Manifestación de periodistas en defensa de la libertad de expresión, el jueves 16 de febrero de 2023, en Túnez.MOHAMED MESSARA (EFE)
Una decena de dirigentes de la oposición tunecina han sido detenidos sin aparente mandato judicial durante la última semana, en una oleada de represión que devuelve amargos recuerdos a Túnez. Dirigentes políticos de distintas corrientes, un exministro, un ex fiscal general, un influyente empresario y el editor de la principal emisora de radio del país figuran entre los arrestados. Las redadas se producen después de que nueve de cada diez electores hayan dado la espalda a las urnas en las legislativas convocadas en diciembre y enero por el presidente de Túnez, Kais Said. El mandatario confiaba en plebiscitar su modelo de gobierno autocrático y concentrar el poder en sus manos tras haber disuelto el Parlamento hace 18 meses.
Said, profesor de Derecho Constitucional de 64 años, gobierna por decreto y con amplísimas prerrogativas. Ha acusado a la mayoría de los detenidos de “traición” al país, terrorismo y de ser responsables del alza de precios y del acaparamiento de alimentos para desatar un estallido social, informa la agencia Reuters. Los estantes de tiendas y supermercados están semivacíos y resulta difícil encontrar productos básicos como azúcar, leche, café o aceite, en su mayoría subsidiados por una Administración en bancarrota.
Bloguero en las barricadas de la primavera árabe en enero de 2011, Haythem el Makki, de 39 años, es ahora el conductor del programa político estrella de la emisora Radio Mosaïque, la de mayor audiencia en Túnez. “Las autoridades han detenido a nuestro director general, Nuredin Butaren, en un ataque frontal a la libertad de expresión”, refiere por teléfono desde la capital tunecina. Han pasado varios días desde su arresto, en pleno Día Mundial de la Radio, y sus abogados todavía no saben de qué se le acusa.
“Los letrados nos dicen que ha sido interrogado sobre la línea editorial de la emisora y sobre supuestas instrucciones informativas recibidas”, revela el Makki. “El proceso de reversión de la democracia no es imparable, pero sufre graves amenazas en Túnez”, analiza la crisis. “Desgraciadamente, no se ven alternativas. El presidente se aferra a su sillón y no va a cambiar una política que está conduciendo al país hacia el abismo”, resume la estrategia de Said para silenciar la disidencia tras el fiasco de las legislativas. “Pero tampoco hay fuerzas políticas que puedan hacerle sombra. Cuenta con cerca del 50% de intención de voto en los sondeos y los que le desafían se sitúan en un 10% o un 12%”, concluye. “No se ve una salida del túnel”.
Entre los detenidos en la oleada represiva figura el socialdemócrata Jayam Turki, que participó en la coalición gubernamental con los islamistas de Ennhada entre 2011 y 2014 y está considerado como un líder capaz de aglutinar a la oposición. También han caído en las redadas el exministro laico centrista Lazhar Akremi, y el exdirigente de Ennhada Abdelhamid Yelassi. Desde que el jurista Said suspendió la actividad del Parlamento, no han dejado de crecer los casos abiertos por la justicia castrense contra opositores. Amnistía Internacional ha alertado sobre la duplicidad de procesos civiles y militares.
El presidente de Túnez, Kais Said, vota en las elecciones legislativas, el 17 de diciembre en Túnez.TUNISIAN PRESIDENCY (via REUTERS)
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Sofian Majlufi, de 57 años, diputado en las filas de Corriente Democrática (socialdemócrata), habla por teléfono desde el exilio en París. “Temo por mi seguridad. Estoy acusado de atentar contra el Estado por haber protestado contra la disolución del Legislativo: considero que el Parlamento elegido en 2019 es el legítimo y que aún sigue funcionando, pese al autogolpe dado por Said. Su decisión fue inconstitucional”, explica su visión del laberinto tunecino. Considera que la transición en Túnez suscitó muchas decepciones, sobre todo en los planos económico y social: “Muchos de los que apoyamos la elección presidencial de Said en 2019 –como profesor de Derecho intachable–, alertamos en 2021 de que si maniobraba para acaparar el poder y anular los contrapesos constitucionales acabaría derivando hacia la represión”.
