El milagro de los libros: ¿cómo consiguió la industria editorial salir reforzada del año más negro?


Hace un año lo único que le preocupaba a la industria del libro era resistir a las plataformas audiovisuales, que en 2019 habían disparado por encima del 30% el número de usuarios que contrataban contenidos en streaming. Amazon mordía las ventas de las librerías y Netflix se quedaba con la atención de los lectores. “Teníamos una visión muy cerrada de nuestro oficio”, reconoce Álvaro Manso, portavoz de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL). Pero lo que llegó en 2020 no estaba en ningún plan. Esto fue lo que ocurrió.

Un confinamiento para leer

Las pérdidas previstas al inicio de la pandemia superaban el 40%, con las librerías cerradas casi tres meses, sin día del libro, sin Sant Jordi y sin Feria en el Retiro. Pero nadie vaticinó que la familia lectora crecería con la crisis del coronavirus. Según una encuesta de Conecta Research & Consulting, un 4% de españoles descubrió en los libros un placer. Antes del confinamiento los lectores frecuentes eran un 50%, y ascendió hasta el 54% con la reclusión. Frente a los 47 minutos de media en la antigua normalidad, en el confinamiento se dedicaron a la lectura 71 diarios. La media semanal llegó a las ocho horas y 20 minutos. La lectura digital creció en diez puntos (casi la mitad de los libros que se leyeron fue en este soporte) y la brecha de género se amplió más todavía: el 66% de las mujeres se reconocieron lectoras, frente al 48% de hombres.

El bum del préstamo digital

La pandemia ha provocado una profunda reflexión sobre objetivos y valores prioritarios. Así fue como la ciudadanía reforzó el préstamo bibliotecario, a pesar de que las bibliotecas estaban cerradas. La lectura derribó los muros de estos centros y llegó a los hogares durante el confinamiento. EBiblio –la biblioteca digital pública, bajo control del Ministerio de Cultura en colaboración con los servicios de bibliotecas de las Comunidades Autónomas– creció casi un 140% en los préstamos y un 120% en usuarios. Las administraciones invirtieron en compra de licencias para poner más títulos a disposición de los lectores. En Madrid, el incremento fue de un 152% respecto al año anterior, con una media de más de 4.000 peticiones de préstamo diarias. En Cataluña, el préstamo creció un 336%.

Y de repente, Amazon

El encierro fue bueno para los índices de lectura, pero sobre todo para Amazon, que no dejó de vender y entregar ni un solo día mientras las librerías cerraron casi tres meses. Esto creó el primer cisma en el mercado español entre los editores y los libreros. Los gremios de los editores han dado un paso adelante en defensa de Amazon, y han agradecido a la multinacional haber colocado sus productos a pesar de la pandemia. Dicen que gracias a su actividad se ha frenado el tortazo que preveían. La facturación solo será un 7% menor que en 2019.

Librerías, más cerca

Las librerías se han expandido a través de una vía no explorada en su reconversión como centros culturales, iniciada hace una década. La tienda era su único referente y el Sancta Sanctorum de los libros. Los libreros habían hecho de sus tiendas su único argumento para ser reconocidas como un bien de interés general. Hasta que tuvieron que cerrar. Entonces quedó en evidencia que su valor está más allá de sus paredes, que su importancia es su criterio, que los lectores necesitan sus recomendaciones. “Las librerías somos más cuidadas en los barrios y nos hemos expandido más allá de ellos gracias a nuestra llegada a las redes sociales”, explica Álvaro Manso. Invirtieron el flujo tradicional y se desplazaron a los hogares. No solo distribuyen contenido, lo generan y difunden. La culminación de este año ha sido el lanzamiento de Todostuslibros.com, la plataforma de las librerías independientes para servir libros en casa.

Plataformas de ida y vuelta

Un informe europeo indica que España es líder en Europa en pago por contenidos en Internet, gracias a la mejora de la calidad de la oferta digital. En la pelea por la captación del tiempo de los consumidores, la nueva industria del entretenimiento ha iniciado la descapitalización de la vieja industria, alimentando su éxito con sus historias y sus lectores. En la guerra del contenido es difícil determinar quién marca la agenda: el negocio editorial es garantista y poco arriesgado y sigue la estela de los hallazgos de Netflix (Tras el éxito de la serie Gambito de dama, Alfaguara anunció en diciembre la compra de los derechos de esa novela de 1983 de Walter Tevis). A su vez, Netflix recurre a los catálogos editoriales en busca de taquillazos.

