Un total de 128 elefantes han muerto en Zimbabue desde el pasado agosto debido a los efectos de la sequía provocada por el fenómeno meteorológico El Niño, informó este lunes la Autoridad para la Gestión de Parques y Vida Salvaje de Zimbabue (ZimParks).
“Hemos perdido 128 elefantes desde agosto hasta la fecha, principalmente en el Parque Nacional de Hwange (oeste). La sequía alcanzó su punto álgido en noviembre, cuando perdimos una gran cantidad de elefantes”, dijo a EFE el portavoz de ZimParks, Tinashe Farawo.
“Los elefantes más afectados son los viejos y los jóvenes, que no pueden viajar largas distancias hasta los pozos de agua y han sucumbido fácilmente a la muerte debido a los efectos de la sequía”, subrayó Farawo.
Zimbabue lanzó el mes pasado un programa para sacrificar a casi 1,000 elefantes con el fin de reducir la presión sobre los recursos naturales y proporcionar carne a las comunidades locales que sufren la sequía provocada por El Niño.
Según el ministro de Medio Ambiente, Sithembiso Nyoni, el sacrificio ayudará a descongestionar los paisajes del país, que cuenta con una población de unos 100.000 elefantes, además de reducir los conflictos entre personas y animales salvajes.
Más de 30 millones de personas en el sur de África se han visto afectadas por la sequía provocada por El Niño, que consiste en un cambio en las dinámicas atmosféricas ocasionado por el aumento en la temperatura del océano Pacífico, informó la ONU el pasado junio.
El creciente impacto de este fenómeno meteorológico ha provocado un grave déficit de precipitaciones en el sur de África, con temperaturas que se situaron cinco grados por encima de la media.
Zimbabue es hogar de la segunda mayor población de elefantes africanos de sabana en el continente.
El número de estos animales en África disminuyó un 60 % durante los últimos 50 años, según los datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), lo que empujó a la institución a declararlos en peligro de extinción.
Sus principales amenazas son la pérdida de sus hábitats y la caza furtiva incentivada por la demanda del marfil, procedente sobre todo de algunos países asiáticos.
Los colmillos de los paquidermos se venden para ser transformados en figuras, esculturas, pulseras, collares u otros adornos exclusivos.
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