La pandemia de coronavirus y el consiguiente confinamiento han llevado consigo un debate abierto en torno a la situación de los niños en esta crisis; una polémica que se ha hecho patente desde el inicio del estado de alarma. Ocho millones y medio de menores en España fueron enviados a sus casas, sin colegio, sin ver a sus familiares no convivientes y sin relacionarse con sus amigos durante cerca de tres meses. Los niños y adolescentes empezaban así un camino que recorrían en unos pocos metros cuadrados, su hogar. La situación de confinamiento para ellos ha sido total durante dos meses.
Cómo lo han vivido y lo viven estos menores conlleva controversia desde entonces. Expertos que se preguntan qué ocurrirá con ellos cuando lleguen a la tan deseada nueva normalidad, si sufrirán o no secuelas o, la duda que ha planeado desde el inicio de la crisis, si son vectores de contagio o no. Los estudios al respecto de estas cuestiones son pocos, por lo que la falta de conclusiones categóricas ha dejado en el limbo a los niños que, como todos nosotros, no provocaron la pandemia, sino que se han chocado contra ella.
Antonio Figueras es biólogo y profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) del Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC), no es psicólogo ni epidemiólogo, pero su trabajo con virus y su afición por la lectura y el debate como científico ha despertado su interés sobre cómo están viviendo los menores esta crisis o, lo más importante, cómo y cuándo van a salir de ella: “¿Cuándo se va a liberar a los niños?”, se pregunta el experto.
“A los niños, en mi opinión, no se les ha tratado como ciudadanos de derecho, a pesar de que la evidencia científica que se ha ido acumulando en otros países concluía que de supercontagiadores nada. Obviamente pueden ser pacientes y se pueden contagiar. Hace tiempo que todo apunta a que no se contagian tanto y, cuando lo hacen, no tienen casi síntomas. Si tienen síntomas y acaban en el hospital, la carga viral es parecida a la de un adulto”, indica. En su opinión, sobre todo es una falta de interés.
“Es cierto que se ha generado alarma por la aparición de niños enfermos de covid-19 que desarrollaban síntomas de la enfermedad de Kawasaki que puede ser grave si no se trata a tiempo”. Esta patología es una afección que causa inflamación (hinchazón y enrojecimiento) en los vasos sanguíneos de todo el cuerpo. Ocurre en tres etapas y la fiebre persistente suele ser el primer síntoma. Suele ser más frecuente en los menores de cinco años. A este respecto, el experto reitera que “es preocupante, pero hay que tener en cuenta que los números son pocos y que hay tratamiento si se reacciona rápido”.
Y Figueras añade que, por ejemplo, para “Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Emergencias Sanitarias, la relación entre la covid-19 y la enfermedad de Kawasaki, podría tener una base sólida”. En cualquier caso, según indica, Simón ha asegurado que todavía se está estudiando esta posibilidad y por eso, entiende que “es peligroso sacar conclusiones antes de tiempo”. En la actualidad, existen diferentes estudios a nivel internacional que están analizando esta relación y, “de hecho, es la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) quien está coordinando el desarrollo de estos informes”, añade.
“Para mí, la pandemia ha convertido los supermercados y las terrazas en los nuevos parques de bolas de los niños. Y esto no debería ser así”, subraya el científico. “Los niños necesitan jugar y jugar con sus iguales. Tú imagínate que los niños fueran la bomba de esta pandemia. Pues habría solución. La comunidad de los niños es muy trazable. Se rodean de 10, 15, 20 personas y cuando hay un contagio tú eres capaz de testarlas y trazar ese contagio”, prosigue Figueras. “No entiendo yo esta historia con los niños, la verdad. Tenemos que dejarlos en paz”, incide.
“A los niños, en mi opinión, no se les ha tratado como ciudadanos de derecho”
Figueras ha tenido oportunidad de hablar con algunos científicos al respecto, algunos llegan a la conclusión de que “la preocupación por este colectivo es sana y normal, pero hay que explicar, por más contraintuitivo que parezca, que hasta ahora no hay evidencias científicas de que sean más peligrosos que los adultos”, vuelve a incidir el experto. Por todo esto, y desde que comenzó el estado de alarma, reconoce que el debate sobre los niños con otros colegas ha sido un tema recurrente. “He intercambiado ideas, estudios en contra y a favor de cómo se les ha tratado durante la pandemia y las razones que han llevado a tomar diversas decisiones”.
El experto expone que en contra del encierro de los niños ha podido consultar argumentos variados. Ha tenido la ocasión de consultar un estudio (Los niños no son supercontagiadores de la covid-19: tiempo para volver al cole). “En él, se resaltaba la falta de evidencia con la cual se ha asumido que los niños tienen un gran potencial de contagio de la covid-19, cerrando escuelas y encerrando a los niños en casa durante todo este tiempo. Incluso indica que la situación puede ser justo la contraria, que los menores tengan un rol irrelevante en la transmisión del virus, por lo que se cuestiona si cerrar escuelas compensa las terribles consecuencias que tiene a nivel de salud mental de los niños y de sus cuidadores, de la desigualdad que se genera en la educación, de los problemas de conciliación laboral, etcétera”. Y añade: “Un estudio del Ministerio de Sanidad revela que para 268 menores de 1 año, la prevalencia es del 1,1%; que para 1.693 menores de cinco años ha resultado ser del 2,2% y para los 2.857 de entre cinco años y nueve años, ha sido del 3%”.
“Habría que tener en cuenta las evidencias a la hora, por ejemplo, de planificar la vuelta al cole y a las guarderías”
“Entonces, ¿estamos tirando de presunciones para encerrar a los niños en casa?”, se pregunta Figueras. “Porque hay más estudios que sostienen que el papel de los niños en esta pandemia es irrelevante”. Por todo esto, “sigo preguntándome si estamos exigiendo más a los niños de lo que deberíamos, con las consecuencias que tiene para ellos y para la conciliación de sus padres. E, incluso, si la comunidad científica tiene algún interés en su bienestar o si son un sector de la sociedad que, simplemente, no interesa”, reitera.
Figueras explica que su opinión se basa en la bibliografía y experiencia de otros países en los que no se aplicaron a los niños medidas tan drásticas como en España: “Y por lo que he leído, no veo diferencias a peor en la evaluación de la epidemia por haber sido más laxos en las medidas de confinamiento de los más pequeños que en nuestro caso”. “Habría que tener en cuenta las evidencias a la hora, por ejemplo, de planificar la vuelta al cole y a las guarderías”.
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