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Sí, ya lo sé. Los audios de Florentino Pérez son antiguos, fueron grabados sin su consentimiento y, en consecuencia -una consecuencia que hace años que en España no tiene consecuencias-, su difusión es ilegal. Pero eso no borra lo que hemos escuchado. Florentino habla por los codos, con un desparpajo incompatible con su imagen pública, ante quien no habría debido. Reparte insultos a diestro y siniestro, y mientras llama tonto a todo el mundo, no repara en que su interlocutor puede estar grabándole, lo cual no es precisamente un halago para su inteligencia. Pero que insulte a los jugadores de su equipo es sólo feo. Supongo que a los madridistas les habrá molestado, tal vez incluso indignado, aunque tampoco mucho, porque de momento no piden su dimisión. Sin embargo, entre los que se han difundido, hay un audio de otra índole. El presidente del Real Madrid asegura que se va a cargar un programa de TVE para sustituirlo por un espacio madridista, alardea de que ha colocado al director de un diario, llega a sugerir que hay que mandar a alguien para que asuste a un periodista hostil. En algunos momentos, lo que se escucha parece ficción, un diálogo de una película de mafiosos. Aunque nada es tan mafioso como la asombrosa ausencia de reacciones por parte de los damnificados, tanto los muchos insultados como los pocos bendecidos, y quizás aún más perjudicados, por Florentino. Existen silencios mucho más clamorosos que las palabras, más que un grito, más que un trueno. Nos pasamos la vida diseccionando el poder, y ahora hemos aprendido que no reside en las declaraciones, en los gestos, en el ejercicio del gobierno, sino en el silencio. ¿Quién más podría sentirse a salvo del ruido en estas circunstancias? Pues eso es el poder.
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