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El Madrid sigue en pie


El Real Madrid no entregó las llaves del título. Todavía no, al menos. Agarrado a su guardería, rascó casi del tirón una victoria en Los Cármenes que le mantiene en pie en la Liga. Las lesiones y la fatiga han obligado a Zidane en este tramo decisivo a mover los dados como nunca rascando en las profundidades del vestuario y hasta de Valdebebas. En este ejercicio de supervivencia, con Sierra Nevada al fondo y la Alhambra oculta a un lado, fueron tres imberbes (Miguel Gutiérrez, Rodrygo y Marvin) los que allanaron su sesión nocturna.

Y, cuando se vio apurado a un cuarto de hora del final con el tanto de Jorge Molina, otro extraño del gol, Odriozola, volvió a aparecer, como en Cádiz, para zanjar la cuestión. El escapismo blanco sumó otro episodio para seguir enganchado con una mano a la Liga. Se mantiene a dos puntos del Atlético y, si los rojiblancos quieren ser campeones el próximo domingo, tendrán que derrotar a Osasuna y esperar que su rival no lo haga al Athletic en Bilbao.

Zidane se jugó lo que le quedaba de vida en el torneo con una de esas alineaciones con un aire experimental que tanto le distinguieron y que tanto evitó durante gran parte de la temporada. De entrada, el descubierto en la defensa lo remendó con dos chicos de la Fábrica (Marvin y Miguel Gutiérrez). Odriozola lo siguió desde la banda y Marcelo, con molestias según la versión oficial, en su casa. Y del medio del campo para adelante, el francés se guardó al mejor de los suyos contra el Sevilla (Kroos), a Asensio y Hazard (segundo partido en el banquillo tras su pobre aparición en Stamford Bridge), y dio carrete a Rodrygo, invisible después de su vuelta de la lesión.

Los niños de La Fábrica no fueron de excursión a La Alhambra. Nada más empezar amenazó Marvin que, siguiendo las instrucciones a voz en grito del capataz Casemiro, dejó por la derecha las primeras pisadas del Madrid. Pero, tras un buen cabezazo de Benzema, el que dejó huella de verdad fue Miguel Gutiérrez. Si alguien no sabía quién era su tutor, el chaval de 19 años dio una buena pista en la acción del 0-1. El lateral ejecutó desde la izquierda una cuchara maravillosa que puso a todo el mundo a rebobinar los vídeos de Raúl, su entrenador del Castilla. Con esta maniobra, el imberbe desmontó la defensa granaína, Modric le pilló la espalda a Domingos Duarte y, a siete metros (nunca en el Madrid había metido un gol desde una distancia tan corta), no tembló ante Rui Silva.

El croata se apuntó la diana y otra gran actuación, pero en las libretas quedó subrayada la asistencia del canterano, que de paso también evocó a Laudrup. En el arranque ya había sorprendido un par de veces metiéndose por el centro, al mejor estilo del desaparecido Marcelo, para desordenar el armazón local. Toda su pericia en ataque, eso sí, contrastó al rato con su parálisis en una jugada en la que terminó enjaulado y regalando una ocasión que Fede Vico, en otro ataque de lentitud, no acertó a rematar.

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El gol envalentonó al Granada, que ya sin nada que amarrar se lanzó a por las barbas de Courtois. La reacción tampoco disgustó a los muchachos de Zidane, que vieron la oportunidad de correr, y más con Vinicius en la pradera. La tuvo el brasileño, que aprovechó un robo en el medio para atravesar metros en libertad hasta llegar a la frontal del área y, cuando solo tenía que ajustarla, ese solo se convirtió en su habitual Himalaya. Su tiro lo agradeció Rui Silva.

Con Rodrygo la historia fue otra. Su compañero de camada dejó claro que su mirilla se encuentra mejor ajustada. Se aprovechó de una disputa ganada por Marvin y ajustó clínico al otro palo. No marcaba desde noviembre en San Siro. En medio, una lesión y un regreso intrascendente hasta su paso por Los Cármenes. La jugada había nacido de Marvin, que unos minutos antes había dispuesto de un tiro muy similar que terminó desenfocado. La bala tímida de Mallorca (sustituido al descanso por Odriozola debido a unas molestias en un isquio) y Miguel Gutiérrez como asistentes del Madrid más joven del curso (26 años y 18 días).

La reanudación siguió con el mismo paisaje. El Granada se afanaba y el Madrid percutía intentado sacar tajada de la ausencia en el centro de Yangel Herrera, un socavón que Eteki nunca acertó a aliviar. No habían pasado ni 20 segundos cuando la tuvo Valverde tras una jugada al primer toque con Benzema ejerciendo de base. Y de nuevo Vinicius, que la volvió a tirar al muñeco.

Sin tino para anotarse el tercero, el encuentro entró en una zona fronteriza, a expensas de noticias en el área. Luis Suárez se quedó preguntándose cómo no había sido capaz de embocar a portería vacía. Algo que no le sucedió a un casi cuarentón como Jorge Molina. Pilló a Odriozola pasmado y rebañó un rechace tras una buena parada de Courtois para dar un giro a la noche. El thriller, sin embargo, apenas duró dos minutos. Los que tardó el donostiarra en desquitarse a pase de Hazard y Benzema en agradecer un regalo de Rui Silva para ponerle el lazo a una noche que todavía dejó los dos paradones de rigor del meta belga. El Madrid no se rindió en Granada.

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