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El momento para el MNAC


José Ángel Montañés

La colección del MNAC está formada por 280.000 obras, pero el 80% permanecen en la reserva a la espera de la tan necesaria ampliación. El resto, unas 56.000 piezas, se exponen en los 50.000 metros cuadrados del principal museo catalán, abierto en 1934 en el Palacio Nacional. Todas estas pinturas, esculturas, dibujos, grabados, monedas y fotografías, producidas entre los siglos XI y XXI por artistas no solamente catalanes, son fruto de un momento concreto del pasado de nuestra sociedad. Por eso saber cuándo, quién, cómo, dónde y por qué se hicieron ayuda a conocernos mucho mejor. Cualquier selección del universo artístico del MNAC está condenada a ser incompleta. Esta es solo una propuesta de la mano de algunas de sus estrellas:

Crist en Majestat, Sant Climent de Taüll (hacia 1123). Si el MNAC puede presumir de no tener rival es por la colección de pintura mural románica. Un conjunto formado por obras arrancadas de las iglesias del Pirineo para evitar su venta. De todas sobresale este icono del arte, donde destaca la mirada serena de Cristo durante el Juicio Final rodeado de evangelistas y ángeles, una obra excepcional que inspiró a Picasso y a Picabia. Como pasa con la Capilla Sixtina, está precedida de otros ábsides excepcionales, como el de Santa Maria d’Àneu y Santa Maria de Taüll, o de tallas como la Majestat Batlló.

Pinturas Sala Capitular, monasterio de Santa María de Sijena (1196-1220). Son una de las grandes obras de la pintura medieval con influencias de las miniaturas inglesas y del arte siciliano. Un incendio en 1936 las expuso a temperaturas de 1.000 grados, perdiéndose el 50% de ellas. Fueron arrancadas y llevadas a Barcelona, donde en los años sesenta se pasaron a lienzo y se colocaron en unos arcos que reproducían los originales. Pero se han hecho famosas por el litigio que enfrenta a Cataluña y Aragón por ellas.

Virgen de los “Consellers”, de Lluís Dalmau, (1443-1445). Es innovadora por su formato, lejos del retablo tradicional, por la técnica, pintada al óleo sobre madera de roble y no al temple, y por la composición, ya que los consejeros de Barcelona tienen igual tamaño que la Virgen. El pintor copió en esta obra para la capilla del Consell de Cent a Jan van Eyck, al que conoció en un viaje a Flandes en 1431 como pintor de Alfonso el Magnánimo. Firmada (algo raro) en la base del trono, preside la sala con algunas de las mejores obras del gótico catalán de Jaume Huguet, Bernat Martorell, Lluís Borrassà y Jaume Cascalls.

Descenso de Cristo al Limbo, de Bartolomé Bermejo (1474-1478). Es uno de los pintores más fascinantes del siglo XV. De este cordobés que pintó en toda la Corona de Aragón (quizá por ser judío converso) se conocen solo unas 20 obras. Y cuatro están en el museo. Las cuatro eran parte del Retablo de Santo Domingo de Silos, de Daroca, cuya tabla central está en el Prado.
La vicaría, de Marià Fortuny (1870). El museo tiene dos de las obras más icónicas de este pintor, considerado el mejor de su época, tras Goya: la enorme y bélica Batalla de Tetuán y la pequeña y delicada La Vicaría, ejemplo de virtuosismo y preciosismo. La obra, en la que se representa su propia boda con Cecilia de Madrazo, en 1867, ingresó en el museo en 1922 por suscripción popular tras reunir 300.000 pesetas para comprarla.

Ramon Casas y Pere Romeu en un automóvil, de Ramon Casas (1901). Si hubo un lugar que reflejó la modernidad en la Barcelona de inicios del siglo XX fue Els Quatre Gats. El pintor hizo dos obras que presidieron este café en momentos diferentes. La primera fue El tándem, de 1897, en la que Casas pedalea junto al dueño del local, Pere Romeu; posteriormente, en 1901, se sustituyó por este cuadro en el que los dos amigos van en coche junto a Ziem, el fox terrier del pintor.

Confidente de la Casa Batlló, de Antoni Gaudí (1904-1906). Para modernidad, diseño e innovación las de este arquitecto que llevó sus trabajos a límites de expresividad máximos. Creador total, puso el mismo empeño en sus edificios (siete de los cuales son Patrimonio de la Humanidad) que en los objetos y mobiliario que lo decoraban, como este sillón ergonómico en el que desnuda la madera de tapizados y ornamentos.

Desconsuelo, de Josep Llimona (1907). Considerada el paradigma de la escultura modernista esta delicada figura emerge del bloque de mármol con las marcas de trabajo. La escultura, que abrió el camino a las vanguardias artísticas, esconde su contenido dolor bajo la melena. Se creó para formar parte de un panteón, pero acabó en el estanque (hoy una copia) delante del Parlamento de Cataluña.

Granadina, de Hermenegildo Anglada-Camarasa (hacia 1914). Adscrito a la segunda generación de modernistas, expuso en todo el mundo entre 1900 y 1936 con gran éxito. De hecho, hoy es el artista catalán más cotizado junto a Miró y Dalí. El protagonismo de esta obra es el cromatismo del mantón, próximo al expresionismo, que muchos han comparado en trascendencia a La dama dorada de Klimt, de 1907.

La mujer impúdica, de Àngel Planells, 1933. El MNAC no tiene obras representativas de Dalí, pero sí de este surrealista que se introdujo en el movimiento de la mano de Magritte y Dalí, como se ve en esta obra donde la iconografía (paisaje, alusiones sexuales, formas blandas y metamorfosis) nos hace pensar en los dos. No extraña que algunas de sus obras hayan pasado por auténticos dalís.

Monique, primer bikini de Ibiza, de Oriol Maspons (1953). A partir de 1996 la fotografía está presente el museo con obras desde 1839 hasta la actualidad, reflejando, siempre, la modernidad. Como en esta foto de uno de los renovadores del lenguaje fotográfico en España, reflejo del aperturismo durante el franquismo tras la llegada de turistas, en diálogo con el pasado, representado por los dos militares.

Ente social, macramé de sisal y yute, de Aurèlia Muñoz (1976). Desde 2019 el MoMA de Nueva York cuenta con tres obras de esta creadora de un universo que cabalga entre la escultura, la arquitectura y el origami japonés; una de las mejores representantes del renacimiento que vivió el arte de la fibra desde 1969. El MNAC posee 25 obras suyas ahora en la reserva a la espera (junto con miles de piezas) de que el museo se amplíe y pueda explicar nuevas historias a través de su universo artístico.


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