La dosificación de las informaciones sobre la salud de Isabel II ha logrado provocar más nerviosismo que transmitir la tranquilidad que pretendía el Palacio de Buckingham. A última hora de este jueves, el entorno de la reina daba un paso más y admitía que los servicios médicos de la casa real no solo ordenaron que tomara unos días de descanso, sino que la enviaron el mismo miércoles a un hospital londinense para realizar unas “investigaciones preliminares”, y la monarca acabó pasando allí la noche. Asegura ahora Buckingham que la decisión de que pernoctara en el hospital King Edward VII, en el centro de Londres, se tomó por adoptar un “planteamiento de precaución”, y que al día siguiente la reina ya estaba de vuelta en el castillo de Windsor, donde volvió a reanudar algunas de sus obligaciones diarias más ligeras. Era la primera vez en ocho años que Isabel II volvía a necesitar servicios hospitalarios, pero su entorno se ha esforzado en restar importancia a la visita. El resto de la semana la tomará de descanso por indicación de los médicos. “La Reina ha regresado al castillo de Windsor a la hora del almuerzo, y permanece en muy buen estado de ánimo”, ha asegurado un portavoz de la casa real británica. Buckingham anunció el mismo miércoles que suspendía una histórica visita de 48 horas a Irlanda del Norte, que había sido preparada con muchos meses de antelación y coincidía con el centenario de la partición de la isla“.
A lo largo de la semana anterior, la agenda de Isabel II había sido especialmente intensa. Durante la ceremonia del 12 de octubre para conmemorar los cien años de historia de la Royal British Legion, en la Abadía de Westminster, la reina apareció con un bastón. Era la primera vez desde 2003 que aparecía en público con ese tipo de ayuda, aunque entonces la razón era mucho menos sospechosa: acababa de ser operada de la rodilla.
Buckingham mantiene inalterables los planes de Isabel II de asistir a la COP26, la cumbre internacional contra el cambio climático que se celebrará en la localidad escocesa de Glasgow a partir del 31 de octubre. El Gobierno de Boris Johnson, como otros muchos gobiernos anteriormente, utiliza la imagen y el prestigio internacional de la monarca para dar un impulso extra a su política exterior. A medida que se acerca la cita de Glasgow, se han ido desinflando las expectativas de grandes acuerdos, e incluso algunas delegaciones muy importantes, como la china, han rebajado el nivel de sus delegados. No está previsto que el presidente Xi Jinping acuda al encuentro. “Resulta irritante escuchar a toda esta gente hablar mucho para luego no hacer nada”, grabaron los micrófonos de la BBC a la monarca la semana pasada cuando se refería al COP26, durante la ceremonia de apertura de sesiones del Parlamento Autónomo Galés, en la ciudad de Cardiff. Pocos días después, Isabel II recibía en una cena de gala en Windsor a decenas de finacieros y millonarios, entre ellos el fundador de Microsoft, Bill Gates, para contribuir al esfuerzo del Gobierno de Johnson por atraer inversión internacional a la Gran Bretaña Global surgida después del Brexit. La agenda de Isabel II para este otoño, con la mayoría de las restricciones sociales del confinamiento finalmente levantadas, ha acabado siendo especialmente intensa y comprimida para una mujer de 95 años, prácticamente recién enviudada. Deben interpretarse como algo cada vez más normal cancelaciones de planes como la de la visita a Irlanda del Norte. “Cada vez más a menudo surgirán recordatorios así, de que ya no puede esperarse de ella lo que se esperaba hace 10 o 20 años”, ha dicho al Daily Mail Joe Little, director de la revista Majesty.
Isabel II celebrará el año que viene su Jubileo de Diamante: 70 años al frente de la corona británica. La monarca más longeva de la historia del Reino Unido.
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