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El poder de los jóvenes peruanos que lideraron las protestas se diluye ante las urnas

Imágenes de las protestas que provocaron la renuncia de Manuel Merino en Perú en noviembre.GETTY IMAGES

Una oleada de protestas multitudinarias protagonizadas por jóvenes sacudió Perú el noviembre del año pasado. El Congreso acababa de forzar la salida del presidente Martín Vizcarra y en su lugar había llegado al poder Manuel Merino, del partido de centro derecha Acción Popular. Muchos peruanos consideraron la maniobra un golpe de estado, orquestado por algunos congresistas para proteger sus propios intereses. Las marchas continuaron durante una semana, en medio de una respuesta feroz de la policía. El sexto día de protestas dos jóvenes murieron acribillados por disparos. Merino renunció y el moderado Francisco Sagasti asumió el poder de forma interina. Tercer presidente de Perú en 10 días. Las calles se vaciaron y la esperanza se puso fecha el 11 de abril en las urnas.

En estos cinco meses el romanticismo que envolvió a las protestas, con un apoyo popular altísimo, se fue diluyendo. El protagonismo de la que los analistas bautizaron como la generación del Bicentenario, por los 200 años que se cumplen ahora de la República de Perú, se esfumó en medio de una pandemia que según las cifras oficiales mata a 300 personas al día, mantiene las universidades y escuelas cerradas, el paro en aumento y la economía desplomada con un caída del 11% en 2020. “El movimiento juvenil que hubo en noviembre creció como un tsunami, pero cuando Sagasti entró, acá nos despedimos y cada uno a su casa”, se lamenta Desiree Huaranga (22 años), estudiante de Sociología en universidad pública y que resultó herida por las bombas lacrimógenas. Aunque la Fiscalía abrió una investigación, aún no hay responsables por las muertes de los dos jóvenes.

Perú se asoma este domingo a las elecciones presidenciales más fragmentadas de su historia. Hasta seis candidatos tienen opciones de pasar a la segunda vuelta, prácticamente empatados en intención de voto y sin superar ninguno el 13% de los apoyos. Las opciones conservadoras son mayoría y cualquier candidato, con un porcentaje mínimo de votos, puede tener opciones a la presidencia. Las protestas no fueron a favor de ningún político o partido en concreto. “Solo buscábamos la legitimidad del Gobierno”, explica Diego Trujillo, de 30 años. Los analistas desdeñan ahora que el voto de los jóvenes vaya a ser determinante, como si las protestas de noviembre fueran ya cosa del pasado. “El voto juvenil no es relevante, está tan dividido como el resto”, asegura Alfredo Torres, presidente de la encuestadora Ipsos Perú.

Desiree Huaranga, en el centro de Lima donde se produjeron las protestas el pasado noviembre.Leslie Moreno

Los mismo jóvenes son conscientes de que su fuerza en la calle no parece que vaya traducirse en votos. Pacha Sotelo, de 27 años y hermano de Inti, asesinado por el impacto de perdigones de plomo disparados por la policía durante las protestas, entiende tan poco como la mayoría de los peruanos en medio de la incertidumbre de las encuestas. “Hay mucha frustración pero también las personas olvidan rápido”, dice mientras señala incrédulo como Acción Popular, el partido del dimitido Merino, ha encabezado los sondeos durante semanas. La razón no es fácil de explicar. Este jueves, durante el acto de cierre de campaña, Sandy, de 24 años, acudió a la sede de ese partido para mostrar su apoyo al candidato Yonhy Lescano. “Yo apoyé las protestas, pero votaré por él por su experiencia”, se explica. Lescano tiene un corte populista, con propuestas cercanas a la izquierda en materia económica, pero conservador en lo social. Sandy asegura que está a favor del aborto, pero se encoge de hombros cuando se le recuerda que su candidato está en contra: “Siento que los partidos que sí defienden el aborto son muy extremistas”.

En Perú la izquierda da miedo fruto de una campaña que alimenta dos fantasmas. Por un lado, el sector más conservador la relaciona con el terrorismo de Sendero Luminoso, un recuerdo aún muy presente en los peruanos y que causó miles de muertos en la década de los 80. Por otro, porque en todo aquello que suena a izquierda se ve la mano oscura del chavismo. En una sociedad conservadora como la peruana, y en la que solo tres de cada 10 ciudadanos se confiesa interesado por la política, la desconexión entre generaciones es tan grande como la desconexión territorial. Debates sobre el aborto o el matrimonio homosexual, que han ganado peso recientemente en otros países de la región como Argentina o Chile, aún se abren un camino tímido en Perú de mano de los jóvenes, pero sin movimientos fuertes articulados. El rechazo a los avances en materia social aún es tan alto, que incluso el candidato de izquierda que va segundo en las encuestas, Pedro Castillo, se manifiesta abiertamente en contra de las políticas de igualdad de género en la educación: “Están gestando esta ideología para meterla en la cabeza de los niños. No queremos que se enseñen estas cosas”.

La periodista Norka Peralta, de 42 años, define la situación ante las elecciones como “terrorífica”. Hija de un padre sindicalista, ella todavía recuerda las noches sin luz en Lima por los atentados de Sendero Luminoso contra las torres de alta tensión y los coches bomba. “Cualquier que ha vivido los 80 tiene miedo del terrorismo, por eso quieren relacionar a la izquierda con Sendero y trataron de criminalizar las protestas”, explica. Este mismo sábado, el diario Perú 21 publicó una portada con este titular: “Cuidado, Sendero Luminoso estará presente en estas elecciones”.

El epidemiólogo peruano Mateo Prochazka, de 32 años, tuvo que viajar 10.000 kilómetros para que su voz se escuchara en su país. Desde Londres ha protagonizado numerosas entrevistas e incluso hizo una pregunta durante el debate televisado entre los candidatos a la presidencia. “Hace falta gente como tú aquí en Perú”, le dicen en redes sociales. Pero Prochazka no tiene intención de volver por ahora. “Necesitaba un descanso. Ser un hombre gay en el Perú es agotador”, aseguró en Twitter. El médico dio su apoyo públicamente a Verónika Mendoza, la representante de izquierda moderada considerada una radical por la mayoría de la población peruana.

Diego Trujillo, en su cafetería del barrio de Miraflores, en Lima.Leslie Moreno

La opción de Mendoza es también el voto de Diego Trujillo, de 30 años, propietario de un café y muy activo durante las protestas. Es también la opción de Peralta. Pero el apoyo a la líder de izquierdas en ninguna encuesta supera el 10%. “Quizás haya un voto oculto”, aventura la periodista. Otros jóvenes de los que participaron en las marchas, sin embargo, no se decantan por ninguna opción concreta. “No nos sentimos representades por ningún partido cabalmente: nuestro voto como bloque es antifujimorista y proderechos”, dice Violeta, de 30 años, representante del Frente Otaku Peruano -seguidores del anime, el manga y la cultura japonesa-. “Las últimas encuestas [en las que Keiko Fujimori aparece en cabeza] nos desalientan”, añade.

Este domingo será la única encuesta real y aunque nadie imagina qué puede pasar, los jóvenes saben que tienen un as en la manga, aunque lleva dormido cinco meses: “Si hace falta, volveremos a protestar”.


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