Muchas redes, poca poesía

En España algo más del 51% de la población se declara no lectora. No hay suficientes nichos de consumidores que hagan sostenibles los balances editoriales anuales y saquen a los creadores de la precariedad. Espasa buscó en las redes sociales la veta dorada que sacara a la poesía de pobre y concedió su galardón a Rafael Cabaliere, ingeniero venezolano con cerca de un millón de seguidores. La idea era transformar en poesía unos textos de autoayuda muy aplaudidos. Pero el movimiento comercial no salió como se esperaba y se llegó a dudar, incluso, de la existencia del propio autor. El jurado del premio tampoco comulgó con la operación y terminó por airear las deliberaciones interesadas en publicar un título con más seguidores que lírica.

La precariedad de un Nobel

El día en que concedieron el Premio Nobel de literatura a la poeta estadounidense Louise Glück nadie en España esperaba que el galardón fuera a dejar al descubierto un modelo editorial tan asentado en la precariedad. Los creadores son mero relleno de catálogos cuyo único objetivo es no dejar de publicar novedades. Su editor en España, Pre-Textos, vendió más libros de Glück en horas que los que había colocado en años. Días más tarde, el agente de la escritora plantó a la editorial. Pre-Textos no pagaba los derechos desde hacía varios libros. La polémica desveló, además, anticipos de 300 euros por poemarios que no se reimprimen ni generan más beneficios a sus autores.

Más datos, menos riesgo

El crecimiento de la compra y la lectura digital durante el confinamiento ha dado la oportunidad a las editoriales de recolectar datos que hasta el momento no se habían investigado. En una industria cada vez más polarizada, los riesgos de inversión tratan de reducirse al máximo. Para saber si sus apuestas se convertirán en éxito, Penguin Random House ha acometido la operación de gestión de datos y marketing sobre consumidores más sofisticada de la historia de la industria. Rastrean 100.000 compradores de libros en los EE UU al momento, y han logrado una visión muy precisa sobre cómo respiran sus apetencias y cómo cambian sus demandas. En la pandemia pudieron comprobar en directo la venta de libros para hacer pan en casa o de historia que relacionaran el momento presente con el pasado. Esto les permite reaccionar al instante y abastecer sin riesgo a devoluciones de libros.

Al borde del monopolio

Una crisis también es una oportunidad para el más poderoso. Un año después de que Bertelsmann, el mayor conglomerado internacional de medios, comprara por 606 millones de euros Penguin Random House, el hasta entonces el mayor grupo editorial del mundo, con cerca de 320 editoriales, más de 600 millones de libros vendidos al año y sede en Nueva York, ha vuelto a mover ficha. ViacomCBS venderá a Penguin Random House la editorial Simon & Schuster por más de 1.600 millones de euros. Simon & Schuster es la tercera editorial más grande de EE UU, y publica a Stephen King o Don DeLillo. Cuenta con un fondo de más de 30.000 títulos. Si las autoridades antimonopolio no frenan la operación, estamos ante el nacimiento del primer megaeditor mundial.

El récord de los Obama

Las memorias del carismático expresidente de EE UU y de Michelle Obama le costaron en 2017 a Penguin Random House 55 millones de euros, un anticipo récord que se va a cubrir sobradamente. Los Clinton recibieron menos de la mitad por las suyas, en 2004, cuando Hard Choices pagó 12 millones de dólares de anticipo a Bill. A Hillary le entregaron 9,5 millones de euros por las suyas. Las memorias de Barack acaban de publicarse y el expresidente ha encendido el rodillo de la promoción de Una tierra prometida, que reconstruye su vida entre 2009 y 2017, a lo largo de casi 800 páginas. Va a convertirse en el libro más vendido de las Navidades, con una tirada que ha colapsado las imprentas: tres millones de ejemplares solo en EE UU. El día de su lanzamiento vendió 900.000 en 24 horas, y superó el récord de Mi historia, de Michelle, con 725.000 copias, que era desde noviembre de 2018 el libro de memorias más vendido de la historia, con 10 millones de ejemplares.

Así acabó 2020 y así se inaugura 2021: los editores brindan porque la caída no va a ser de más del 30%, sino de un 5%. Sin embargo, en la caída del comercio exterior del libro han acertado de pleno con una pérdida del 80% y unos 200 millones de euros respecto a 2019. “La gente ha descubierto en el confinamiento que las series no dan para más y han vuelto a los libros, el producto cultural más diverso y plural”, sostiene Antonio María Ávila, secretario de la Federación de Gremios de Editores de España, en plena negociación para lograr que el Estado recupere las partidas de compra de libros para sus bibliotecas. Los lectores han salido a salvar las librerías en cuanto han sido liberados de sus casas y estos comercios han descubierto un movimiento complementario, en parte digital, en parte ligado al activismo cultural de proximidad que seguirá desarrollándose en 2021.

Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.




Source link