científicos habían recorrido a pie muchas de estas zonas y habían tomado fotografías aéreas, los monumentos quedaban ocultos por la vegetación. El uso de una tecnología llamada Lídar, que crea un mapa en tres dimensiones, ha permitido ahora a un grupo de científicos hacer estos hallazgos, que dan más pistas sobre cómo construían estos pueblos y cómo interactuaban entre sí.
El estudio se realizó en un área de a 84.516 kilómetros cuadrados que abarca los actuales Estados de Veracruz, Tabasco, Campeche, Oaxaca y Chiapas. Los investigadores usaron, principalmente, una tecnología que permite obtener imágenes láser y descubrir lo que queda oculto por la vegetación. La mayoría de los estudios con este método se han limitado a zonas de alrededor de 2.000 kilómetros cuadrados, según el estudio, porque se trata de una tecnología cara. Los datos usados en este caso son datos públicos elaborados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Los arqueólogos, además, realizaron mediciones propias en menor escala, excavaciones, exploraciones del terreno y análisis de radiocarbono. El resultado: el hallazgo de 478 complejos que datan, según estiman, del año 1000 al 400 antes de Cristo.
“Los orígenes y el desarrollo de las primeras configuraciones espaciales estandarizadas”, dice el estudio, “son fundamentales para la comprensión de los procesos sociales y culturales de Mesoamérica”. Eso es así porque los trazados y orientaciones de las ciudades mesoamericanas estaban estrechamente ligadas a cosmologías y prácticas rituales. El profesor de la Universidad de Arizona Takeshi Inomata, que ha liderado la investigación, explica a EL PAÍS por correo electrónico: “Los estudiosos pensaban que las pirámides eran el sello distintivo de las civilizaciones mesoamericanas. Pero estos yacimientos demuestran que, antes de que las pirámides altas se convirtieran en algo habitual, la gente construía complejos horizontales”.
Hasta ahora, los investigadores creían que la ciudad de San Lorenzo, el centro olmeca más antiguo, era un sitio único y diferente de los posteriores debido a su horizontalidad –en La Venta, la capital olmeca que cobró importancia tras la caída de San Lorenzo, predominaba la verticalidad–. “Pero ahora vemos que hay muchos sitios de forma horizontal, que probablemente adoptaron el concepto de San Lorenzo”, indica Inomata. El científico cree que los nuevos hallazgos sugieren que San Lorenzo fue la inspiración de sitios mayas tardíos, como Aguada Fénix, en el actual territorio de Tabasco, la estructura maya más antigua y más grande encontrada hasta ahora.
La investigación es la continuación de un estudio anterior conducido también por Inomata y difundido en 2020 por la revista Nature, que contaba el descubrimiento del yacimiento Aguada Fénix. La zona también se había monitorizado con la tecnología Lídar, aunque en menor escala, y se había revelado así una meseta artificial de 1400 metros de largo y hasta 15 metros de alto. Esta meseta tenía 10 plataformas más pequeñas a cada lado. El equipo quería comprobar, con estos nuevos trabajos y en una zona más amplia, hasta qué punto esta disposición constituía un patrón arquitectónico.
Los nuevos descubrimientos muestran, además, que los pueblos que vivían en esas zonas, mayas y olmecas, interactuaban “estrechamente entre sí”. Tomás López, investigador del Centro de Estudios Mayas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), destaca que los hallazgos son “sumamente importantes”. “Lo interesante es que estamos viendo esa zona fronteriza entre lo maya y lo olmeca”, indica el arqueólogo. López asegura que el nuevo estudio permitirá ahondar en la discusión sobre la relación entre esos dos pueblos, que “es mucho más temprana” de lo que se creía.
“Desde 1942, que se identificó a la cultura olmeca como una cultura muy antigua y hubo un pleito con quienes no aceptaban que hubiera algo anterior a los mayas”, explica, y añade: “Ahora sabemos que muchas cosas son de origen mixezoque [la lengua que hablaban los olmecas]”. En el debate, dice, será importante entender “quién aporta a quien”. “Soy de la hipótesis de que los mayas van a recibir mucho de los olmecas”, indica López. El arqueólogo pone un ejemplo: “Sabemos que los olmecas hablaban una lengua distinta de la maya, que le ha dado préstamos a muchas lenguas mesoamericanas”.
Aún queda trabajo para los investigadores. Haber descubierto casi 500 construcciones, muchas de las cuales permanecen enterradas, es una primera parte. “Este estudio se sitúa en una escala mucho mayor que los estudios anteriores”, destaca Inomata. El autor del nuevo estudio explica que ahora continuarán con excavaciones e investigaciones sobre el terreno, que tienen que hacerse de forma tradicional. “Tendremos que contar con la participación de muchos otros estudiosos para examinar esos yacimientos”, asegura el investigador.
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