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El Partido Conservador explora cómo acelerar la salida de Boris Johnson de Downing Street

El Partido Conservador explora cómo acelerar la salida de Boris Johnson de Downing Street

Los jugadores de billar americano saben que el momento que marca la partida es el primer golpe. El que dispersa por la mesa el triángulo de bolas. Boris Johnson, que tiene la habilidad de citar de memoria un párrafo de La Iliada, rescatar una voz popular desconocida para el resto de interlocutores o inventarse sus propias palabras, dejó caer en su discurso de dimisión la expresión Them’s the breaks (Así queda roto). Es un modo de reconocer una situación no deseada, en su caso la renuncia forzada a liderar el Partido Conservador. Y es también lo que se dice en la jerga billarística cuando comienza el juego. Johnson ha provocado ya que una multitud de candidatos a sucederle comiencen a golpearse entre ellos como bolas enloquecidas, mientras él continúa en Downing Street, como primer ministro, y con el taco en la mano. El Partido Conservador explora fórmulas diversas para que su permanencia al frente del Gobierno sea lo más breve posible.

A última hora del día más triste de su carrera política, convocó a su nuevo Gobierno ―había reemplazado precipitadamente a todos los ministros dimitidos―, para trasmitir una pretendida imagen de estabilidad institucional. Ya les advirtió de que no pensaba “impulsar nuevas políticas ni imponer cambios de rumbo”. Su anhelada bajada de impuestos tendría que esperar.

Muchos miembros relevantes del Partido Conservador están inquietos ante la idea de que Johnson se mantenga durante un tiempo que podría ser muy largo al frente de la nave. En su primera conversación con Graham Brady, el presidente del Comité 1922 (el organismo que reúne a los diputados tories sin cargo en el Gobierno, encargado de organizar el proceso de primarias y elección de nuevo líder), anunció su intención de permanecer como primer ministro en funciones hasta el otoño ―octubre, previsiblemente―, cuando se celebraría el congreso anual del Partido Conservador. Ese sería el momento de elegir a la nueva persona al frente de la formación, y de proceder al relevo del primer ministro.

“La propuesta de que el primer ministro permanezca en el cargo por un periodo de hasta tres meses, después de haber perdido el apoyo de su Gabinete, de los altos cargos del Gobierno y del grupo parlamentario es insensata, y probablemente insostenible”, apuntaba el ex primer ministro John Major. Enseguida se sumaban al coro otros conservadores notables, como el diputado Simon Hoare o la exministra ―y excandidata a liderar el partido― Andrea Leadsom. Hasta Robert Buckland, que ha regresado al Gobierno para ocupar el Ministerio de Asuntos de Gales, dejaba este jueves claro que “este primer ministro ya no tiene la autoridad política para impulsar nada nuevo”.

“Desgraciadamente, es difícil pensar que Johnson, dada su personalidad, sea capaz de gobernar durante tres meses con una actitud humilde y arrepentida. No ha sido ese el tono de su discurso de dimisión”, resumía los temores de muchos conservadores en la mañana del jueves el ex secretario de Estado para la Ciencia George Freeman.

La fiesta de boda aplazada

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En medio de los sesudos análisis políticos del día de la dimisión, el tabloide Daily Mirror soltaba otra bomba retardada: el matrimonio Johnson había planeado una fiesta por todo lo alto para el 30 de julio en Chequers, la residencia oficial de campo del primer ministro británico. La idea era celebrar en condiciones, con familiares y amigos, el primer aniversario de boda. Boris Johnson y Carrie Symons se casaron el año pasado en una ceremonia privada, en la Abadía de Westminster, con todas las restricciones de aforo que imponía entonces la pandemia. Fuentes citadas por el diario aseguraban que la fiesta era una razón de peso para que Johnson intentara aguantar en Downing Street todo lo posible.

Inicialmente, los portavoces del primer ministro quisieron ridiculizar la información e insistieron en que la permanencia al frente del Gobierno respondía “al sentido del deber” de Johnson, pero no desmintieron que la fiesta estuviera planeada. Y los diputados conservadores están ya lo suficientemente escaldados con las anteriores mentiras de Johnson como para concederle un último beneficio de la duda. Finalmente, Downing Street ha salido este viernes a aclarar que la residencia campestre de Chequers no albergará el aniversario.

