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El Liverpool se transforma en Europa


Atormentado en la Premier por cualquiera, el Liverpool se internó en la Champions como quien pisa una ciénaga. El Leipzig reunía un saco de peligros: presión asfixiante, carácter subversivo, y una organización tan eficaz como impredecible. La eliminatoria, sin embargo, reveló la doble naturaleza del vigente campeón inglés, bueno de día y malo de noche, insoportable para quien se le cruce por delante en un torneo en el que históricamente se ha sentido en casa. Al margen de circunstancias coyunturales, el 4-0 global de ida y vuelta certifica la diferencia de categoría entre los contrincantes.

El Liverpool acudió al Puskas Arena de Budapest a defender el 0-2 de la ida y a rehabilitarse. Después de tres derrotas en los últimos cuatro partidos de Premier, los jugadores necesitaban un cambio de aires para alentar el cambio de costumbres. La sesión contra el Leipzig comenzó por demostrar que con Fabinho y Thiago en el mediocampo la estabilización es más sencilla. Con el brasileño en funciones de mediocentro y el español desplegándose por delante para darle velocidad al juego, el resto del pelotón se metió en el partido casi sin darse cuenta de que venían de atravesar una crisis.

Fabinho junto a Wijnaldun dirigieron el asalto a las líneas de suministro entre Olmo, Forsberg y Sabitzer, y a partir de esa interrupción el Leipzig perdió el balón y el ritmo. La clave del modelo de Nagelsmann, más que en la presión, se cifra en la movilidad coordinada de todos los futbolistas cuando controlan el balón. Sin esa continuidad, perdieron fe. Se desmoralizaron y comenzaron a errar pases. Presas para Thiago que, rápidamente, habilitó a sus atacantes, exponiendo a los defensas rivales a los duelos individuales con Salah, Jota y Mané.

La primera ocasión fue de Olmo. La paró Alisson. Luego se desató el aguacero en el área contraria. Gulácsi paró un cabezazo de Jota; Kampl metió la puntera para frustrar un remate a bocajarro de Salah; Gulácsi se impuso en otro mano a mano con Salah, y volvió a sacar el guante para desviar un tiro de Jota. Los tres centrales del Leipzig no tuvieron tregua.

Nagelsmann debió percibir tanta desazón que tras el descanso cambió la sala de máquinas: entraron Hwang, Sorloth y Kluivert, y salieron Kampl, Forsberg y Poulsen. El sacudón inyectó un punto de energía. No se apreció más consecuencia porque el dominio territorial siguió siendo del Liverpool, siempre orientado por sus tres volantes. Sporloth acababa de rematar al larguero cuando Thiago encontró a Mané con un pase limpio y el senegalés sirvió a Jota con el exterior. El balón se frenó entre los centrales y Jota esperó el momento justo para ceder a Salah. El egipcio ajustó el tiro (1-0) antes de que Mané, en la siguiente jugada, pasara su factura (2-0).


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