Majlufi recuerda que el pueblo ya le dio la espalda en el referéndum de reforma constitucional del pasado verano, con una participación de apenas el 30%. Y que en las recientes legislativas se estancó en un 11% en las dos vueltas. “Said no quiere reconocer su fracaso. Se ha instalado en el discurso de la conspiración e imagina que hay complots en su contra a todas horas. Para camuflar el fiasco de su gestión ha desatado la represión contra una oposición que está buscando iniciativas para salir del embrollo político y económico”, advierte. “El pueblo está cansado y agobiado por la crisis económica, y si los partidos no encontramos una solución puede producirse una explosión de cólera popular. El presidente no escucha a nadie”.
El Frente de Salvación Nacional, principal coalición opositora en la que se integran los islamistas de Ennhada, denunció el miércoles en un comunicado la “podredumbre política” que se ha instalado en Túnez, informa France Presse. La poderosa Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), central sindical que cuenta con más de un millón de afiliados en un país con cerca de 12 millones de habitantes, avaló inicialmente el autogolpe presidencial con la esperanza de que pudiera hacer frente a la ruina económica derivada de la covid, con un desplome del 8,5% del Producto Interior Bruto. La UGTT rechaza ahora expresamente los “arrestos arbitrarios” y anuncia una campaña de movilizaciones “en defensa de las libertades individuales y colectivas”.
En medio de la bancarrota y de la creciente inestabilidad, Said se ha visto obligado a negociar un plan de rescate por importe de 1.900 millones de dólares (1.780 millones de euros) con el Fondo Monetario Internacional, cuya aprobación sigue en suspenso desde hace cerca de dos meses. La Unión Europea mantiene las ayudas de emergencia, pero ha expresado su preocupación por la oleada de detenciones. “El derecho a un proceso y un juicio justos es crucial”, ha advertido una portavoz de Bruselas, informa Efe. El Departamento de Estado de EE UU también ha respaldado “la aspiración de los tunecinos a contar con un sistema judicial que proteja las libertades fundamentales”. La Oficina para los Derechos Humanos de Naciones Unidas ha reclamado directamente la liberación de todos los detenidos.
Chaima Issa (centro), una de las líderes de la coalición opositora Frente de Salvación Nacional de Túnez, antes de entrar a un tribunal militar el martes en Túnez.Laura Fernández Palomo (EFE)
“Los sumarios están vacíos, no hay ninguna prueba, según los abogados de los detenidos, más allá de vagas acusaciones de atentar contra la seguridad del Estado”, asegura Sofian Majlufi. Cree que la revolución de 2011 fracasó por la fractura entre los partidos, que no supieron encontrar espacios de entendimiento. “Todas las transiciones son difíciles y en Túnez fuimos algo ingenuos y bastante impacientes. El populismo ha ganado terreno a causa del deterioro económico. El presidente se aprovechó de la situación para hacerse con todo el poder y los partidos no estuvimos vigilantes”, concluye el dirigente socialdemócrata.
Once años después de que un joven tunecino se prendiera fuego en un desesperado gesto contra la arbitrariedad de las autoridades en Sidi Buzid (centro del país), Túnez se encuentra bloqueado en un aparente callejón sin salida. La protesta a lo bonzo del vendedor ambulante Mohamed Buazizi prendió las llamas de la primavera árabe, acabó con el dictador Zin el Abidin Ben Ali y avivó las brasas de una esperanzadora transición. Tras la decepción por la polarización a garrotazos entre laicos y religiosos, después de casi tres años de pandemia, y en medio de la inseguridad alimentaria derivada de la guerra en Ucrania, casi nadie se echa hoy a la calle.
La indiferencia o el rechazo masivos de los ciudadanos a la consolidación que buscaba en las urnas el presidente Said para su modelo de régimen autocrático han tenido como respuesta una ola de represión con escasos precedentes. Las redadas recuerdan la era de plomo del Estado policial fraguado por el dictador Ben Alí durante 23 años. Desde que Said disolvió el Parlamento y comenzó a gobernar por decreto, Túnez ha girado hacia un régimen ultrapresidencialista, rayano en el poder absoluto y sin contrapesos tangibles. La única democracia surgida de las revueltas populares de 2011 en el mundo árabe parece agonizar.
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