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El nuevo mapa político de Biden y Harris


Joe Biden se ha convertido en el candidato más votado de la historia de Estados Unidos. El que fue vicepresidente de Barack Obama ha roto la barrera impuesta en 2016 por Hillary Clinton que, pese a ganar la elección en número de votos (más de 61 millones), no pudo llegar a la Casa Blanca. Un hombre blanco de 77 años reescribe ahora el relato para su partido, que ha superado los 73 millones de votos. El actual éxito, de la mano de la senadora Kamala Harris, se construyó con la reconquista del Medio Oeste, perdido en la ola populista encabezada por Donald Trump. Una potencial victoria de Biden ajusta el mapa político de Estados Unidos durante los próximos cuatro años. A continuación, algunos puntos de la nueva configuración.

El Cinturón del Óxido se vuelve al azul

Llevó varias horas, pero Biden pudo finalmente inclinar la balanza en el Medio Oeste. Han sido días de un recuento agónico que terminó por decantar a los demócratas Míchigan y Wisconsin. Pensilvania aún queda por conquistar. Los Estados forman el llamado Rust Belt, el Cinturón del Óxido, junto a Indiana y Ohio, que Donald Trump ha retenido. Esta zona industrial era un sólido bastión demócrata, que encontraba en la clase baja trabajadora un granero de apoyos. Hace cuatro años, sin embargo, la región se apuntó al experimento Trump, agobiada por décadas de declive y de pérdidas de empleos trasplantados a otros lugares del mundo donde la mano de obra es más barata. Las regiones dieron un voto de confianza al atípico candidato republicano, que prometió defender a todos los olvidados del ámbito rural.

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El cambio de sentido del voto no significa que la población rural haya cambiado de opinión. Estos territorios siguieron apoyando a Trump mayoritariamente. Las zonas urbanas, mucho más diversas y con más peso electoral, se volcaron en favor de Biden. Es el caso del condado de Kent, en Míchigan, donde Trump cerró su campaña la noche del lunes. Buscaba repetir el camino trazado hace cuatro años. Allí cerró y ahí ganó. Pero Grand Rapids, la ciudad principal del condado y sus suburbios, le ha dado la espalda votando a Biden. En Wisconsin, el demócrata aumentó los resultados de Hillary Clinton en las ciudades más señeras.

Conquistas del sur

Georgia vota republicano desde hace 24 años. La última vez que respaldó a un candidato demócrata fue a Bill Clinton, un sureño de Arkansas. Biden, sin embargo, ha obtenido importantes victorias en las principales ciudades del Estado, mejorando por mucho la actuación de Hillary Clinton en 2016 en la región. Si se superpusiera el mapa de los triunfos de la secretaria de Estado de Barack Obama sobre el de Biden no se notarían muchas diferencias. No hubo condados que saltaran de bando. La participación sí cambió e impulsó con fuerza al demócrata. Biden superó el millón de votos en la zona metropolitana de Atlanta, la más grande del Estado. Hace cuatro años, Clinton apenas superó los 800.000 sufragios en esa zona. Lo mismo pasó en otros centros urbanos de la región.

La llegada de nuevos perfiles de votantes explica el cambio. Son más jóvenes y tienen estudios universitarios. Esto marca una línea con las zonas rurales de uno de los Estados que formaron parte de la Confederación. No solo la demografía explica esta historia. Georgia tiene una mayoría blanca, pero el 51% de los habitantes de Atlanta son afroamericanos. La tensión racial y la falta de representación sufridas a lo largo de la Administración Trump también han sido un factor para la votación en masa de las minorías. En 2018, Stacey Abrams, una activista de los derechos de la comunidad, intentó convertirse en gobernadora por el partido demócrata. No lo logró, pero su esfuerzo llevó a 800.000 personas a registrarse como nuevos votantes. Y este martes han votado por primera vez.

Otros feudos tradicionales para los republicanos están viviendo transformaciones similares. Es el caso de Texas, que se daba por descontado que se pintaría de rojo la noche electoral. La pregunta es por cuánto tiempo más. La brecha entre demócratas y republicanos se ha ido cerrando gracias a comunidades cada vez más diversas. Mitt Romney ganó el Estado con una diferencia de 12% de los votos sobre Obama. Trump lo hizo sobre Clinton con un 9%. A la espera de los resultados finales, Biden ha recortado la diferencia a 6%. Texas tiene 254 condados. El peso electoral se concentra en 27, que producen el 69% de los votos de este territorio en el que viven 29 millones de personas. Allí están los grandes núcleos urbanos, como Dallas, Houston, Austin, San Antonio y El Paso. Todas tienen una creciente población hispana, cada vez más implicada políticamente.

Los latinos prueban su fuerza

El voto latino ha sido determinante tanto en Florida, al este, como en Arizona, al oeste. La batalla en estos Estados demuestra que los políticos no pueden considerar al votante hispano como un bloque monolítico. En Florida fueron una herramienta para el triunfo de Trump, principalmente en el condado de Miami-Dade. Allí lo respaldó el 55% de la población de origen cubano. El número disminuye al 30% entre los puertorriqueños y al 48% entre otros, según encuestas publicadas por la cadena NBC.

En Arizona, en cambio, fueron un instrumento para impulsar a Biden. Los latinos representan el 23% del electorado en este Estado fronterizo que, a excepción de Bill Clinton en 1996, vota por los republicanos desde 1952. El discurso racista de Trump y las políticas de inmigración impulsadas por los sectores más radicales de la Administración movilizaron a esta minoría, principalmente de origen mexicano. Seis de cada 10 votaron por la fórmula de Biden y Harris en el condado de Maricopa (Phoenix), donde se concentra el 60% del voto del Estado. Al esfuerzo latino se le sumó una coalición de republicanos desencantados con Trump, liderados por Cindy McCain (viuda del senador John McCain). Esta puede ser una de las sorpresas más insospechadas en la elección de un país que ha cambiado.

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