El opositor ruso Navalni pone fin a su huelga de hambre después de 24 días

El líder opositor ruso Alexéi Navalni ha anunciado este viernes que pone fin a su huelga de hambre después de 24 días. El crítico más destacado del Kremlin, que cumple dos años y ocho meses de prisión y que adoptó la medida de protesta para exigir la visita de médicos especialistas de su confianza, ha explicado que ha decidido abandonar la huelga porque ha logrado que facultativos “civiles” le revisen y por consejo de sus propios doctores que, comprobando los análisis del opositor entregados por la familia, le pidieron que interrumpiese la medida de protesta porque su vida corría serio peligro.

“Los médicos en los que confío completamente emitieron un comunicado ayer [jueves] de que hemos logrado lo suficiente para que yo termine la huelga de hambre”, dice Navalni en una publicación de Instagram.” Y para ser honesto, sus palabras de que ‘muy pronto no habrá nadie a quien tratar’… merecen atención “, sigue el opositor, de 44 años, que se recuperó en Alemania de un envenenamiento casi mortal sufrido el pasado agosto en Siberia y tras el que Occidente ve la mano del Kremlin.

No obstante, no todas las demandas del activista anticorrupción se han cumplido. Navalni exige todavía la visita de un médico especialista independiente para tratarse del fuerte dolor de espalda que sufre desde hace semanas y el entumecimiento de brazos y piernas. “Gracias al enorme apoyo de buenas personas en todo el país y en todo el mundo hemos logrado un gran progreso”, dice el opositor en Instagram, el canal que ha elegido para comunicarse con sus seguidores gracias a su equipo – que sube los comentarios que entrega a sus abogados— y en el que sigue manteniendo informados a sus millones de seguidores con mensajes en tono irónico, cómico y de humor negro característicos del opositor.

El equipo de facultativos que sigue a Navalni desde hace años ha reclamado este viernes que las autoridades ingresen al opositor en un hospital civil de la capital rusa y que abandone el pabellón médico de una cárcel de alta seguridad en el que permanece desde el lunes, hasta donde fue trasladado desde la colonia penal IK-2, en Parkov, en la región de Vladímir, a unos 100 kilómetros de Moscú, donde cumple condena desde mediados de marzo. Los sanitarios piden también que un comité médico variado y con presencia de especialistas internacionales estudien al político, temen que parte de sus problemas sean consecuencia todavía del envenenamiento con una neurotoxina de uso militar de la antigua URSS que casi le cuesta la vida, que le tuvo en coma una veintena de días y que le provocó trastornos neurológicos. Han alertado de que los resultados de las pruebas médicas muestran que está en riesgo de insuficiencia renal inminente e incluso de problemas de corazón.

Más información

Mientras, la defensora del pueblo de derechos humanos del Kremlin, Tatiana Moskalkova, ha asegurado que la vida de Navalni no está en riesgo y que está recibiendo toda la atención necesaria, incluido un goteo intravenoso.

Navalni, en un tribunal de Moscú, el pasado 20 de febrero.
Navalni, en un tribunal de Moscú, el pasado 20 de febrero. KIRILL KUDRYAVTSEV / AFP

La negativa de las autoridades rusas a dejar que el opositor reciba a sus médicos en prisión y el tratamiento de un especialista de su elección había motivado la huelga de hambre del político y también la crítica internacional hacia el Kremlin. La Unión Europea había exigido a Rusia que garantizase la atención sanitaria adecuada a Navalni y Estados Unidos advirtió a Moscú de que habría “consecuencias” si el opositor moría en prisión. Además, docenas de figuras públicas, entre ellas cinco Premios Nobel de Literatura, se habían sumado a la reclamación e instaron al presidente ruso, Vladímir Putin, en una carta abierta, a que asegure el tratamiento médico inmediato a Navalni. El caso del opositor ha aumentado las tensiones entre Rusia y Occidente en un momento en que sus relaciones pasan por el peor momento desde la Guerra Fría.

En los últimos días, además, otras personas —como varias madres de una asociación de víctimas de la masacre de la escuela de Beslán, en Osetia del Norte— se habían sumado a la huelga de hambre del opositor por solidaridad. Y eso, ha dicho Navalni, ha sido otra de las razones para dejarla, ahora que una de sus reclamaciones se cumplió. “Mi corazón está lleno de amor y gratitud por ustedes, pero no quiero que nadie experimente sufrimiento físico por mi culpa”, ha dicho el opositor, que ha resaltado el “orgullo y la esperanza” al enterarse por sus abogados de que miles de personas habían salido el miércoles en varias ciudades de Rusia para apoyarle, pese al aumento de la represión por parte de las autoridades, que detuvieron a unos 1.900 manifestantes en distintas localidades.

Navalni cumple pena en una colonia penal conocida por su severidad, y sus prácticas para aislar psicológicamente a los reclusos, condenado por quebrantar la libertad condicional de una sentencia antigua (y considerada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos “arbitraria e injusta”) mientras estaba en Alemania hospitalizado en coma, primero, y recibiendo tratamiento para recuperarse del envenenamiento, después. El 17 de enero, cuando ya le habían imputado, regresó a Moscú desde Berlín y fue inmediatamente detenido. El martes, cuando las voces internacionales e internas que exigían que recibiese tratamiento médico adecuado se multiplicaban, las autoridades rusas permitieron su traslado momentáneo a un hospital civil y le hicieron varias pruebas.

Mientras Navalni está preso, las autoridades han estrechado el cerco contra sus aliados y su organización y tratan de estrangularla. A las detenciones y medidas de arrestos domiciliarios contra los principales miembros de su equipo, para sofocar su voz y mantenerlos alejados de las calles, las autoridades buscan sumar otra medida represiva más contra la Fundación Anticorrupción (FBK) del opositor y sus sedes de campaña regionales. La Fiscalía ha propuesto incluirlas en la lista de “organizaciones extremistas” una designación que supondría no solo su ilegalización, sino que sus empleados y voluntarios podrían enfrentarse cuanto menos a cuantiosas multas e incluso a condenas de cárcel.

El caso se verá la semana que viene en un tribunal de Moscú con pruebas contra el FBK declaradas clasificadas y por tanto secretas. Una condena contra la organización —que ha revelado importantes escándalos de la corrupción de la élite política y económica de Rusia— supondría la medida represiva más fuerte contra un movimiento opositor en décadas.


Source link