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El Liverpool levanta la Copa de la Liga a costa de Kepa


Como en la última final de la Supercopa de Europa, donde fue decisivo gracias a su visión para detener penaltis, Kepa Arrizabalaga entró en el minuto 120 de la prórroga. Esta vez su intervención no fue heroica. Le tiraron 11 penaltis, se los metieron todos, y cuando le tocó lanzar el suyo, el 22º de la tanda, lo envió por encima del larguero. Así acabó la farragosa final de Copa de la Liga inglesa que disputaron este domingo el Chelsea y el Liverpool, un duelo de categoría de final de Champions que después de un 0-0 en el tiempo reglamentario acabó llevándose el equipo rojo para desgracia del portero español.

Se ocuparon las 90.000 butacas de Wembley sin que se viera un solo barbijo, y entre la multitud ondearon las banderas de Ucrania como una bruma amarilla y pesada que recordó la guerra y oscureció el protocolo de las presentaciones. Thiago lloró en el banco de suplentes, inconsolable después de lesionarse en el calentamiento cuando se preparaba para disputar su primera final con el Liverpool, y el Chelsea se dispuso a disputar el primer partido desde que su dueño, el empresario ruso Roman Abramovich, comunicó que abandonaba la dirección. Después de casi 20 años y una inversión de cerca de 2.000 millones de euros vehiculada a través de créditos con cargo al club, Abramovich da un paso al costado, un gesto formal de momento, debido a las amenazas de sanciones económicas que emite el Reino Unido sobre los industriales más próximos a Vladimir Putin, en la estela de la invasión de Ucrania.

La ausencia de Thiago privó al Liverpool de su centrocampista más imaginativo. Fabinho, Henderson y Keita compusieron el pelotón disciplinado y dinámico de siempre, pero entre los tres no ofrecieron soluciones ágiles, ni rápidas, ni lúcidas. Fracasaron en el intento de contrarrestar la presión del Chelsea porque tampoco sus delanteros no les ayudaron demasiado. Privados de los apoyos necesarios por parte de Mané y Salah, se revelaron las carencias de una línea que jamás fue la clave del funcionamiento de la mejor obra de Klopp. Entre desajuste y desajuste, el Chelsea abrió unas cuantas brechas a base de balones largos a Mount, Pulisic y Havertz.

Pulisic dispuso de la primera ocasión del partido. Su tiro a bocajarro lo desvió Kelleher, el portero de la Copa, en un presagio de lo que sería el partido: una batería de remates desafortunados, o frustrados, por las manos de los porteros. Si Kelleher se consagró bajo los palos del Liverpool, del otro lado Édouard Mendy hizo olvidar la sorprendente suplencia de Kepa. Postergado el meta español, que había jugado toda la competición, Mendy completó la mejor actuación de su vida. Bien cerrados sus ángulos inaccesibles por la pericia de Kanté y sus tres centrales, el senegalés abarcó el espacio restante del arco de forma impecable. Detuvo un remate de Mané, que lo fusiló en el mano a mano, y prosiguió con tres paradas a Luis Díaz y un despeje prodigioso a un cabezazo de Van Dijk a la salida de un córner.

El Liverpool llegó mucho pero sin claridad. Perdido el control del balón, el equipo de Klopp se refugió en las genialidades de Van Dijk para anticiparse y elevar la línea para desconectar los contragolpes rivales antes de que se produjeran. Como lo que Van Dijk construía a veces lo deshacía Fabinho, muy inconsistente en las coberturas, el bloque se alargó y Mount y Pulisic encontraban huecos para hacer estragos. Solo en la primera parte Mount se quedó tres veces frente a Kelleher. Entre los palos y el portero irlandés frustraron sus intentos y el partido entró en una fase de trabazón.

Luis Díaz, el más punzante

Intimidado por Rüdiger en la derecha, Salah cedió el protagonismo al colombiano Díaz en el extremo izquierda. Díaz asumió el encargo como si nunca hubiese abandonado Barrancas, su pueblo de nacimiento. Con total naturalidad. Asociándose con Mané, contribuyó a aflojar la densísima red que coordinó Kanté, hasta que el equipo encontró vías de acceso al gol. Las acciones de Díaz fueron lo mejor de un Liverpool que no siempre le acompañó, dada la lentitud con la que inició las jugadas y las precauciones que adoptó Tuchel, celoso de romper un blindaje que rara vez se quedó con menos de siete hombres frente a Mendy.

El partido solo pudo desbloquearse por centímetros en la segunda parte. El VAR dictó sentencia revocatoria. Por un centímetro de bota de Van Dijk le anuló el 0-1 al Liverpool a la salida de una falta que bajó Mané y cabeceó Matip. Por centímetros le anuló el 1-0 a Lukaku cuando Van Dijk adelantó la raya.

La fatiga arrastró a los dos equipos hacia el destino azaroso de la prórroga y la tanda de penaltis, ejecutada a la perfección por 22 lanzadores menos uno, el portero del Chelsea, el español Kepa Arrizabalaga, víctima de la mala fortuna desde que se mudó a Londres.

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