Luis Arce y Evo Morales, a finales de marzo de este año.Jorge Ábrego (EFE)
La hora del cisma definitivo del partido que ha dominado la política boliviana desde principios de siglo se acerca junto a las elecciones presidenciales de 2025. La pelea que enfrenta al líder del Movimiento al Socialismo, Evo Morales, y al presidente, Luis Arce, ha abierto un nuevo capítulo esta semana mientras el MAS prepara su congreso nacional. Según el círculo cercano de Arce, Morales se encamina a expulsar del partido al actual mandatario. “Se está configurando un escenario para expulsar a Lucho Arce y a nuestro hermano vicepresidente David Choquehuanca de las filas de nuestro instrumento político”, declaró la ministra de la Presidencia, María Nela Prada, en una conferencia este miércoles.
Las críticas de los seguidores de Morales al Gobierno de Arce han arreciado, y ahora denuncian que el Gobierno intenta “eliminar” y “envenenar” a su líder. El martes, la dirigencia del MAS había afirmado que Luis Arce “traicionó” al partido de Gobierno y a Evo Morales y alertaron sobre la “preocupación” de que Arce se ha convertido en “el peor enemigo” del partido. “La traición es lo que más duele”, dijo en una conferencia de prensa el vicepresidente del MAS, Gerardo García, en la ciudad de La Paz.
“Él [Arce] no es el enemigo. No podemos confundir a las bases con miras de avanzar en ambiciones personales o de expulsar a nuestro presidente”, respondió Prada, que es la colaboradora más cercana del mandatario. “El único veneno es la división; todos estos intentos de fraccionar el movimiento popular”, añadió.
Como parte de la preparación de la anunciada expulsión de Arce, el MAS prohibió que cualquier miembro suyo que sea funcionario público, es decir, subalterno del presidente, participe en los congresos partidarios, inclusive en el congreso nacional que debe establecer la estrategia para elegir al próximo candidato presidencial. La medida no es legal, según el “arcismo”, porque “impide la democracia interna”. En un tuit, Evo Morales trató de justificarla con el argumento de que los congresos del MAS “son para fiscalizar a nuestras autoridades y por eso no pueden ser manejados por los fiscalizados”.
La militancia conoce muy bien que los ampliados son para fiscalizar a nuestras autoridades y por eso no pueden ser manejados por los fiscalizados. Históricamente, los que atacan y cuestionan al MAS-IPSP son neoliberales acostumbrados a dividir al movimiento popular.
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— Evo Morales Ayma (@evoespueblo) June 15, 2023
El expresidente acusa abiertamente al Gobierno, al que califica como “derecha interna”, de querer asesinarlo e involucrarlo en crímenes. Hasta ahora no ha presentado pruebas. También le atribuye delitos como protección al narcotráfico y corrupción. Sus incondicionales han creado la etiqueta “yo no me quiero suicidar” para aludir irónicamente a dos supuestos suicidios ocurridos hace poco en el marco de sendas investigaciones de estafas y sobornos.
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Los seguidores de Arce sostienen, por su parte, que no tienen diferencias ideológicas profundas con sus antiguos compañeros y que lo único que separa a ambos grupos es la ambición de Morales de volver al poder. Sin aludir directamente al jefe de su partido, Arce ha advertido varias veces que está en marcha una conspiración en su contra, que pasa por dividir a las fuerzas sociales que apoyaron su elección hace dos años y medio con el 55% de los votos. Al mismo tiempo, él y su vicepresidente Choquehuanca están construyendo una red propia de adherentes en los sindicatos que forman la columna vertebral del MAS. Según el “evismo”, el mecanismo de cooptación gubernamental es la entrega de empleos públicos, lo que explica los frecuentes problemas de corrupción.
Aunque la candidatura presidencial de su ministro de Economía “histórico” fue impuesta por Evo Morales, las relaciones entre ambos políticos se deterioraron rápidamente tras la victoria de Arce, que no mencionó a su mentor en su discurso inaugural y formó un Gabinete sin los antiguos colaboradores de este. Poco después, Morales intentó, sin éxito, intervenir en las primeras decisiones gubernamentales. De ahí en adelante se produjo un escalamiento constante de las tensiones hasta que el diálogo quedó suspendido.
El ex vicepresidente Álvaro García Linera, considerado el principal intelectual del MAS, es partidario decidido de un acuerdo que salve la unidad de la izquierda boliviana. García Linera cree que, dividido en dos expresiones políticas, el movimiento indígena no logrará ganar en las elecciones venideras y perderá el poder por “mucho tiempo”. También piensa que la lucha interna, que era “un asunto de élites políticas”, ha comenzado a afectar las expectativas de los ciudadanos, causando el aumento de la incertidumbre y el pesimismo que registran las encuestas. Teme que estos sentimientos se traduzcan en apatía política, en especial en un momento de dificultades económicas, y que eso le cobre factura a ambos líderes. “De llegar así a las elecciones de 2025, nos puede costar una derrota catastrófica a manos de las fuerzas opositoras”, advirtió.
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