”Los entrenadores no somos tan importantes”, repetía Raúl Caneda, después de dos décadas de experiencia en el fútbol profesional en banquillos de América, Europa y Asia, y después de trabajar como analista para clubes de la Premier siguiendo, entre otros, al Liverpool. “El único que se ha demostrado como definitivo en el éxito de este Liverpool es Van Dijk, está casi empíricamente demostrado”, decía el preparador gallego, picado por la incredulidad ante la corriente contemporánea que atribuye a los técnicos poderes de demiurgos.
En sintonía con los antecedentes que señalan que el Liverpool de Klopp no elevó su nivel hasta que no contrató a Virgil van Dijk en 2017, el regreso del holandés a la competición tras nueve meses de convalecencia por la rotura de los ligamentos cruzados de su rodilla derecha —se cumplió un año este domingo— ha coincidido con el resurgimiento de los reds. Bajó la guía de su colosal defensa, el equipo que hasta hace tres meses parecía deshecho ha recuperado los rasgos regulares y enérgicos que le impulsaron a la conquista de la Premier en 2020.
El contraste obliga a cuestionar la influencia del entrenador, Jürgen Klopp, en relación con el peso del futbolista en el juego de un equipo de época. ¿Hasta qué punto las ideas de un gran técnico no dependen de hombres capaces de ejecutarlas sobre la hierba? La pregunta, formulada este lunes antes de que la expedición del Liverpool se embarcara hacia Madrid para enfrentar hoy al Atlético en Champions (Wanda Metropolitano, 21:00 horas) azuzó el sentido de autoría que el alemán alimenta respecto a su obra. “Yo nunca me planteo jugar de una manera determinada sin considerar antes los jugadores que tengo”, replicó Klopp.
“Puede que tenga una idea básica, y es evidente que cuanto mejores son los jugadores mejor es el fútbol que puedes jugar”, prosiguió. “Comprendo la consideración de Virgil: es excepcional. Para mí, el mejor central del mundo, sin duda. Pero si el año pasado no pudimos jugar mejor no solo fue porque Virgil estaba lesionado. No teníamos a Joel Matip, ni a Joe Gómez, ni a Konaté. Tuvimos que encontrar soluciones con centrales muy jóvenes que hicieron cosas extraordinarias. Por momentos jugamos el fútbol que queríamos pero, por supuesto… el fútbol que juegas depende masivamente de los jugadores que tienes en el campo. Y Virgil, gracias a Dios, está con nosotros”.
Indiferentes a la hipótesis de Klopp —el colectivo está por encima de los individuos— muchos medios de comunicación ingleses concuerdan en lo contrario. No faltan evidencias. Con Van Dijk dirigiendo las operaciones desde la temporada 2017-18, el Liverpool ganó el 75% de los partidos de la Premier. Sin él, el porcentaje cayó al 54%. Esta temporada, con el central recuperado desde agosto, el equipo encadena 11 partidos invicto. Algo que nunca ocurrió mientras permaneció en la enfermería, circunstancia que coincidió con la disminución en el promedio de goles y remates a favor al tiempo que aumentaban goles y remates en contra.
Klopp: “Hablar de fútbol no es hablar de individualidades”
Anfield alienta la cultura de la exaltación del manager. Más que a futbolistas legendarios, los fans enarbolan banderas de entrenadores adorados como apóstoles: Shankly, Paisley, Fagan, Dalglish, Benítez y Klopp constituyen poco menos que divinidades entre la parroquia local. De modo que cuando Klopp se mostró susceptible ante la valoración de Van Dijk como gran constructor, su discurso se alineó con el espíritu del club. “Hablar de fútbol no es hablar de jugadores individuales”, dijo este lunes. “Si la temporada pasada hubiéramos jugado todo el curso con Matip y Gómez, habría sido una temporada diferente. ¡Lo prometo! No importa lo que diga la gente. Virgil nos ayuda enormemente, y amo cada instante desde que regresó, y nos dolió en el alma verlo lesionado durante tanto tiempo. Pero nuestro primer problema fue que simultáneamente se lesionaron Matip y Gómez. ¡Ese fue nuestro problema!”.
Serio como una esfinge, Van Dijk también habló este lunes. “Sé que hay muchos ojos apuntando en mi dirección”, dijo, con el aplomo de un líder paternal. “Todos saben lo difícil que es volver a competir después de una lesión de cruzados. No hay muchos ejemplos de jugadores que hayan regresado a su mejor nivel en el plazo de un año tras haber sufrido esto. La única manera de mejorar es jugar partidos. Creo que voy en la buena dirección y de momento me encuentro bien. Ojalá se llene el Wanda. Estoy disfrutando de cada segundo de los partidos en estadios llenos”.
A sus 30 años, Van Dijk añade experiencia a su visión y a su poderío naturales. El Liverpool de Klopp le pertenece.
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