Boris Johnson tenía ya su estrategia preparada de antemano, y casi ha respirado aliviado al comprobar que la culpa de todo lo ocurrido en Downing Street durante la pandemia estaba repartida. Aun así, le ha tocado hacer frente a otra jornada extremadamente dura. La vicesecretaria de la Oficina del Gabinete del Primer Ministro, Sue Gray, ha publicado este miércoles su esperado informe final sobre las fiestas prohibidas durante el confinamiento, el escándalo conocido como partygate. “Mucha gente estará conmocionada ante la escala del comportamiento que tuvo lugar en el mismo corazón del Gobierno”, concluye la alta funcionaria. “Los líderes de más alto nivel, tanto política como administrativamente, deben asumir la responsabilidad por esta cultura [de alcohol y fiestas]”, señala. Sin nombrarlos directamente, Gray apunta de ese modo a Boris Johnson y a Simon Case, es decir, el primer ministro del Reino Unido y su secretario de Gabinete y jefe máximo del cuerpo de altos funcionarios del país.
Es todo lo lejos que llega la número dos de Case, que ha trabajado en las 37 páginas del informe durante meses, y suspendió su publicación íntegra a la espera de que Scotland Yard concluyera su propia investigación. No se trataba de un expediente disciplinario, precisa Gray, y, por tanto, no está en sus manos imponer sanciones ni sugerir una respuesta concreta.
Después de analizar fotos, correos y mensajes, y de interrogar a muchos implicados, el informe es un compendio de hechos, acompañado de conclusiones genéricas, que puede permitir a Johnson escabullirse de nuevo. Gray investiga 16 actos en los que, supuestamente, se incumplieron las normas de distanciamiento social. Pero se cuida mucho de nombrar a los participantes, cuya identidad no resulta relevante para las conclusiones generales, o de mostrar más fotos de las necesarias. En concreto, incluye nueve imágenes, y en todas aparece Johnson, acompañado en algunas de ellas por el ministro de Economía, Rishi Sunak.
Una de las fotos incluidas en el informe de Sue Gray: Boris Johnson celebra su cumpleaños en el Cabinet Room (sala del Consejo de Ministros) el 19 de junio de 2020
Gray intenta, a través de sus conclusiones, proteger al personal más joven de Downing Street, para evitar que acaben siendo ellos los chivos expiatorios de un proceder tolerado, e incluso fomentado, por sus superiores: “Algunos de los comportamientos descritos no tienen excusa, pero es importante señalar que la mayoría de los empleados junior asistieron a estos actos porque sus superiores estaban presentes, o incluso los habían organizado directamente. Estoy segura de que habrán aprendido la lección, y aunque es un asunto que no me compete, confío en que se tenga en cuenta a la hora de adoptar medidas disciplinarias”, pide Gray.
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El informe señala también casos de “falta de respeto y un tratamiento pobre hacia el personal de limpieza y seguridad” de los edificios gubernamentales. “Eso es inaceptable”, concluye.
Son, sin embargo, algunos de los detalles descritos los que dibujan con mucha mayor precisión que las conclusiones el grado de despropósito que se vivió aquellos días en Downing Street. “Esta reunión duró varias horas”, describe una de las fiestas, que tuvo lugar el 18 de junio de 2020. “Hubo un consumo excesivo de alcohol por parte de algunas personas. Una, en concreto, acabó enferma [sick, un término utilizado normalmente para describir a quien acaba vomitando]. Hubo un altercado menor entre otros dos de los presentes”, relata.
“Algunos de los que trabajaban en otras zonas del edificio del número 10 de Downing Street oyeron unos niveles de ruido muy altos, que sonaban como una fiesta, en la oficina de prensa. Una limpiadora que llegó a la mañana siguiente vio que había vino tinto derramado por la pared y por algunas cajas de papel para fotocopias”, indica el informe al describir otra de las fiestas. El texto indica incluso cómo se pidió al personal que hubiera bebido más de la cuenta que usara para salir la puerta trasera de Downing Street.
Varias de las situaciones descritas por Gray indican claramente que algunos de los principales cargos del equipo del primer ministro eran muy conscientes de lo que estaban haciendo. Martin Reynolds, secretario personal de Johnson y responsable de la organización de alguna de las fiestas, responde por WhatsApp a un asesor (sin identificar) que expresa su preocupación por las informaciones surgidas en los medios: “Mucha suerte. Esa historia no tiene recorrido, pero mejor que se centren en ella que no en lo de las bebidas (de lo que parece que nos hemos escapado vivos)”, responde Reynolds. El exdirector de Comunicación de Johnson, Lee Cain, por cuya despedida se celebró una de las fiestas, a la que el primer ministro acudió (y bebió, y brindó y soltó un discurso), muestra también al propio Reynolds sus reparos ante la fiesta convocada en mayo de 2020, a la que se invitó a más de 100 personas: “Puede ser un riesgo de comunicación [peligro de que la prensa se entere] en las actuales circunstancias”, avisa Cain. La fiesta acabó celebrándose, con alcohol, comida y 40 asistentes.
Boris Johnson ha acudido este miércoles a la Cámara de los Comunes para hacer una declaración sobre el informe de Gray. De nuevo ha pedido excusas al Parlamento, y “ha asumido toda la responsabilidad por lo ocurrido”. Pero eso no significa que contemple la posibilidad de dimitir. “Escandalizado” por todo lo que relata el informe, el primer ministro ha insistido en que no fue consciente, en su momento, de todo lo que ocurría en Downing Street. Desde las primeras informaciones, Johnson ha reemplazado a parte de su equipo, y desde la “humildad”, ha reiterado, ha “aprendido la lección”.
El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, ha reclamado de nuevo la dimisión de Johnson, y ha pedido a los diputados conservadores que le frenen, “antes de que conduzca a este país al desastre”. El informe de Gray, ha concluido Starmer, “es un monumento a la soberbia y a la arrogancia de un Gobierno que cree que hay unas reglas para él, y otras reglas para el resto del mundo”.
Johnson, el superviviente
Johnson se ha reunido poco después con el grupo parlamentario conservador, antes de lo cual ha ofrecido una rueda de prensa. Ha ofrecido una petición de perdón por partida triple: al Parlamento, a los diputados tories y a la ciudadanía, con la esperanza de dar por cerrado el episodio de las fiestas.
Lo cierto es que la irritación que desató el escándalo, cuando se conoció a principios de año, ha rebajado su tono. Muchos parlamentarios conservadores han frenado sus críticas ante la urgencia de unidad que reclama la crisis de Ucrania. El hecho, además, de que la Comisión de Privilegios de la Cámara de los Comunes haya abierto su propia investigación ante el posible desacato de Johnson (mentir al Parlamento sobre las fiestas) ofrece la excusa perfecta a muchos diputados conservadores para aplazar su decisión, y permitir que el primer ministro siga, por el momento, a flote.
Una encuesta exprés realizada este mismo miércoles por YouGov indica que el 59% de los británicos cree que Johnson debería dimitir por el escándalo del partygate. Solo un 7% está convencido de que acabará haciéndolo. Nunca ha habido una mejor ocasión para traducir erróneamente al español un verbo (resign, dimitir) por su literalidad fonética, porque parece quedar claro que los ciudadanos del Reino Unido están “resignados” a que Johnson sobreviva una vez más.
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