Durante muchos años, el Estado de Guerrero ha sido sinónimo de violencia y muerte. Ahora, los índices delictivos van a la baja, mención especial para los delitos de alto impacto, caso de los asesinatos. El obispo de Chilpacingo, Salvador Rangel (75 años), defiende que la situación está mejor porque los criminales al mando de la región centro, Los Ardillos, son “buenos”. O al menos mejores que los de antes.
Rangel defiende el diálogo y la intermediación con la delincuencia como única vía para la paz. “Hay que buscar una solución, un camino de salida. Siempre va a haber negocio alrededor de lo ilícito. Y ya con una vida que se salve, pues ya justificaría mi modo de ser”, argumenta. Sorprende la franqueza del obispo, que apenas pide la omisión de algunos nombres o detalles de negociaciones concretas, más por vergüenza que por seguridad.
A punto de dejar la diócesis después de seis años en el cargo, el jefe de la Iglesia en la zona recibe a EL PAÍS, donde aborda cantidad de temas, aunque siempre alrededor de Los Ardillos. En enero, dos integrantes de las autodefensas de una comunidad de Chilapa, cerca de Chilpancingo, desaparecieron presuntamente por órdenes del grupo criminal. En febrero, autoridades federales tomaron Quechultenango, bastión de Los Ardillos, donde registraron varias casas. Expulsados por vecinos del pueblo, los militares encontraron droga, armas y tres tigres.
Pregunta. ¿Vio que en los cateos encontraron tres tigres?
Respuesta. Ah, sí, sí.
P. ¿Sabe para qué los tenían Celso Ortega y compañía?
R. No sé, no les he preguntado. Como iba con gente el otro día que los vi me dio vergüenza preguntar. Me llama la atención claro, porque el detalle… Yo conozco la casa de Iván, el hermano de Celso [Ortega, líder de Los Ardillos], he ido dos veces a comer allí, pero no tienen animales. No sé por qué tendrían los tigres allí. Se me hace extraño.
P. Hay quien dice que los usaban para desaparecer restos humanos. ¿Le parece factible?
R. Yo creo que utilizan otro método. Los ácidos. Porque hay personas que me han pedido recoger los restos de sus familiares. Y cuando les he preguntado me han dicho, ‘ya no se puede, se disolvieron’.
P. Entonces los tigres son solo animales de compañía.
R. Animales de compañía exóticos. Pero un día yo les voy a preguntar.
P. El otro día hubo una manifestación en Quechultenango, gente enfadada con militares por ejecutar varios cateos. ¿Cómo se entiende eso?
R. Mire, yo les decía que el que organizó los grandes mítines en favor del PRI y del candidato Mario Moreno [durante la campaña electoral el verano pasado] fue Celso Ortega. Entonces, el gran mitin, el mejor que ha tenido el PRI, fue en Quechultenango. Le pegaron un gran susto a Morena, estuvo a punto de perder. Y para mí, esto de los cateos fue una venganza de Félix Salgado [candidato de Morena, que delegó en su hija, actual gobernadora] contra ellos. Por eso mandaron al Ejército y la Guardia Nacional.
P. Usted llegó al cargo en 2015. ¿Qué recuerda de las primeras semanas? ¿Ya conocía la región?
R. Realmente no. Yo venía de una arquidiócesis un tanto marginada, Huejutla, en la Huasteca hidalguense. Cuando le avisé de dónde iba, un obispo resumió muy bien cómo era mi nuevo destino. Me dijo, ‘vas de Guatemala, a Guatepeor’.
P. Suena complicado.
R. Pero al llegar aquí no encontré las cosas tan difíciles como me habían dicho. Y algo curioso que voy a confesar. No lo he dicho. Yo tuve cierta relación con narcotraficantes de Hidalgo. Cuando yo venía para acá, ellos se comunicaron con los señores de aquí. Y la cosa es que cuando yo llegué a Chilpancingo, en vez de recibirme el clero, me recibieron los narcotraficantes. La primera comida que tuve aquí fue con ellos.
P. ¿Cómo? ¿Quiere decir que se vino desde Hidalgo con los narcotraficantes?
R. Sí, sí
P. Pero, ¿por qué?
R. Porque se ofrecieron
P. Pero, ¿la Iglesia no tiene medios de transporte?
R. Bueno, sí, pero es que ahí tenía un buen amigo en Hidalgo, un político que además está haciendo otras cosas (sonríe). Y se ofrecieron a custodiarme, a traerme. Y sobre todo, ya habían hecho un arreglo con algunos narcotraficantes de acá y me dijeron, ‘señor Obispo, no se preocupe, está en buenas manos’.
