De herrero en su tierra a terrorista en Siria, el marroquí Mohamed Aghdoun siguió en 2015 a un amigo para unirse a las filas de ISIS, pero una vez allí solo buscaba escapar, relata a EFE.
Cuatro años después, se rindió cuando los radicales perdieron sus últimos territorios en el país árabe porque quiere volver a su hogar.
Con la mirada cabizbaja y sin esposar, el yihadista marroquí, nacido en Tetuán (norte de Marruecos) hace 35 años, no se mueve de la silla en la que ha sido colocado por las autoridades kurdosirias, a las que se entregó el pasado enero en la población de Abu Badran, ubicada entre los últimos bastiones de los extremistas en la provincia oriental de Deir al Zur.
“Me arrepiento de haberme unido a ISIS porque es una organización que trabaja por sus propios intereses, además mataba a sangre fría a sus propios elementos”, asegura en un centro de detención controlado por la Administración kurda del norte y este de Siria.
La localización del centro no puede ser revelada, como condición de la Inteligencia kurda para permitir a EFE realizar la entrevista.
Aghdoun resopla angustiado. No sabe hacia dónde mirar cuando se sienta en la silla mientras se prepara el equipo para la entrevista, aunque tarda poco en fijar la mirada para contestar durante una hora.
Antes de su partida a Siria, a través de Turquía, se dejó seducir por la propaganda que difundía el grupo radical después de que el líder de ISIS, Abu Bakr al Bagdadi, proclamase el 29 de junio de 2014 el “califato”, que por aquel entonces se extendía por Siria e Irak, desde la ciudad iraquí de Mosul.
Otro de los motivos de su “hégira”, al igual que el de muchos de los yihadistas que se convirtieron en acólitos de Al Bagdadi, fue ver “que el pueblo sirio pedía el apoyo árabe internacional”, en alusión al conflicto que se inició en 2011 en Siria a raíz de la revuelta popular contra el presidente, Bachar al Asad.
Sin embargo, a Aghdoun le cuesta confesar lo que realmente le movió para coger ese avión rumbo al protoestado que idealizó: el bienestar.
Le prometieron una casa, dinero y mujeres. Lo que no tenía en Tetuán, donde se queja de que hay pocas oportunidades laborales. En su tierra obró como herrero y hasta vendedor ambulante en las calles de la llamada “paloma blanca”.
Aunque, una vez en Siria, la realidad fue diferente: su sueldo era de $100 y sólo le duraba dos semanas, afirma.
Con ese dinero no tenía efectivo para comprar una “esclava sexual”, que en su mayoría eran mujeres yazidíes, una de las minorías religiosas más castigados por la ocupación extremista en Irak.
Su coste: entre $20,000 y $70,000, dice.
Apenas 21 millas separaban su hogar de la ciudad española de Ceuta, donde ha estado varias veces, aunque asegura que “nunca” ha puesto un pie en España.
“Nunca he estado en España, solo en Ceuta. Soy de Tetuán y voy a Ceuta porque es parte del territorio marroquí ocupado”, dice mientras no para de mover ninguna de sus extremidades.
La poca luz que entra en la pequeña habitación ilumina las profundas ojeras de un rostro consumido.
Aghdoun cuenta que una vez en Siria siempre se movía con un grupo de amigos que conoció allí y que también procedían de Tetuán, además de otros marroquíes, tunecinos y españoles.
“Sí, aquí (en Siria) teníamos compañeros que venían de Ceuta y Melilla. Pero el ISIS mató a uno, otro siguió vivo”, cuenta, pero no ofrece más detalles sobre su identidad.
“En general, los que vienen de Ceuta eran muy pocos. Y los de Tetuán siempre hemos estado juntos”, señala el yihadista, que dice que sabe hablar un poco de español, aunque no responde a las preguntas en ese idioma.
“Todavía hay marroquíes, y de Tetuán, aquí”, en Siria, afirma Aghdoun sin apenas pestañear al término de la entrevista, que se produce pocos días después de la derrota de ISIS a manos de las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), una alianza armada liderada por kurdos que ha arrebatado a los extremistas gran parte de sus territorios en Siria.
Marruecos es uno de los pocos países que ha aceptado las peticiones de las FSD a las naciones de origen de los terroristas que mantienen en custodia en campos de detención, así como en campamentos de desplazados.
El pasado 10 de marzo, el reino marroquí repatrió a ocho de sus nacionales, en una operación de “carácter humanitario”, según el gobierno del país norteafricano.
“Sí quiero regresar a Marruecos, entiendo que me van a encarcelar, pero no me importa mientras tenga a mi mujer y a mi hijo conmigo. Pido al Gobierno marroquí que acojan a mi mujer y mi hijo, aunque sean sirios, pero será muy difícil volver a Marruecos sin ellos. Nadie puede vivir sin su familia”, implora desde la pequeña habitación mientras su mensaje es grabado por una cámara.
Aghdoun tiene una mujer y un solo niño, que han podido escapar y se encontrarían ahora en la provincia de Alepo (noroeste), cuenta.
Al menos dos centenares de yihadistas marroquíes han regresado a Marruecos, de acuerdo a cifras oficiales del reino, y se podrían enfrentar a penas de entre 10 y 15 años de cárcel, según el código penal.
Se calcula que más de 1,500 marroquíes habrían viajado a Siria para sumarse a las filas de ISIS, de Al Qaeda o de otros grupos radicales, siendo uno de los países con más combatientes que realizan la llamada “yihad”.
Aghdoun trabajaba con ISIS de herrero en un horno. De ahí pasó a un taller para fabricar armas. Estaba obligado a llevar un arma ligera, como todos, aunque nunca mató a nadie ni vio una ejecución en público, relata.
“Nuestras vidas se centraban en trabajar en las fábricas, estaba prohibido que fuéramos a la guerra porque querían proteger a los trabajadores profesionales. La mayoría de los trabajadores querían ir a la guerra no para luchar, sino para conseguir un botín”, apunta.
Y es que, según su versión, no paraba de criticar y enfrentarse a responsables del “califato”, que prohibían, según él, hacer preguntas sobre ISIS. Los acusa de corruptos.
“Los soldados son muy pobres y el ISIS les miente. Les dice que son guerras santas con botines que vamos a compartir. Pero es mentira, nadie consigue nada de estas guerras. Los líderes se quedan con todo”, dice.
De las informaciones sobre un posible “golpe de estado” contra Al Bagdadi por parte de un grupo de magrebíes a principios de este año, Aghdoun dice que sí sabía de un “plan” de los marroquíes contra el líder de ISIS, pero que parece que no funcionó.
No sabe si Al Bagdadi sigue muerto o vivo. De hecho, nunca lo ha visto.
“Nadie pudo ver a Abu Bakr. No sabemos si este califato existe o no”, concluye.