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El Partido Laborista suspende de militancia a Jeremy Corbyn por su fracaso en acabar con el antisemitismo


Ephraim Mirvis, el rabino jefe de Gran Bretaña, en Londres, el pasado 10 de noviembre. En vídeo, declaraciones de Corbyn.

Las acusaciones de antisemitismo que persiguen a Jeremy Corbyn desde que asumió el liderazgo del Partido Laborista han estallado este martes del modo más inesperado, a apenas dos semanas de las elecciones generales del 12 de diciembre. El rabino jefe de las Comunidades Judías Ortodoxas de la Commonwealth (la Comunidad de Naciones surgida del fin del Imperio Británico, con el Reino Unido a la cabeza), Eprhaim Mirvis, ha publicado una carta demoledora en el diario The Times en la que pone en duda la capacidad del candidato laborista de ocupar el número 10 de Downing Street. “¿Cuál debe ser el grado de complicidad del líder de la Leal Oposición de Su Majestad con todos los prejuicios [en el seno de su partido] para que no se le considere apto para el cargo de primer ministro? ¿Basta con su relación con todos aquellos que han fomentado el odio contra los judíos? ¿Basta con llamar ‘amigos’ a aquellos que defienden el asesinato de los judíos?”, ha escrito Mirvis. El líder religioso de los judíos británicos era consciente de que el momento elegido para lanzar tan tremendo alegato tenía una carga política de profundidad. “No me corresponde decir a nadie a quién tiene que votar. Y lamento hallarme en esta situación. Simplemente pregunto: ¿Qué dirá el resultado de estas elecciones sobre el sentido moral de nuestro país? Cuando llegue el 12 de diciembre, pido a todos que voten según su conciencia. Pero que nadie lo dude: está en juego la propia alma de nuestra nación”, concluye en su texto.

 El impacto de sus palabras se vio agrandado horas después cuando el arzobispo de Canterbury, Justin Welby (el máximo representante de la Iglesia Anglicana, después de Isabel II), respaldó el lamento de Mirvis a través de su cuenta en la red social Twitter. “Que el rabino jefe se haya visto obligado a hacer una declaración tan poco habitual, y en estos momentos, debería alertarnos del profundo sentimiento de inseguridad que viven muchos judíos británicos”, apuntó.

Corbyn lucha desesperadamente por quitarse de encima las acusaciones de tibieza y complicidad con el antisemitismo. En el congreso laborista celebrado en Birmingham el pasado septiembre convirtió en pieza clave de su discurso el compromiso por erradicar cualquier forma de racismo o intolerancia en su organización, y ayer mismo volvió a responder: “El antisemitismo, en cualquiera de sus manifestaciones, es vil y erróneo. Es un mal instalado en el seno de nuestra sociedad que no tiene cabida, y bajo un Gobierno laborista no será tolerado en absoluto”, ha dicho este martes.

Corbyn ha sido incapaz de quitarse de encima durante este tiempo los errores fruto de su pasado militante en el ala más izquierdista del partido. Los medios han resucitado imágenes suyas en el homenaje a uno de los asesinos de la masacre del equipo olímpico israelí en Munich; o declaraciones en las que ponía en duda la capacidad de los judíos británicos de entender la ironía inglesa; o su apoyo a un graffiti con pretensiones artísticas en el sureste de Londres que representaba a un grupo de ancianos con narices ganchudas conspirando sobre las espaldas de obreros desharrapados. Pero sobre todo, fue incapaz de zanjar con autoridad y firmeza las decenas de acusaciones de antisemitismo en el seno del partido. Declaraciones y comentarios despectivos de algunos de sus miembros (en algún caso, firmes aliados del propio Corbyn) apenas merecieron un leve expediente. La tibieza mostrada ante el acoso sufrido por algunos diputados como Luciana Berger, que acabó abandonando la formación, provocó la repulsa y condena de figuras laboristas relevantes como Tony Blair o Gordon Brown.

 

 


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