“¿Asume que ha perdido el título?”, le preguntaron a Jürgen Klopp en la conferencia que sucedió a la derrota del Liverpool por 3-1 en Leicester. “Sí”, dijo el técnico del actual campeón, tras hacer una pausa y menear la cabeza. “Es increíble, pero sí”.
Media hora antes, el Liverpool ganaba en Leicester. Con una majestuosa asistencia de Firmino. Con un toque sutil de Salah. Con oficio. Con esfuerzo. Robando la pelota en campo contrario y gobernando el partido por ocasiones y por control. Ganaba el vigente campeón como ganan los equipos que van asentado unos cimientos, luchando contra los vientos depresivos a base de pequeños aciertos logrados en el altar de la rutina. Ganaba el Liverpool 0-1 en el minuto 78 cuando el árbitro Anthony Taylor vio falta de Thiago a Barnes en el lateral del área. Pudo ser. Pudo no ser. El VAR intervino para descartar penalti. James Maddison lanzó el libre directo y la pelota pasó por el resquicio que se abría entre la barrera y los jugadores que esperaban el centro. Directa a la red ante la mirada perpleja del burlado Alisson. El meta del Liverpool no viene de atravesar sus mejores días. Este sábado siguió preso de su distracción.
El 1-1 de Maddison, apenas unos minutos después de que Klopp cambiara a Jones por Oxlade-Chamberlain, tuvo el efecto de una demolición. De repente, toda la estructura lentamente fabricada a lo largo de más de una hora de pequeños sacrificios, se derrumbó. Dos minutos después, tras una posible falta de Evans sobre Mané que el árbitro ignoró, y tras la pérdida de Thiago, provocada por Ayoze cerca del área de Schemichel, el belga Tielemans lanzó en largo. Fue un movimiento automático. Como quien dispara al bulto. La pelota voló 50 metros y provocó lo que jamás debería provocar un balón largo en una zaga ordenada: una efusión de pánico en Alisson y en Kabak. El portero pensó que el central no llegaría, el central se giró intentando el despeje sin ver al portero. La amenaza de Barnes, que pasaba por ahí, hizo que los aturdidos se chocaran. La pelota quedó en los pies de Vardy, que marcó a puerta vacía.
En la banda, Jürgen Klopp se quedó clavado. Mirando la escena con la boca abierta. La ira del técnico había pasado de señalar al árbitro a concentrarse vagamente en sus defensas. La Premier estaba virtualmente perdida cuando Barnes metió el 3-1 después de otra jugada que exhibió la desorganización y el desánimo en un campeón completamente desestabilizado. El Liverpool se clava en el cuarto puesto por detrás del City, el Leicester y el United. Nunca en la historia de las estadísticas de la Premier el defensor del título cayó tan bajo en la siguiente temporada. Hace un año en la jornada 24 el Liverpool sumaba 70 puntos; ahora, tras los mismos partidos, suma 40.
Klopp: “No creo que podamos cerrar la brecha”
“Hicimos un muy buen partido en general”, dijo Klopp, en la conferencia telemática a la que asistió minutos después del pitido final. “No es fácil dominar al Leicester como lo dominamos hoy. El 0-1 fue un gran gol. Creo que ellos nos empatan en fuera de juego y el segundo fue un malentendido [entre Alisson y los centrales]”.
“No creo que podamos cerrar esa brecha, para ser honestos”, replicó, cuando le preguntaron si no creía posible que en las 24 jornadas que restan el Liverpool podría salvar la distancia de diez puntos que lo separan del City, que ha disputado dos partidos menos. “Tenemos que ganar partidos y para eso debemos jugar muy bien, como hicimos hoy; y además debemos evitar errores y malentendidos. Hoy nos equivocamos dos veces y nos metieron dos goles. Es normal que un central joven como Kabak, que recién llega al equipo, no se comunique bien con su portero. Esas cosas suceden en las pretemporadas. Pero como no hemos tenido pretemporada…”.
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