Mark Drakeford (Carmanthenshire, Reino Unido, 68 años) es ministro principal del Gobierno Autónomo de Gales desde 2018. En un territorio con profundo sentimiento nacionalista, tan agitado por el Brexit como en Escocia o en Irlanda del Norte, resulta peculiar que sea un partido de ámbito nacional, el laborista, el que dirija la política del territorio. Tiene mucho que ver con el modo en que la izquierda ha sido capaz de abrazar la identidad y los sentimientos de los ciudadanos, sin hacer mucho ruido y con espíritu de colaboración con Londres. Una nación con tres millones de habitantes, de los que casi medio millón hablan la lengua propia. Ese, y otros muchos vínculos históricos y políticos, llevan esta semana a Drakeford al País Vasco, en una visita que comenzará el jueves.
Pregunta. Por fin comienza a levantarse el velo que sobre el Brexit pusieron conservadores y laboristas. ¿Ha tenido algo bueno?
Respuesta. Desde una perspectiva galesa resulta difícil ver alguna ventaja en el Brexit. Tenemos un porcentaje de producción industrial superior al del resto del Reino Unido, así como una industria agrícola y ganadera más amplia que en otras partes del país. El Brexit no ha hecho más que crear nuevas barreras para hacer más complicadas esas relaciones económicas.
P. El llamado Acuerdo Marco de Windsor, el pacto entre Londres y Bruselas para solucionar el encaje de Irlanda del Norte en la era post-Brexit, parece haber traído una era de mayor entendimiento.
R. Ha habido un cambio de tono, y el nuevo primer ministro [Rishi Sunak] ha demostrado un modo diferente de abordar la relación con nuestros amigos y colegas de la UE. Lo logrado es un punto de partida satisfactorio. Quedan muchas cosas por resolver, en términos comerciales, y el Acuerdo Marco de Windsor puede ser el arranque para solucionar otros muchos asuntos que no se concluyeron satisfactoriamente en las negociaciones.
P. El Brexit aceleró el independentismo en Escocia y la idea de reunificar las dos Irlandas. ¿Hay la misma inquietud en Gales?
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R. Yo no veo apetito para un proceso secesionista en Gales. Creo que tenemos claro que disfrutamos de lo mejor de ambos mundos. Tenemos una “devolución” [el término con que se conoce en el Reino Unido a la entrega de competencias a los gobiernos autónomos por parte de Londres] que es fuerte, aunque necesita ser protegida y reforzada. Y tenemos los beneficios de pertenecer al Reino Unido.
P. Pero…
R. Pero hay una serie de advertencias, claro. El Reino Unido debe ser una asociación voluntaria de naciones. Debe convencerse a los ciudadanos para que quieran permanecer en esa unión por una cuestión emocional, pero sin meter miedo sobre lo horrible que sería todo si hubiera una separación. Yo no quería que el Reino Unido abandonara la UE, ni quiero que Gales abandone el Reino Unido. En ese sentido, el Brexit tiene mucho de moraleja, para aquellos que puedan pensar que separarse del resto del país sería algo fácil de hacer.
P. En Irlanda del Norte el poder aspira a repartirse entre unionistas y republicanos. En Escocia domina el independentista SNP. El dominio del laborismo en Gales resulta una excepción.
R. Gran parte del éxito del laborismo en Gales, sobre todo desde que se puso en marcha el Gobierno Autónomo, tiene que ver con que hemos sido capaces de entender su identidad, y el papel que esa identidad tiene en la política. Somos un Partido Laborista muy galés, que tiene en cuenta todo lo que para los ciudadanos significa ser galés: nuestra historia, nuestra geografía, nuestra lengua. Todas esas cosas me importan mucho, e importan mucho a mi partido. No es necesario demostrar todo lo galés que eres votando a un partido nacionalista.
P. El líder laborista, Keir Starmer, ha prometido más devolución de competencias.
R. Recogió un informe elaborado por Gordon Brown [ex primer ministro laborista]. El objetivo es crear una unión donde la maquinaria de gobierno que nos una sea más potente. Pero dirigido todo desde una base de respeto mutuo. Ya hemos trabajado con gobiernos laboristas y conservadores. Todos ellos respetaban la autonomía de Gales, aunque tuviéramos desacuerdos. Incluso cuando choqué con Theresa May, por el modo en que quería afrontar el Brexit, me demostró un profundo respeto hacia la idea de la devolución de poderes. Fue a partir de 2019 cuando todo se estropeó, y debemos recuperar esa idea de respeto mutuo.
P. A partir de esa fecha llegó a Downing Street Boris Johnson, poco querido en Escocia, Irlanda del Norte o Gales. ¿Cuál será su legado?
R. No creo que la historia sea amable con Boris Johnson. Sobre todo, con esa política que intentó poner en práctica y que se definió como “unionismo muscular”. No dudo que su intención última era fortalecer la unión, pero lo hizo de un modo equivocado. Acabó convirtiendo al independentismo a muchas personas que, en principio, estaban en contra.
P. ¿En qué se equivocó?
R. En arrebatar las competencias, en exprimir la financiación, o en insistir en la imposición de una serie de símbolos culturales como la exhibición de enormes Union Jack (la bandera aspada del Reino Unido) en lugares donde molestaba a la gente. La mayoría de los galeses se sienten primero galeses y luego británicos. No quieren que un Gobierno que sienten muy lejos les imponga esos símbolos. Me temo que el modo en que Johnson intentó fortalecer la unión fue bastante contraproducente.
P. ¿Comparte el pesimismo actual sobre la situación económica del Reino Unido? ¿Es el enfermo de Europa?
R. Nadie debería infravalorar las fortalezas del Reino Unido. Sigue siendo una economía capaz de tener un futuro exitoso. La clave está en cómo abordas ese futuro, a la hora de resolver serios problemas, como la baja productividad. Y, desde luego, nos hemos hecho mucho daño al renunciar a la pertenencia a la UE. Ahora hemos roto los vínculos políticos que teníamos, pero deberíamos intentar no dañar las relaciones económicas. A partir del llamado Acuerdo Marco de Windsor debemos comenzar a reparar esas relaciones.
P. Viaja esta semana al País Vasco. ¿Cuál es el motivo de la visita?
R. Compartimos algunas cosas. Entre otras, el hecho de que en ambas partes exista una lengua dominante y otra autóctona, como es el caso del euskera en el País Vasco o el galés en Gales. El lehendakari [Iñigo Urkullu] ya estuvo en Cardiff antes de la pandemia, y tengo ganas de devolver la visita. Por los lazos históricos que nos unen, pero también por los desafíos contemporáneos que afrontamos los dos territorios.
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