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El jurado declara a Ghislaine Maxwell culpable de tráfico sexual de menores



Una imagen aportada por la fiscalía de New York en la que aparece la británica Ghislaine Maxwell junto al multimillonario Jeffrey Epstein.JOHANNES EISELE (AFP)

Ghislaine Maxwell, mano derecha del pederasta Jeffrey Epstein, ha sido declarada este miércoles culpable por un tribunal de Manhattan y enfrenta una posible condena de 60 años. A la heredera británica se le imputaban seis delitos por captación y manipulación de menores para satisfacer los deseos sexuales de Epstein, que se suicidó en su celda en agosto de 2019. Tras cinco días de deliberación el jurado la ha hallado culpable de cinco de los seis delitos (se libra de un cargo de captación de menores, cuya máxima pena ascendía a cinco años). Uno de los cargos, el de tráfico sexual -trasladar entre dos Estados a una de las víctimas para que Epstein abusara de ella-, acarrea una condena de 40 años.

En pleno calendario festivo, aún no se ha fijado fecha para la sentencia, que la defensa piensa recurrir. “Creemos firmemente en la inocencia de Ghislaine. Evidentemente, estamos muy decepcionados con el veredicto. Ya hemos empezado a trabajar en la apelación y estamos seguros de que se reivindicará su inocencia”, ha dicho Bobbi Sternheim, jefa del equipo de abogados defensores.

En un veredicto alcanzado por unanimidad, los 12 miembros del paritario jurado hallaron a Maxwell culpable, en un fallo que dependió casi por completo de la credibilidad de los 24 testigos que presentó la acusación más que de las pruebas presentadas: ninguna añadió nada que no se supiera, el conocido historial de abusos del financiero y la estrecha relación de este con Maxwell, expareja sentimental, gobernanta de sus propiedades y, según el veredicto, madama de la red de abusos.

El fiscal federal Damian Williams acogió con satisfacción el veredicto. “Un jurado ha declarado unánimemente culpable a Ghislaine Maxwell de uno de los peores delitos imaginables: facilitar y participar en el abuso sexual de menores”, dijo el fiscal en un comunicado. “El camino hacia la justicia ha sido demasiado largo [los hechos sucedieron entre 1994 y 2004], pero hoy se ha hecho justicia”, añadió sobre la acusada, a quien la fiscalía presentó durante el proceso como una “sofisticada depredadora que sabía muy bien lo que hacía” y como “la clave” del plan pedófilo de Epstein.

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El juicio se basó en el testimonio de cuatro víctimas, tres de ellas amparadas en el anonimato del nombre propio (Jane, Kate y Carolyn); la cuarta, Annie Farmer, mayor de edad a efectos de consentimiento sexual, al igual que Kate, cuando sucedieron los hechos. Jane y Carolyn aseguraron haber sido captadas por Maxwell a los 14 años; la segunda, especialmente vulnerable por un largo historial de consumo de drogas y desarraigo familiar, afirmó haber recibido un pago de 300 dólares por cada uno de los más de 100 masajes eróticos que dio a Epstein. En las sesiones a veces participó Maxwell, acariciando los pechos y las caderas de las chicas para animarlas, según el testimonio de Jane y Carolyn.

El giro se produjo el viernes 17, al término de la tercera semana de un proceso que, teóricamente, iba a prolongarse otras tres, hasta la primera de enero, cuando la defensa concluyó inopinadamente su turno. Como estaba previsto, la acusada, que cumplió 60 años el día de Navidad, renunció a declarar acogiéndose a su derecho a no incriminarse. “Señoría, la fiscalía no ha podido probar su acusación más allá de la duda razonable, así que mi testimonio no tiene ningún sentido”, dijo Maxwell ese día a la jueza Alison Nathan, en su brevísimo paso por el estrado.

Tras la última audiencia pública, con la presentación de los alegatos finales por fiscalía y defensa, el juicio quedó visto para sentencia tras sólo 12 sesiones. Durante las deliberaciones, que se han prolongado a instancias de la fiscal -obligó a hacer horas extra a los miembros del jurado ante el elevado riesgo de contagio de la variante ómicron-, este pidió revisar las declaraciones de las cuatro mujeres y de otros testigos, entre ellos el piloto del avión privado de Epstein, que presuntamente habría trasladado en una ocasión al magnate, Maxwell y una de las chicas.