Estrategia de aceleración

La ejecutiva del Comité 1922 se reunirá este mismo lunes. En el orden del día, como primer punto, debe convocar la votación de una nueva ejecutiva, pero es un proceso rápido. A partir de ahí, la cuestión crucial será cómo adelantar el proceso de primarias y elección de un nuevo líder del Partido Conservador. En 2019, la carrera tomó dos meses, en los que la entonces primera ministra, Theresa May, siguió al frente del Gobierno.

La elección se realiza en dos fases. En una primera, los diputados participan en sucesivas votaciones de descarte, hasta que solo quedan dos candidatos. Las reglas utilizadas en 2019 imponían que, en primera convocatoria, quedaran eliminados los aspirantes que no lograran al menos 17 apoyos (5% de los diputados). En la segunda, los que no alcanzaran los 33 (10%). Y en las sucesivas, el menos votado queda fuera hasta que solo haya dos. Es muy probable que, con al menos quince aspirantes a suceder a Johnson, y todos ellos de notable popularidad, se tome la decisión de acelerar plazos y endurecer reglas para que el proceso se realice con rapidez.

El periodo de sesiones del Parlamento concluye el 21 de julio. Para entonces, confían muchos conservadores, debería quedar claro al menos quiénes son los dos rivales que pasarían a una segunda fase. A partir de ahí se requieren plazos más pausados, para que los afiliados organicen encuentros con los aspirantes y puedan escucharles en persona. En el mejor de los casos, no habría nuevo líder o nuevo primer ministro hasta finales de agosto o principios de septiembre.

Y mientras, Johnson seguiría al mando, a no ser que alguien le convenciera para entrar en razón. No existe un mecanismo constitucional para reemplazarle a la fuerza, ni una figura definida ―como sería en España la de una vicepresidencia del Gobierno― para asumir su puesto. El botón nuclear de presentar una moción de confianza en el Parlamento, sobre todo si fuera la oposición laborista la que lo hiciera, llevaría a una guerra civil entre los conservadores, y unas elecciones anticipadas ―en caso de prosperar― que no desean.

Todo es un terreno difuso y controvertido. El actual ministro de Justicia, Dominic Raab, ocupa hoy el cargo de viceprimer ministro. Pero es más honorífico que jerárquico. Teniendo en cuenta que ha anunciado que no pretende competir por el liderazgo del partido, como sí hizo en 2019, podría ser la persona perfecta para mantener por el tiempo necesario una estabilidad anodina y sin sorpresas en el Gobierno. Pero para eso sería necesario que Johnson, finalmente, entendiera que la partida ha terminado definitivamente.

La policía no multará al líder laborista por saltarse el confinamiento

La policía de Durham ha cerrado definitivamente la investigación sobre el líder del Partido Laborista después de dos meses de pesquisas. Keir Starmer no será multado por saltarse las reglas del confinamiento. La decisión supone un notable impulso político para el jefe de la oposición, por contraposición al destino final de Boris Johnson, obligado por los suyos a dimitir por su falta de credibilidad y honestidad.

En medio del escándalo de las fiestas en Downing Street durante el confinamiento, diversos medios publicaron una foto en la que, tras la ventana, se veía a Starmer tomar una cerveza con lo que parecía un grupo de personas. Era el 30 de abril del año pasado, y todavía seguían prohibidas las reuniones en el interior de habitantes de hogares distintos. Pocos días después iban a celebrarse elecciones parciales en la zona, y Starmer hacía campaña con su equipo. La reunión, explicó entonces, era un descanso de trabajo en el que él y otros (17, según la policía) encargaron comida india y unas cervezas. Entraba aparentemente dentro de las excepciones contempladas en las normas de distanciamientos social entonces vigentes. El equipo de Johnson, sin embargo, desesperado por situar a los dos líderes en el mismo rasero para descargar culpas, hizo mucho ruido con “la foto de la cerveza”. 

Starmer tomó entonces una decisión arriesgada, que llevó a muchos de sus rivales dentro del partido a frotarse las manos. Se comprometió a dimitir si la policía le imponía una multa, como había hecho con Johnson por su participación en las fiestas de Downing Street. “La policía ha concluido sus investigaciones y está de acuerdo: no hay caso por el que responder”, ha escrito Starmer en su cuenta de Twitter. “Para mí, todo esto fue siempre una cuestión de principios. La honestidad y la integridad importan. Y siempre podrán contar conmigo para ello”. El líder laborista ha vuelto a reclamar a Johnson que abandone lo antes posible Downing Street. 

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