Salvador Rangel junto a su perro en la casa episcopal.Teresa de Miguel
P. Un grupo de narcotraficantes de Hidalgo le entregó a otro de Guerrero.
R. Pero pacíficamente.
P. Y usted, ¿cómo se siente al respecto? De cara para fuera suena raro.
R. Yo pienso que hay algo más fuerte: la amistad, el servicio, el acercamiento. Estos señores me querían proteger, los de Hidalgo. Por eso me trajeron acá, para protegerme, con su grupo aliado de acá.
P. Ah, ya.
R. Mi labor en este tiempo ha sido de mediación. ¡Hemos salvado a mucha gente de morir! Por ejemplo aquel arquitecto de Chilapa que levantaron hace cinco o seis meses. Ya a punto de asesinarlo lo salvamos. Lo logramos. Y poco después, hace dos meses, a dos muchachos que distribuían el ice, la droga. Luego los narcos bromean conmigo, ‘ay señor obispo, ya no nos esté diciendo que les perdonemos. ¿Por qué les tenemos que perdonar?’
P. Y usted, ¿qué les dice?
R. Les digo, ‘hombre, una obra buena que hacen’… Está muy duro que estén distribuyendo la droga, sobre todo el ice. Y luego hay otra droga muy fea que fabrican allá en la sierra que se llama China White, que combina heroína con fentanilo…
P. A los narcos de los que usted habla, ¿no les gusta que se venda ese tipo de droga, o quieren controlar su venta, o cuál era el problema con esos muchachos que la vendían?
R. Es que envenenan a los jóvenes. Y los narcos no quieren que se distribuya droga aquí. De hecho, ellos no fabrican droga. Los Ardillos no fabrican droga. Su negocio no está ni siquiera en Guerrero. Lo tienen fuera.
P. ¿Y cuál es?
R. Pues, no ha de ser el Viacrucis y el Santo Rosario, ¿no?
P. Bueno, entonces, si no tienen negocios en Guerrero, ¿para qué se andan peleando por aquí?
R. Bueno… Es que la pelea es otra cosa. Políticamente, Los Ardillos apoyaron al PRI. Es lo que declaré: Morena por poquito pierde la elección por los votos que consiguieron ellos para el PRI.
P. En Chilapa acusan a Los Ardillos de decenas de desapariciones, policías comunitarios les acusan también de…
R. Bueno, pero en Chilapa es José Díaz Navarro [líder de la organización Siempre Vivos, que ha peleado durante años por la búsqueda de desparecidos de Chilapa] el que acusa. A él le mataron dos hermanos Los Ardillos. Pero fue por andar distribuyendo droga. Pregunten si no.
P. Pero usted, ¿cómo sabe eso?
R. Todo el mundo lo sabe en Chilapa. Y es un coraje muy personal de Díaz Navarro contra Celso y Los Ardillos. ¿A dónde voy? A que en Alcozacán, Rincon de Chautla o Ayahualtempa [poblados de Chilapa defendidos por policías comunitarias cercanas al veterano grupo de autodefensas de la CRAC-PF] las policías comunitarias están divididas por cuestión de dinero. En el fondo, Morena apoya las policías de estas comunidades, porque los que están ahorita imperando son los del PRI. Y lo que quiere Morena es meterse en esos sitios, en esas comunidades. ¿Cómo? Dándoles dinero a esos señores.
Yo he hecho declaraciones duras contra ellos, los comunitarios. Por ejemplo cuando mataron a aquellos diez músicos [en enero de 2020, presuntos integrantes de Los Ardillos mataron a un grupo de músicos de una comunidad controlada por la policía comunitaria]. Yo dije que fue un autogol.
P. ¿Un autogol?
R. Sí, que ellos mismos fueron los que los asesinaron. Los comunitarios. Y luego mataron a otros cuatro de Alcozacán.
P. ¿Por qué iban a hacer eso?
R. Por llamar la atención.
P. Es un poco drástico, ¿no?
R. En nuestro pensamiento sí, pero en el suyo no. Lo que quieren es un show mediático. Se lo he dicho a ellos. Un show para que les den dinero. Andaban ahora que se querían levantar otra vez, pero se calmaron, ¿por qué? Porque les dieron dinero y arreglado el asunto. O si no es que yo estoy drogado.
P. Veamos… Por lo que usted cuenta, parece que Los Ardillos son muy buenos y los comunitarios malos, o no malos, pero únicamente interesados en dinero.
R. Sí, sí.
P. ¿Se siente cómodo con eso?
R. Me siento cómodo porque conozco a estos señores [Los Ardillos]. Que los acusen de un secuestro. No hay. De cobro de piso. No hay. Sí, ha habido asesinatos. Y yo pido explicación, por qué. Y me las dan.
