El papa pidió a la Iglesia católica que no huya y que afronte “los reveses de la vida”, en una misa en Quebec en la que volvió a hacer alusión al daño infringido a las comunidades de indígenas de Canadá por las políticas de asimilación en las que también participaron los católicos.
“Ante el escándalo del mal y ante el Cuerpo de Cristo herido en la carne de nuestros hermanos indígenas, nos hemos sumergido en la amargura y sentimos el peso de la caída”, dijo el papa en una eucaristía de reconciliación con las comunidades indígenas en el Santuario Nacional de Sainte-Anne-de-Beaupré, en la que también estuvo el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.
I sat down with both @Pontifex and Cardinal Pietro Parolin yesterday afternoon. We spoke about the importance of the Roman Catholic Church’s continued work with Indigenous Peoples to advance healing and reconciliation – and the need for the Church to take real, concrete action. pic.twitter.com/SJVtA8LL5P
— Justin Trudeau (@JustinTrudeau) July 28, 2022
Francisco arrancó su cuarto día en Canadá con una visita al Arzobispado de Quebec y después celebró la misa en el Santuario Nacional de Santa Ana de Beaupré, el más importante de todo el país. Antes de llegar al santuario, recorrió las calles adyacentes con el papamóvil en esta ciudad, donde casi el 90 por ciento de los 8 millones de habitantes se considera católico.
El pontífice pidió perdón a los indígenas porque la Iglesia gestionó casi la mitad de los 139 internados donde sufrieron todo tipo de abusos. Antes de la misa, un grupo de indígenas desplegó una pancarta en la que pidió al papa en francés “que rescindiera la Doctrina”, en referencia a la llamada ‘Doctrina del Descubrimiento’, una serie de bulas papales en el Siglo XIV por las que se bendecía la colonización y la apropiación de las tierras.
Al respecto, Francisco dijo que sería fácil querer, como los discípulos, abandonar.
“Debemos estar atentos a la tentación de la huida”, advirtió.
Sin embargo, subrayó que “no hay nada peor, ante los reveses de la vida, que huir para no afrontarlos”. A su juicio, este hecho “es una tentación del enemigo, que amenaza nuestro camino espiritual y el camino de la Iglesia; nos quiere hacer creer que la derrota es definitiva, quiere paralizarnos con la amargura y la tristeza, convencernos de que no hay nada que hacer y que por tanto no merece la pena encontrar un camino para volver a empezar”.
Por el contrario, y a pesar de todo, Francisco recordó: “El Evangelio nos revela que, precisamente en las situaciones de desengaño y de dolor, justamente cuando experimentamos atónitos la violencia del mal y la vergüenza de la culpa, cuando el río de nuestra vida se seca a causa del pecado y del fracaso, cuando desnudos de todo nos parece que ya no nos queda nada, precisamente allí es cuando el Señor sale a nuestro encuentro y camina con nosotros”.
En n el camino de Emaús, dijo, Jesús “se acerca con discreción para compartir con esos discípulos entristecidos sus pasos resignados”, no para ofrecerles “palabras genéricas de aliento o de circunstancia, ni tampoco consolaciones fáciles, sino que, desvelando en las Sagradas Escrituras el misterio de su muerte y su resurrección, ilumina la historia y los acontecimientos que han vivido”. Así, “abre los ojos de ellos para ver las cosas con una mirada nueva”.
Finalmente, “ante los discípulos de Emaús, Jesús parte el pan, abriéndoles los ojos y mostrándose una vez más como Dios de amor que ofrece la vida por sus amigos”. De este modo, “los ayuda a retomar el camino con alegría, a recomenzar, a pasar del fracaso a la esperanza. Hermanos y hermanas, el Señor quiere también hacer lo mismo con cada uno de nosotros y con su Iglesia”.
“Sólo hay un camino, una sola vía, es la vía de Jesús”, afirmó el papa.
“Creamos que Jesús se une a nuestro camino y dejémosle que nos alcance, dejemos que sea su Palabra la que interprete la historia que vivimos como individuos y como comunidad, y la que nos indique el camino para sanar y para reconciliarnos”, dijo.