Ícono del sitio La Neta Neta

El museo Thyssen reconstruye la colección del barón

Dos visitantes observan el cuadro ‘Arquitectura II’, de Lyonel Feininger.Fernando Alvarado / EFE

El colorido salvaje, el caos o la belleza son algunas de las muchas palabras que servirían para definir lo que supuso el expresionismo, el movimiento que, en sus diferentes versiones, se desarrolló en Alemania durante las primeras décadas del siglo XX. Se trataba de una manera de entender el arte que, como otras, fue calificado de degenerado por Hitler y que fue particularmente detestada por Heinrich Thyssen (1875-1947), iniciador de una colección en la que siempre prefirió el arte antiguo al moderno. Para él, el arte acababa en el siglo XVIII.

Sin embargo, hubo dos razones por las que el heredero de la colección familiar decidió volcarse en el expresionismo, en opinión de Guillermo Solana, director artístico del Thyssen. La primera, matar al padre, que le había hecho crecer con el mayor desprecio al arte moderno. Y, en segundo lugar, la entrada de obras repudiadas por los nazis le venía bien al barón para limpiar el nombre de la familia (su tío Fritz fue seguidor y patrocinador de Hitler).

En ese deseo de ruptura con el pasado, el barón Han Heinrich Thyssen Bornemisza adquirió una impresionante colección de obras que forman parte de la exposición Expresionismo alemán, que se puede ver en el museo madrileño desde hoy hasta el 14 de marzo. Se muestran 80 obras, de las que 44 proceden de la colección del museo, otras 18 son propiedad de su viuda, Carmen Thyssen, y están incluidas en el depósito temporal pendiente de resolución con el Gobierno de España. El resto han sido prestadas por Francesca y Alexander Thyssen, hijos del barón, que se exponen bajo el crédito Thyssen-Bornemisza Collections.

La exposición suple a la que el museo tenía previsto dedicar a Magritte, que queda pospuesta por la pandemia, y se adelanta así a los homenajes programados el próximo año para celebrar el centenario del nacimiento del barón, el 13 de abril de 2021.

Paloma Alarcó, jefa de Conservación de Pintura Moderna del Thyssen, ha dividido el recorrido en ocho secciones, en las que intenta desgranar el tipo de coleccionista que fue el barón a partir del proceso de creación de las pinturas, su relación con los marchantes y los proyectos expositivos que organizó para difundir su colección en el contexto internacional, hasta la venta de 775 obras al Estado español en 1993 por 350 millones de dólares (296 millones de euros).

Las paredes de las salas de la exposición recogen frases pronunciadas o escritas por el barón, en las que se resume su afán coleccionista y en las que habla de su relación personal con cada una de las pinturas que integran su colección. “Yo sentía en este arte un espíritu distinto, un espíritu de libertad que rompía totalmente con la tradición académica”, puede leerse al principio del recorrido.

Obras de Ernst Ludwig Kirchner, Van Gogh, Edvard Munch son algunos de los referentes de los que se sirve la comisaria para adentrar al espectador por el mundo de colorido salvaje y de subjetividad que más adelante se ve en óleos o acuarelas de Paul Klee, Wassily Kandinsky o Karl Schmidt-Rottluff. Generosamente representado está Emil Nolde, uno de sus artistas favoritos y “responsable” de la colección moderna del barón, ya que con la compra de su acuarela La joven pareja, en 1961, Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza se inició en el expresionismo.

Alarcó señala que el interés del barón se dirigió en primer lugar hacia las obras del grupo Die Brücke (El Puente), de Dresde, y más tarde en los componentes de Der Blaue Reiter (El Jinete azul), activos en Murnau y Múnich, así como en otros expresionistas. “Todos compartían una misma forma de entender el arte, que partía de la visión interior del artista y sustituía la imitación de la realidad por la invención de una realidad nueva”, resume Alarcó.

La espectacularidad de ‘Metrópolis’

La exposición incluye cinco pinturas que estuvieron colgadas en museos alemanes y que llegaron a ser requisadas por los nazis y después vendidas para recaudar fondos para la guerra. Una de las más espectaculares es Metrópolis, de George Grosz, adquirida en 1924 por la Kunsthalle de Mannheim y requisada en 1937 por considerarla “una herramienta de propaganda marxista contra el servicio militar”.

Fue una de las 6.000 que requisó el nazismo. Las otras piezas confiscadas son Nubes de verano, de Nolde (entró en la colección Thyssen-Bornemisza en 1972), Dos desnudos femeninos en un paisaje, de Otto Mueller; Feria de caballos, de Max Pechstein, y Cabeza de mujer (Retrato de Siddi Heckel), de Erich Heckel.


Source link
Salir de la versión móvil