Maxwell con sus abogados, durante el juicio.JANE ROSENBERG (REUTERS)

Aunque la defensa tenía previsto llamar a declarar a 35 testigos, al final solo desfilaron nueve, lo que, según los especialistas que cubren el juicio, dio muestra de inconsistencia precisamente en un caso que, como había denunciado la propia defensa, parecía juzgado -y sentenciado- a priori. Entre los testimonios exculpatorios oídos en la sala destacan los de una exnovia de Epstein, que reconoció que sufre problemas de memoria; una ayudante de Maxwell que la describió en términos laudatorios y la psicóloga Elizabeth Loftus, especialistas en “falsos recuerdos”, que intentó demostrar cómo la memoria de las mujeres se vio distorsionada por el tiempo transcurrido y por la repercusión mediática, que ahormó su relato. El jurado también solicitó revisar la declaración de Loftus, además de las de las cuatro víctimas, lo que en los últimos días abonó la sospecha -y las esperanzas de la defensa- de que sus dudas podrían favorecer a Maxwell.

La defensa también intentó desacreditar el testimonio de las víctimas por su ambición económica: han recibido entre 1,5 y 5 millones del Fondo de Compensación para Víctimas instituido por mandato judicial tras la detención del magnate. “Memoria, manipulación y dinero”, subrayó una de las abogadas de la acusada, fue el leit motiv de sus testimonios.

La defensa hizo especial hincapié asimismo en que la justicia quiso hacer rendir cuentas a Maxwell, heredera del polémico magnate de la comunicación británico Robert Maxwell y personaje habitual de la alta sociedad transatlántica, porque el principal acusado nunca compareció ante un tribunal. Entre críticas a la Administración por no haber podido garantizar la seguridad del pederasta, Maxwell fue presentada en todo momento como un chivo expiatorio ajeno a la abyección de quien fuera su pareja durante 11 años, el magnate surgido de la nada -a diferencia de la rica Ghislaine- que supuestamente abusaba de jóvenes en sus mansiones de Nueva York, Florida, Nuevo México y las islas Vírgenes, donde era propietario de una.

“Ghislaine es quien está siendo juzgada aquí. Ustedes han oído hablar de la conducta de Jeffrey Epstein. Ella está llenando ese hueco, ocupando una silla vacía”, incidió la abogada Bobbi Sternheim. Pese al intento de desligar las vidas de los dos acusados, la presentación de fotos de la pareja Epstein-Maxwell en sus tiempos de mayor intimidad dejó claro el vínculo indisoluble, también malsano, que los unía. “Nadie vive 11 años con un hombre sin saber cuáles son sus apetencias sexuales”, subrayó la jueza Nathan.

Durante el juicio se mencionó a los expresidentes Donald Trump y Bill Clinton -hay pruebas gráficas de su contacto con Epstein-, al fundador de Microsoft, Bill Gates, el príncipe Andrés de Inglaterra y algunos congresistas estadounidenses. Pero el único a quien ha salpicado el caso Epstein-Maxwell ha sido el hijo de la reina Isabel II de Inglaterra. Este martes sus abogados presentaron un recurso para impugnar por defecto de forma la denuncia presentada en Nueva York por Virginia Giuffre, que asegura haber mantenido tres relaciones sexuales con él siendo menor, empujada por Epstein. En teoría, el hijo de la reina Isabel II debía declarar sobre esta acusación a mediados del año próximo, algo que sus abogados pretenden impedir. Giuffre fue la intermediaria que puso en contacto a otra de las víctimas, Carolyn, con Epstein en Florida.

Maxwell, que posee tres nacionalidades (estadounidense, británica y francesa), se ha declarado en todo momento “no culpable” de los seis delitos que se le imputaban, y de hecho llegó a ofrecer la renuncia a las nacionalidades francesa y británica a cambio de la libertad condicional, durante el año largo que estuvo ingresada en prisión preventiva. Fue en vano: la hija del dueño del diario sensacionalista The Daily Mirror, detenida en julio de 2020, tuvo que pasar entre rejas la pandemia, con grave deterioro de su salud según sus abogados. De los estragos carcelarios no parecía quedar rastro en su comparecencia en el juicio, bien peinada y vestida con estilo; vivaz y proactiva con sus abogados. Según los periodistas presentes en la sala, la acusada escuchó este miércoles la lectura del veredicto tranquila, intercambiando impresiones con una de sus abogadas y bebiendo a sorbos una botella de agua.

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