La escalada del coste de la energía sigue siendo el gran catalizador de la inflación en todo el mundo. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha informado este lunes de que los precios repuntaron un 3,8% de media entre sus miembros durante el mes de mayo. Y señala como clave un factor: los precios de la energía crecieron un 18,6%, su ritmo más alto desde septiembre de 2008, justo antes de que la Gran Recesión provocara su desplome.
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El impacto del alza de la energía seguirá notándose en los meses venideros, dado que el petróleo ha seguido revalorizándose desde entonces, con el brent europeo por encima de los 76 dólares, un 10% por encima de los cerca de 70 dólares en que cerró mayo. El choque entre Arabia Saudí y Emiratos Árabes en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sobre los aumentos de producción para este año y el siguiente está elevando la incertidumbre, y amenaza con provocar nuevos incrementos de precio si las posiciones se enconan.
Entre las mayores economías, Estados Unidos es, con diferencia, el país donde se ha dejado notar con más fuerza la presión inflacionista. Los precios crecieron en mayo un 5%, lo que ha hecho más audibles las voces de los halcones —se llama así a los que mantienen las posiciones más duras, más ortodoxas— que llaman a un repliegue de los cuantiosos estímulos desplegados por la Casa Blanca, y ha llevado a la Reserva Federal a actuar para evitar un recalentamiento excesivo: adelantó unos meses —hasta finales de 2023— su previsión de primera subida de los tipos de interés.
El alza en Alemania, el país europeo donde tradicionalmente la inflación se percibe de un modo más negativo entre sus dirigentes, fue la mitad que en EE UU, del 2,5%, tras cinco meses ininterrumpidos de avance debido en parte a la decisión del Gobierno alemán de retirar la rebaja del IVA para fomentar el consumo durante la pandemia. Salvo en Japón, donde todavía permanecía ligeramente en negativo pese a la abundante liquidez inyectada en el sistema, las subidas de precios fueron generalizadas en mayo. En España crecieron un 2,7%, su mayor nivel en cuatro años, y en la eurozona un 2%. En otras grandes economías europeas, como Francia (1,4%) e Italia (1,2%), la subida de precios es más contenida.
Aunque la energía se cita siempre en primer lugar, hay otras variables en la ecuación. Materias primas como el cobre y el hierro han rondado máximos históricos, el auge de la demanda global ha causado cuellos de botella en las cadenas de suministro y carencias de chips, imprescindibles para la producción de automóviles, videoconsolas, teléfonos, ordenadores o equipos médicos. Y la reducción de la oferta suele implicar un encarecimiento. Además, el ahorro embalsado durante la pandemia, cuando las restricciones ahogaron el consumo, está empezando a circular, especialmente en países que están en una fase de la recuperación más avanzada, como Estados Unidos.
Un 48.8% de inflación en Argentina
Si se toma únicamente la inflación subyacente, que excluye los elementos más volátiles (energía y alimentos), los precios subieron de media en los 38 países de la OCDE un 2,9% en mayo, por encima del 2,4% de abril. Hay que remontarse hasta agosto de 2002 para ver esos umbrales, que rebasan el objetivo del 2% marcado por los grandes bancos centrales.
En su comunicado, la OCDE recuerda que en algunos estados que no pertenecen a su club también se ha producido ese fenómeno. En casos como el de Argentina (48,8% de alza de precios), de un modo estratosférico, pero también con fuerza en Brasil (8,1%) Rusia (6%), Arabia Saudí (5,7%), India (5,3%) o Sudáfrica (5,2%). China, pese a que ha salido de la crisis pandémica mucho más rápidamente, también esquiva la inflación, del 1,3% en mayo.
Una vez constatado el auge de los precios, existen dos visiones contrapuestas sobre la magnitud del problema. La primera, compartida por instituciones como la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, minimiza los peligros de la inflación, apuntan a su carácter temporal, y la achacan en parte al efecto comparativo con 2020, cuando los confinamientos hundieron los precios. La segunda tesis, defendida por los halcones, dibuja un escenario mucho más agorero de inflación sostenida en el tiempo, y piden a los bancos centrales cambios en la política monetaria para contenerla.
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