P. Y cuando le cuentan esas cosas, ¿usted qué les dice?
R. Dios mío, como San Francisco, padre nuestro que estás en los cielos. Yo no me puedo meter, pero lo que veo es más orden, más disciplina. Y por ejemplo, hace cinco meses [Los Ardillos] mataron a un joven de buena familia en Chilapa… Es que él también se dedicaba a distribuir la droga. Los papás estaban en Estados Unidos y él se dedicaba a distribuir droga. Entonces, ahí está. ¿O quién va a arreglar estos asuntos de que ya no distribuyan droga, de que ya no secuestren?
P. Pero señor Obispo, ¿usted por qué les cree? Porque todo esto que usted dice es porque ellos se lo cuentan. ¿Por qué les cree?
R. Mire, la cosa es que hace seis o siete años, la situación era terrible con el Chaparro Zenén [líder del grupo criminal Los Rojos en Chilapa, detenido en 2019]. Ahorita está en la cárcel. Y yo tengo que proceder de alguna manera. Y lo que yo veo es que [Los Ardillos] tienen credibilidad.
Salvador Rangel, el obispo de Chilpancingo, durante una entrevista con EL PAÍS.Teresa de Miguel
P. Pero le han confesado asesinatos.
R. Bueno, eso es una muestra de confianza. Yo les pregunto para darme una idea de cómo van las cosas, cuál es la solución. Por ejemplo, yo les agarré confianza cuando hace tiempo secuestraron a la hija de la secretaria de la catedral en Chilapa. Porque la muchachita andaba en drogas.
P. Bueno, pero eso le dijeron, ¿o tenía evidencia?
R. Sí, sí, sí. Era una muchachita loca. Y yo les pedí que la soltaran y la soltaron. Y fue cuando empezamos a tener esa… Cuando yo les empecé a creer en ellos. Eso fue hace cinco años. Ahora, mire, hace seis años, si ustedes recuerdan, Chilapa era algo terrible.
P. Fue cuando Los Ardillos desaparecieron a un montón de personas en el pueblo.
R. Acuérdese que… No se podía ir siquiera de Chilpancingo a Chilapa. No se podía ir por esa carretera. Y un tiempo se paró el tráfico, porque estaban asesinando a los choferes de las rutas. Entonces, todos los concesionarios de transporte público fueron a verme a mí. Yo fui a ver a estos señores [Los Ardillos], y me dijeron, ‘mire, señor obispo, arreglamos la cosa muy sencillo, que ya no maten indígenas y que ya no metan armas a la sierra’.
P. Pero a ver. ¿Los Ardillos acusaban a los concesionarios de las rutas de matar indígenas?
R. Sí, a los dueños.
P. Pero, ¿a quiénes, dónde, en qué contexto?
R. En toda esa zona, los mataban por cualquier cosa. Me dijeron dos condiciones, que no maten indígenas y que no trafiquen armas. Y yo se los dije a los de las rutas. Porque ellos lo que hacían es que los choferes sacaban la droga de la montaña, sobre todo marihuana, y la metían acá en Chilpancingo. Y de aquí sacaban armas y las llevaban a Chilapa. Y fíjese, les llegaron a confirmar tres arsenales de armas a Zenen Nava. Eso confirmó mi teoría.
P. O sea, usted dice que los de las rutas trabajaban para Zenen, para Los Rojos.
R. Él era el dueño. Pero esa es otra historia. En eso, quemaron también dos camiones por aquí por Tixtla [vecino de Chilpancingo]. Vinieron a verme los concesionarios. Y yo fui a preguntar. Y Los Ardillos simplemente me dijeron, ‘traían armas’. Pero logramos restablecer el transporte. Y confiando en mí los señores, tanto los concesionarios como los narcotraficantes. ¡Y yo siento tanta alegría de ver ahora circular los camiones! Ni privados había, todos tenían miedo. Porque, ¿cuál fue el método que siguieron Los Ardillos? Mataron a los choferes. No hay chofer, no se mueve la unidad.
P. Y esa cercanía con Los Ardillos, ¿no ha existido con otros grupos? Los Rojos por ejemplo.
R. Porque ese periodo que le digo de hace cinco o seis años, es cuando estaba el problema difícil y yo acababa de llegar. Y yo no tenía esa relación con Zenén. Solo sabía que mataban y mataban y cobraban piso. Ya tenían asolada Chilapa y Chilpancingo. Eran los dueños. Pero bueno, no son solo Los Ardillos, hay todavía una bonita amistad con los de Chichihualco, con Isaac Navarrete. Trabajé bastante con él. Luego lo desplazó otro grupo. Pero acabo de platicar con él y está vivo.
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