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Es una cifra que ha empezado a preocupar. ¿Cuántos médicos hay en España? Desde hace un año, cuando la covid-19 estresó hasta el límite el sistema sanitario, se coló en todas las informaciones, las tertulias de expertos y las conversaciones cotidianas… España cuenta con casi 40 médicos por cada 10.000 habitantes. En Mozambique, entre los 10 países más pobres del mundo (en la posición 181 de 189 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU), ese dato era ya mucho antes de la pandemia foco de atención, por ser crónicamente escaso. La graduación de facultativos del país africano era noticia, pues dispone de apenas 0,8 médicos por 10.000 habitantes, según últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de 2018. En total, 2.473 para una población de 29,5 millones ese año, de los que solo 778 eran especialistas.
FOTOGALERÍA | La carencia crónica de la sanidad de Mozambique
Con estos recursos, el país ha enfrentado una pandemia que hasta el pasado enero no les había atacado con fuerza ―a 13 de marzo registraba 64.004 casos confirmados y 719 fallecidos por la covid-19―, pero que desde 2021 ha empezado a causar mayores estragos (45.000 positivos se corresponden a los últimos tres meses). Las primeras vacunas, donadas por China, llegaron al país este febrero. Si bien, la campaña de inmunización se encontrará con los problemas de distribución habituales: falta de personal, instalaciones ―el 40% de la población reside a más de diez kilómetros del centro sanitario más cercano― y mantenimiento de la cadena de frío. De momento, los profesionales de primera línea han sido vacunados. “Todos en el Hospital Central de Beira, al menos, todos lo que han accedido”, confirma Bonifacio Cebola, director docente del centro.
La formación de médicos y especialistas es vital para este país donde, hasta que la covid-19 concentró toda la atención, la realidad epidemiológica estaba cambiando. “El sistema nacional de salud fue preparado para las enfermedades transmisibles como la malaria, la tuberculosis y el VIH. Pero empiezan a emerger otras dolencias no transmisibles como la diabetes y la hipertensión”, explica Mouzinho Saide, director general del Hospital Central de Maputo, el más grande del país. “Hay que adecuar el servicio al nuevo panorama. Pero encontramos que el personal no está formado para eso. La cobertura sanitaria es baja y el proceso para incrementarla es lento. Las unidades de atención periféricas no tienen medios para todas las dolencias”, sigue.
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Para agilizar el fortalecimiento del sistema sanitario, se lanzó en 2010 un Plan de Formación Acelerada. “Hace 25 años había una universidad, ahora siete”, rememora Saide. Las cuentas son sencillas: cada médico y especialista mozambiqueño formado puede instruir a varios más cada año. “Ahora salen unos 20 o 30 especialistas de aquí del Hospital Central de Maputo, aspiramos a duplicar e incluso triplicar esa cifra en un quinquenio”, calcula el director del centro.
Para una primera etapa, el país necesita de apoyo docente extranjero hasta que alcance una masa crítica de nacionales que hagan el sistema sostenible con recursos humanos locales. Con apoyo de la cooperación internacional, Mozambique ha duplicado con creces el número de médicos en una década (en 2009 había 1.042), a la par que el personal expatriado cubre carencias en materia de atención. Un ejemplo: los siete geriatras que hay son de fuera. La geriatría no es una especialidad demandada entre los residentes porque la necesidad social es todavía escasa. En Mozambique la esperanza de vida al nacer es de 54 años entre los varones y 61 las mujeres.
Pero tampoco hay muchos entre las cinco áreas prioritarias, según Saide, pediatría, medicina interna, obstetricia, traumatología y cirugía. “En urología, el número es muy reducido, no hay más de cinco en el país. Y las dolencias urológicas han aumentado, la lista de espera para una intervención puede oscilar entre seis meses a un año. También hay carencia de neurólogos. En neurología pediátrica solo hay un especialista”, comenta. Saide lamenta que frecuentemente ve casos que se podrían haber salvado con más especialistas y más infraestructura.
