A punto de hincar el cuchillo en el solomillo de la temporada, el Real Madrid cumplió casi al milímetro su plan de partido contra el Eibar: victoria para seguir agarrado con una mano a la Liga (quién sabe si con algo más tras el Sevilla-Atlético), rotaciones, no más líos tras los vividos con la lesión de Sergio Ramos y gasto mínimo de energía para el Himalaya que le aguarda. A los blancos solo les inquietó lo que se movió en el cielo. Les bastó con Asensio.
Todavía con ventaja mínima, mediada la segunda parte, sobre Valdebebas se abrieron los cielos. Viento, lluvia y hasta granizo. No fueron muchos minutos, pero los suficientes para cambiar el paisaje y poner en alerta a los muchachos de Zidane. Tuvieron que ser cuestiones meteorológicas las que amenazaran al Madrid, porque el equipo armero no tuvo ninguna chicha. Pasó por el Di Stéfano como un fantasma, exhibiendo su penúltima posición en la tabla y explicando por qué lleva más de tres meses sin ganar. Mala pinta para Mendi y los suyos.
Todavía con sol en las alturas, el Madrid arrancó un rally abrasivo de diez días que decidirá gran parte de su vida esta campaña y Zidane empezó a negociar las curvas con antelación. Con la Champions en la mirilla, volvió el entrenador de las rotaciones. Varane y Kroos, al banquillo. Militão, Isco y Marcelo, a la pasarela, encajonados en un once de nuevo con tres centrales para maquillar las posibles grietas. La última vez que había aparecido el lateral brasileño, hacía dos meses contra el Getafe, también lo hizo como carrilero. La idea de Zizou con él a estas alturas resulta evidente: cuanto más lejos del área propia y cerca de la contraria para alborotar, mucho mejor.
El partido se presentó con una versión de Benzema desconocida, la del chupón. A los tres minutos, Pozo se la regaló en un error grosero y colocó al francés ante Dmitrovic. Era gol o gol. Lo tenía cantado con un sencillo pase a Asensio, pero el nueve blanco quiso ser más nueve que nunca, y prefirió acabar él mismo el trabajo. Sin embargo, el portero serbio no estaba dispuesto a tantas concesiones como su defensa.
La blandura de la zaga vasca unida a un inicio de cierto vigor del Madrid inclinaron el duelo a favor de los locales. Al tran tran, sin alardes, la tropa de Zizou fue encimando a la de Mendilibar. Manejaba el joven Modric en el medio, a golpe de caño si era necesario, y picaba Marcelo por su banda, a su aire. Se sentía cómodo el Madrid, menos agobiado que en jornadas precedentes ante un sistema defensivo con huecos. Los merengues olisqueaban sangre, pero Benzema se adelantó más de la cuenta en un cabezazo y un disparo muy travieso de Asensio acabó en el larguero.
La comodidad de los blancos llevó el partido a la hora de la siesta. Un clásico en ellos. Así que el Eibar, que apenas había ojeado a Courtois con un disparo de Diop y un osado intento desde el centro del campo de Arbilla, empezó a estirar las piernas. Pudo conectar un poco más con Bryan Gil (relevado al descanso por unas molestias) y Pozo intentó arreglar el desaguisado anterior con una incursión por la derecha. La mejoría no le daba para mucho, pero, al menos, alejaba al Madrid.
Robo clave de Casemiro
Hasta que, en plena dormidera, llegó otro error en defensa de los armeros. La robó Casemiro en el medio con toda la zaga saliendo, conectó con Asensio y este la ajustó bien. Curioso el caso del balear: 14 choques seguidos como titular sin apenas huellas y en tendencia claramente depresiva. Y, cuando vuelve al banquillo y se convierte en solución de últimos minutos o de rotaciones, tres tantos seguidos. Un rato antes, un bonito taconazo suyo se había quedado en nada por fuera de juego.
La reanudación continuó al ritmo de Asensio, futbolista que a menudo se mueve más por el ánimo que por su fútbol. Impulsado por su diana, a punto estuvo de colocar el segundo en un gran remate que fue respondido por una mano fenomenal de Dmitrovic. Y, seguidamente, a Benzema le volvió a fallar el tino en un cabezazo que pareció franco.
Pero entonces empezó a diluviar. El temporal era enorme y el encuentro, irremediablemente, viró durante un tramo. El primero que lo sintió fue Courtois, que se llevó un susto morrocotudo al tener que sacar casi sobre la línea una cesión de Lucas Vázquez que se envenenó de forma diabólica. Fueron unos minutos intrigantes que modificaron el duelo. Tanto caía que hasta el valiente Mendilibar se tuvo que refugiar en el banquillo. Sin embargo, los temporales en Madrid son pasajeros. Superado este, los locales cazaron el segundo en una estirada por la izquierda de Vinicius y otro gol de cabeza de Benzema, su noveno en los últimos siete choques, el que le sirve para superar a Santillana (187 a 186) y colocarse como el cuarto máximo anotador del club (tras los 311 de Cristiano, los 228 de Raúl y los 216 de Di Stéfano). Misión cumplida para el Madrid y a otra cosa. La cosa, en realidad. Gran parte de la temporada en juego en diez días.
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