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El huracán Iota toca tierra en la costa noreste de Nicaragua


Centroamérica vive estos días pendiente del cielo por la llegada de la tormenta Iota, mientras sigue moviendo el fango y haciendo recuento de daños tras el paso de Eta. Este ciclón ha dejado 261 fallecidos en seis países de la región y al 20% de la población de Honduras sin nada que llevarse a la boca ni un techo donde protegerse ante la llegada de más agua, según Cruz Roja Internacional.

La estela de destrucción ni siquiera termina. A los cientos de miles de desplazados se suman 58 muertos en Honduras, otros 44 muertos y 99 desaparecidos en Guatemala y, al menos, otros dos fallecidos en Nicaragua. Mientras la población espera a que los ríos desbordados bajen para terminar el recuento de daños, los gobiernos del Triángulo norte de Centroamérica han hecho un desesperado llamamiento de auxilio a la comunidad internacional. Los efectos se han notado también en El Salvador, Costa Rica y Panamá, donde contabilizan cientos de miles de desplazados.

Eta golpeó con dureza la costa caribeña de Centroamérica la semana pasada, a donde llegó como huracán de categoría 4. Posteriormente se degradó a tormenta tropical, pero el fuerte viento y el agua caída durante varios días seguidos causaron inundaciones y deslaves. En Guatemala hay pueblos que, directamente, fueron declarados ‘campo santo’ ante la imposibilidad de iniciar un rescate con garantías. Otros municipios de los departamentos de Alta y Baja Verapaz o de Izabal en Guatemala o del Valle de Sula en Honduras quedaron arrasados y miles de personas fueron reubicadas en albergues.

Según los primeros informes en Honduras, 1,7 millones de personas, el 20% de la población del país, ha perdido todas sus posesiones. La Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) confirmó que 45.000 personas fueron refugiadas en más de 400 albergues temporales habilitados por el Gobierno de Juan Orlando Hernández, cuya gestión ha sido muy criticada ante la incapacidad de responder al fenómeno. En las zonas más golpeadas se han activado “comandos ciudadanos” para llevar víveres a los damnificados.

Aunque hasta el momento hay 58 fallecidos, Copeco prevé que sigan apareciendo cuerpos principalmente en el departamento de Cortés, en el norte hondureño, otra de las zonas castigadas.

Inundaciones y covid-19

Según Santiago Luengo, coordinador de ayuda de Cruz Roja, a las complicaciones habituales para acceder a la zona, una de las más pobres del continente, se suman las dificultades para la evacuación y los efectos de la covid-19. En muchos casos se están utilizando helicópteros, ya que las lanchas no pueden llegar por el lodo y las piedras. Además, en los albergues es difícil mantener medidas de distanciamiento social contra el virus. “El Valle de Sula es la zona más afectada de Honduras por el ciclón, pero aquí ya se registraban antes las tasas de covid más altas del país”, señaló Luengo desde San Pedro Sula.

“Se trata de un desastre a gran escala. El problema ahora es tratar de llevar agua y servicios de salud a una zona en la que comienzan a aparecer brotes de dengue. Ahora estamos preparándonos para la llegada de una nueva tormenta, pero también para la etapa posterior de reconstrucción en una región que se han perdido las principales cultivos de café y de plátano que dan de comer a la gente”, explicó Luengo a EL PAÍS.

En Guatemala, hasta el momento hay 44 fallecidos y casi 100 desaparecidos. Los deslaves han dejado bajo tierra a decenas de personas y las labores de búsqueda y rescates han sido frustrantes. “Calculamos que entre fallecidos y desaparecidos las cifras no oficiales nos arrojan más o menos 150 muertos”, aseguró en rueda de prensa el presidente Alejandro Giammattei. El principal alud sucedió en la aldea indígena de Quejá, en el municipio norteño de San Cristóbal Verapaz. Más de un centenar de casas quedaron sepultadas y unas 2.500 personas de esa zona de indígenas mayas perdieron sus pertenencias por los deslaves.

La Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) asegura que al menos 4.102 personas siguen en riesgo ante las lluvias, porque están en zonas propensas a más deslizamientos de tierra. Eta deja en Guatemala 343.038 personas afectadas de forma directa e indirecta, según datos oficiales. La Conred ha estimado que hay casi 17.000 viviendas afectadas, 108 tramos carreteros dañados y nueve carreteras destruidas, así como 246 escuelas con problemas. Las crecidas provocadas por Eta también arrasaron con 16 puentes y dejaron severos daños en otros 34. Giammattei dijo el lunes que el apoyo de quien dice es “amigo de Guatemala” será vital en este momento. Sobre todo para las “más de 25.000 familias que perdieron todo”, alertó el mandatario.

Por su parte, en Nicaragua, el Caribe aún no termina de levantarse. La comunidad de Wawa Bar fue borrada del mapa y sus comunitarios están desesperados al perder sus parcelas, ganado y animales de corral. En la ciudad de Bilwi, cabecera departamental, tres albergues están repletos y los damnificados desean volver a sus casas ante la falta de víveres.

En Nicaragua, 71.000 personas fueron evacuadas, 47.000 necesitaron refugio, 47.690 quedaron sin agua potable, 1.800 casas fueron destruidas, 24.600 quedaron sin electricidad y 900 kilómetros de carretera resultaron cortados, según la Cruz Roja. La organización humanitaria comparó lo sucedido con el Huracán Mitch, que en 1998 destrozó la región, y señaló que se necesita unos tres millones de dólares para las tareas de emergencia.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) se comprometieron a ayudar. En un comunicado conjunto, divulgado este martes, los bancos multilaterales indicaron que su compromiso se materializará en un “plan de actuación a corto, mediano y largo plazo” para financiar ayuda humanitaria y las tareas de reconstrucción. “Vamos a dar a los países afectados por Eta todo el apoyo necesario para que rápidamente puedan asistir a las familias afectadas, reparar los daños y, lo que es muy importante en el mediano plazo, reconstruir mejor”, prometió el vicepresidente del Banco Mundial para América Latina, Carlos Felipe Jaramillo.


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