La falta de centros, equipamiento y materiales es otro de los desafíos que enfrenta el sistema sanitario de Mozambique. El doctor Miranda, cirujano en el Hospital Central de Beira, reconocía que había tenido que cancelar operaciones por falta de ropa limpia. “El primer problema para mejorar la formación es la estructura hospitalaria; lo primero sería tener un edificio en condiciones, pero está degradado”, denunciaba. Un paseo por las instalaciones confirmaba sus palabras. Los destrozos de ciclón Idai (marzo de 2019) están todavía en proceso de ser subsanados, confirma por teléfono Cebola. Pero, las obras han continuado pese a la pandemia y pronto se estrenará área de neonatología y las salas de radiología han sido rehabilitadas. Aunque en la mayor parte del complejo todavía hay goteras por estancias y pasillos, y la suciedad es abundante en la zona de cocina. “Hay baños atascados, no hay siquiera una zona donde los residentes puedan tomar un café; anatomía patológica está parada porque no tenemos reactivos desde hace meses… Trabajar aquí es muy difícil”, se quejaba Miranda.
En Hospital Central de Beira contaban en marzo de 2020 con 78 especialistas extranjeros ―42 de ellos cubanos― y solo 28 nacionales
Eso decía el especialista cuando el nuevo coronavirus sonaba como una amenaza lejana que afectaba a China y Europa. Su esperanza entonces era que los siete cirujanos residentes que tutelaba se quedasen en Beira, dado que habían nacido allí. Aunque no hay una gran fuga de cerebros, según Saide, muchos optan por migrar a Maputo, la capital, donde cuentan con más medios, o prefieren trabajar para ONG internacionales. “Aquí el especialista más antiguo se convierte en tutor porque no hay más”, comentaba el doctor Fernández, traumatólogo y tutor de residentes. “Es importante hacerlo porque hay pocos y hay que curar a los pacientes. Tenemos demasiada dependencia extranjera. Cuantos más mozambiqueños haya, mejor”, explicaba. En el centro hospitalario de Beira contaban en marzo de 2020 con 78 especialistas extranjeros ―42 de ellos cubanos― y 28 nacionales.
Luis López Rivero, profesor universitario y jefe de Cirugía Torácica del Hospital Materno-Insular de Gran Canaria lidera una iniciativa para apoyar la formación de profesionales sanitarios locales. Su historia empezó hace más de una década, cuando en 2010, el rector de la Unizambeze, una de las pocas universidades con Facultad de Medicina de Mozambique, participó en el Encuentro de Universidades Españolas y Africanas celebrado en 2010 en Las Palmas de Gran Canaria. Se levantó y pidió ayuda. “Tenía a la primera promoción de médicos en segundo de carrera, pero en tercero y cuarto ya necesitaban especialistas para impartir conocimiento”, rememora López. “Yo estaba allí y me planteé si había alguna manera de ayudar”.
En 2011, López viajó al país africano y diseñó un programa modular para que especialistas españoles se desplazasen durante un mes a impartir su materia de forma intensiva. El proyecto se puso en marcha con médicos voluntarios. “Los estudiantes eran fantásticos, participativos, ávidos de saber, implicados. Hay que tener en cuenta que apenas el 1% de la población llega a la universidad; los que lo consiguen se esfuerzan mucho”, detalla. El modelo de formar profesionales locales es, además, más rentable que enviar médicos de forma semipermanente para tapar los agujeros del sistema sanitario. “Con lo que cuesta mantener y pagar a tres cirujanos expatriados durante dos años, nosotros formamos a 30″.
La implicación de López por multiplicar el número de médicos en Mozambique es muy personal. “Es egoísta, pero me hace sentir bien; soy feliz de esta manera”. No desaprovecha ocasión para convencer a colegas para que apoyen el proyecto. Eso significa que se vayan en sus vacaciones al país africano, sin cobrar, pero con los gastos pagados, para dar clases. “La gente se queda enganchada, creo que es por los estudiantes”. Es lo que le sucedió a Taida Martín Santos, médico especialista en hematología y hemoterapia en el Hospital Universitario de Canarias, en Tenerife.
