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El heredero saudí suaviza el tono con Irán

El príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, a la izquierda, durante la entrevista del pasado martes en la televisión saudí.
El príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, a la izquierda, durante la entrevista del pasado martes en la televisión saudí.COURTESY OF SAUDI ROYAL COURT / Reuters

El príncipe Mohamed Bin Salmán, heredero y gobernante de hecho de Arabia Saudí, ha vuelto al primer plano de la actualidad política. Tras meses durante los que subordinó su protagonismo al de su padre, el rey Salmán, ha dado una larga entrevista televisiva en horario de máxima audiencia en el país. Además de defender sus reformas económicas y sociales, el futuro monarca, de 35 años, también ha señalado su disposición a llegar a un entendimiento con Irán. Pero más que un cambio de rumbo, ese tono conciliador parece sobre todo un gesto hacia Estados Unidos.

Aunque la política exterior apenas ocupó los 10 minutos finales de la hora y media que duró la entrevista, emitida hace una semana, su mensaje ha desatado ríos de tinta. MBS, como se conoce coloquialmente al heredero saudí, dijo que el reino quiere resolver las diferencias con la República Islámica, su principal rival en la región. “Al fin y al cabo, Irán es un país vecino. (…) El problema que tenemos radica en ciertos comportamientos negativos suyos, ya sea su programa nuclear, su apoyo a las milicias ilegales en algunos países de la zona, o su programa de misiles balísticos”, declaró durante su cita con la cadena saudí Al Arabiya el pasado martes. “Esperamos superar [las trabas] y establecer una buena relación con Irán que beneficie a todos”, añadió.

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Esas declaraciones marcan sin duda un cambio de tono. Desde que su padre llegó al trono hace seis años y él se hizo con la gestión del día a día, el príncipe Mohamed ha criticado con regularidad a Irán, al que acusa de alentar los conflictos en Oriente Próximo e intentar desestabilizar Arabia Saudí. Poco después de su designación como heredero en 2017 y cuando su creciente poder parecía no tener límites, MBS se refirió al líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, como “el nuevo Hitler de Oriente Próximo”.

El heredero se sentía respaldado por el entonces presidente de EE UU, Donald Trump, que abandonó el acuerdo nuclear con Irán y castigó a este país con su política de máxima presión. Pero el atentado que interrumpió la mitad de la producción de petróleo saudí en septiembre de 2019 (y la falta de respuesta de Trump, a pesar de responsabilizar a Irán) obligó a Riad a recalibrar su postura. Un año después, la elección de Joe Biden cambió las reglas del juego, como se ha visto con la revisión de la venta de armas al reino. Ya antes de llegar a la Casa Blanca dijo que iba a reactivar el pacto nuclear, dejar de apoyar la guerra en Yemen y publicar el informe de la CIA sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi que responsabilizaba a MBS.

A la vista de lo cual, el príncipe optó por quedarse en segundo plano hasta que pasara la tormenta. Su anterior entrevista se remonta a hace un año y medio, cuando admitió su responsabilidad política por el asesinato de Khashoggi en una cita con una televisión estadounidense cuidadosamente preparada. Estaba a punto de lanzar la salida a Bolsa de Aramco y era consciente de que necesitaba hacer algún gesto para mejorar su imagen, muy dañada por el caso. Ahora jugaba en casa, sin preguntas comprometidas.

Cinzia Bianco, investigadora especializada en el Golfo del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores ve la entrevista del martes como “un signo de que [MBS] está cambiando de estrategia”. En su opinión, “ha evaluado que el impacto de la Administración Biden era manejable, que no han tomado medidas que cuestionen directamente su liderazgo, y quiere volver a la primera línea”. Bianco admite que sus declaraciones sobre Irán y Yemen “marcan un giro sobre sus posiciones anteriores”, pero lo enmarca en el cambio que se ha producido en la Casa Blanca.

“Intenta mostrar a sus socios internacionales, en especial a Estados Unidos, que Arabia Saudí puede adoptar una actitud más equilibrada en la región y ser un socio fiable para la estabilidad, que no cierra la puerta al diálogo, pero que tiene ciertas necesidades e intereses”, declara a EL PAÍS en un intercambio de mensajes. De ahí que interprete que “la posición de Arabia Saudí no ha variado”. “Siempre ha dicho que hablarían con Irán si este cambiaba su comportamiento; asume que no va a hacerlo porque es inherente a su doctrina como República Islámica”, resume.

Señal

El comentarista político emiratí Albadr Alshateri discrepa. “Se trata de una postura más pacífica y un deseo de alcanzar un compromiso con su archienemigo Irán. Es una señal de que Riad apoyaría un acuerdo nuclear si Teherán cambia su comportamiento”, explica a EL PAÍS este antiguo profesor del Colegio de Defensa Nacional de Emiratos Árabes Unidos. Alshateri se muestra convencido de que la entrevista “favorece al príncipe heredero; significa un nuevo principio para el joven líder que allana su camino al trono”.

El giro respecto a Irán también está respaldado por la filtración hace dos semanas de que altos funcionarios iraníes y saudíes se habían reunido en Bagdad para rebajar la tensión entre sus países. Ninguna de las partes lo ha confirmado, pero el cambio de inquilino en la Casa Blanca hace que el ambiente sea propicio para ello. El propio heredero envió ese mensaje cuando dijo: “con la Administración Biden coincidimos en más del 90% de los asuntos de interés mutuo, y esperamos mejorarlo de una forma u otra”. No obstante, MBS señaló que “Arabia Saudí también mantiene relaciones estratégicas con Rusia, India y China”.

Kristin S. Diwan, investigadora del Arab Gulf States Institute, con sede en Washington, rebaja las expectativas. “La entrevista se orientaba sobre todo a la opinión pública saudí (…) y buscaba defender el compromiso con la ambiciosa transformación social, cultural y económica del reino”, apunta en un correo electrónico. Aunque admite que ofreció “tranquilidad para Estados Unidos y un nuevo pragmatismo sobre Irán”. En su opinión la diferencia estuvo en el tono: “menos triunfante y grandioso, con mayor reconocimiento de los retos”.


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