Conoció a López en una charla, ambos eran ponentes. Le habló del programa de formación y ella, que ya tenía experiencia como voluntaria en Senegal, no lo dudó. En marzo de 2020 estaba impartiendo clases en la Universidad Católica de Mozambique. “Me lo preparo mucho, es un reto porque quiero que en el tiempo que estoy aquí, los alumnos lo optimicen”, admitía enfrascada en su ordenador, organizando el material para las clases del día siguiente, en una de las casas para estudiantes que la universidad dispone como aportación al proyecto para los docentes extranjeros.
Martín tuvo que adelantar su regreso debido a las medidas de confinamiento que se anunciaban en España, y durante este año ningún otro médico ha viajado a Mozambique para continuar este programa. Tampoco pudieron hacer en Canarias parte de sus rotaciones los residentes del Hospital Central de Beira. Cada año, media docena de futuros especialistas viajaban a las islas para completar parte de su residencia, conocer otras formas de trabajar, la utilización de equipamientos y técnicas a los que no tendrían acceso en Mozambique. “Hemos intentado la formación por videoconferencia, pero tienen muy mala conexión a Internet”, relata López. Por eso, han optado ―con el permiso de sus donantes― por destinar los fondos en forma de material de protección, mascarillas, guantes o jabón para el Hospital Central de Beira. “Y esperamos que seis especialistas puedan venir a hacer prácticas en el segundo semestre, entre julio y diciembre”, avanza.
Una de las que se formó unos meses en España fue Zelia Cristina da Josefa, de 43 años, la única mujer en Beira especializada en cirugía general. “Nuestra población sufre mucho; cuando están enfermos acuden a curanderos tradicionales, pero hay tratamientos científicos. Una peritonitis la resuelves en un día y se va del hospital una persona sana”, explicaba. “Es triste que haya pocos cirujanos. Si la mitad de los médicos entrasen a una especialidad de forma directa habría más, porque en los dos años que obligatoriamente se pasa en los distritos, muchos ya no vuelven”, sugería.
Su período en distrito estuvo en Dondo, allí era la única doctora para más de 53.000 habitantes. “Te encargas de todo. Había urgencias todos los días”, recordaba. Cuando regresó a Beira, el doctor Miranda la convenció para escoger cirugía. Solo hay 12 mozambiqueños en la ciudad; los demás son extranjeros. “Con los coreanos la comunicación es difícil, y cuando ya aprenden algo de portugués, se marchan”, lamentaba. Ella se queda.
Los médicos de otros países, que han acudido también durante la pandemia para apoyar la labor del escaso personal local, acaban yéndose. “Pero si forman a otros, el conocimiento y los doctores mozambiqueños, permanecen para beneficio de la ciudadanía”, razonaba Ramírez Alfreto Mlucasse, director de la Facultad e Medicina de la Universidad Católica de Mozambique, en Beira, que mantiene una alianza con el proyecto de López. “Nosotros ayudamos con el alojamiento, el transporte, la alimentación; lo que damos es muy pequeño comparado con lo que vamos a recibir, que no tiene precio”, aseguraba. El centro tiene 60 docentes en plantilla a tiempo completo y un centenar temporales. “Es difícil encontrar formadores cualificados. Y la gente que llega de Las Palmas llena esa laguna”.
Mozambique tiene una de las tasas de más altas de mortalidad materna del mundo, con 289 fallecidas por cada 100.000 nacidos vivos
La Cooperación Española comparte el análisis: el conocimiento se queda. En 2015, puso en marcha un proyecto de formación de especialistas en las seis áreas que el Ministerio de Salud de Mozambique indicó como prioritarias ―medicina interna, pediatría, cirugía general, gineco-obstétrica, traumatología-ortopedia y anestesiología―, con una financiación cercana a 700.000 euros hasta febrero de 2020. Marina Fernandez, de 40 años, de Maputo y residente en el Hospital, es prueba del beneficio social que supone invertir en ella. “Me gustaba la medicina y elegí ginecología, la obstetricia es una especialidad bonita y se puede contribuir a reducir la mortalidad materna”. Falta hace, Mozambique tiene una de las tasas de más altas del mundo, con 289 fallecidas por cada 100.000 nacidos vivos.
En el marco del programa de la Cooperación Española, las clases por videoconferencia con expertos españoles eran comunes. “Es muy importante para que aprendamos nuevas técnicas y procedimientos”, afirmaba uno de los alumnos en la sala en la que se realizan estas sesiones en el Hospital Central de Maputo hace un año. Entonces, la charla trataba sobre radiología. Desde abril de 2020, la covid-19 ha entrado en el temario. El conocimiento que los facultativos de España adquirieron con la experiencia de atender pacientes afectados por el SARS-CoV2 lo han compartido con los médicos mozambiqueños gracias a las nuevas tecnologías.
La primera de esas conferencias, el 14 de abril, contó con más de un centenar de asistentes entre personal médico, de enfermería y profesionales técnicos de salud del centro, según la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (AECID). “Fue impartida por el equipo de la Unidad Nacional de Referencia para las Enfermedades Tropicales de los servicios de Enfermedades Infecciosas y de Anestesia y Reanimación del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid”, especifica la entidad. Epidemiología, prevención, clínica, cribado y criterios de mal pronóstico, tratamiento antiviral, antiinflamatorio y otras opciones terapéuticas, oxigenoterapia y manejo de los pacientes en la unidad de cuidados intensivos, fueron los asuntos que se trataron en esta sesión.
Luego, a la salida, estaba la realidad, la de la falta crónica de médicos, recursos humanos, camas y materiales. En un recorrido por el hospital en marzo de 2020, el mejor dotado del país, no son pocos los que cuentan que tal o cual máquina está rota. Una enfermera explica que a veces no pueden hacer pruebas porque los aparatos se estropean y así pasan meses porque el personal de mantenimiento suele ir desde Sudáfrica o incluso India. “No hay empresas que hagan el mantenimiento en Mozambique”, lamentaba. Esta es, pese a los avances, todavía una asignatura pendiente.
Cesaltina Lorenzoni, directora científica del hospital y responsable nacional de cáncer de colon, lo resumía así: “En 2019 se graduaron 46 residentes, 29 del Hospital Central de Maputo y el resto, de otros centros. El desafío es la digitalización, la informatización”. Con eso, podría tener registrada la información de los interinos. Para este proceso de mejora tienen apoyo de la Cooperación Española, también de Brasil, Sudáfrica, Portugal…
“Para las rotaciones llegamos a acuerdos para hacer prácticas fuera del país, donde los futuros especialistas sí tienen acceso a tecnologías. Algunos llegan a estar un año en España”. Ella estuvo en el Hospital Clínic de Barcelona. “Pude conocer la inmunohistoquímica, una prueba para diferenciar tipos de tumores. Muy importante, porque cada uno requiere de un tratamiento específico; si no lo supiéramos, haríamos un tratamiento que podría ser inadecuado, sería como tirarlo a la basura”.
Pero uno de los aprendizajes que más valoran los especialistas es exponerse a otros modelos de organización y formas de tratar a los pacientes. Es un sentimiento compartido entre los que han viajado que la relación entre doctor y enfermo, e incluso entre profesionales sanitarios, es muy distinto en Mozambique respecto a España. “Allí es más humana, aquí es más fría y jerárquica”, repetían los interinos de Beira reunidos en marzo de 2020 para debatir sobre sus experiencias y anhelos. “Intento aplicarlo aquí y dedicar tiempo a explicar las cosas a mis pacientes”, decía uno de ellos. Ese legado se queda.
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