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El presidente Magufuli, que negó la covid-19, opta a un segundo mandato en las elecciones de Tanzania

El presidente tanzano, John Magufuli, durante una visita oficial a Nairobi (Kenia) en 2016.Thomas Mukoya / Reuters

Un puñado de líderes políticos en el mundo, con Donald Trump y Jair Bolsonaro a la cabeza, negaron el impacto del coronavirus y se resistieron a adoptar medidas, aunque conforme sus países se fueron viendo afectados matizaron su discurso y acciones. En África emerge la figura de John Magufuli, el polémico presidente de Tanzania, quien apenas da información sobre casos positivos y fallecidos, apela a dios y a baños de hierbas para combatir la enfermedad, se resiste a cualquier medida de confinamiento y, hace unos días, aseguró que había enviado muestras de una papaya y una cabra para ser analizadas y que dieron positivo, en un nuevo intento de arrojar dudas sobre la covid-19 y su verdadero impacto.

Cuando John Magufuli, de 60 años, fue designado candidato a las elecciones de 2015 en Tanzania, un país de África oriental de 55 millones de habitantes, muchos se llevaron una sorpresa. El profesor de Matemáticas que se doctoró en Químicas en la Universidad de Dar es Salam y que había llegado a ser ministro de Obras Públicas no se codeaba con las altas esferas del partido gubernamental. Trabajo, trabajo y trabajo. Esa era la premisa de este ferviente católico que se labró fama de incorruptible y se ganó el apodo de Tingatinga, bulldozer en suajilii, mientras llenaba su país de carreteras y otras infraestructuras.

El primer día en el cargo, Magufuli ya dejó claro que no iba a ser un presidente al uso: se presentó por sorpresa en el Ministerio de Finanzas para comprobar que todo el mundo estaba en su puesto de trabajo. Ha hecho bandera de la lucha contra el absentismo laboral, la corrupción y el despilfarro de dinero público. Prohibió los viajes al extranjero de los altos cargos del Gobierno que no estuvieran debidamente justificados y convirtió la celebración anual de la Independencia en un día de limpieza nacional. Su foto recogiendo basura con sus propias manos en los exteriores del palacio presidencial, manejada como una estrategia de mercadotecnia, dio la vuelta al mundo.

Sin embargo, las sombras de la deriva autoritaria no tardaron en aparecer. El Bulldozer detesta las críticas y su régimen, por acción u omisión, se convirtió en azote de toda voz disidente y de la prensa libre. “Diputados de la oposición considerados como críticos con el régimen han sido el objetivo de actos de acoso e intimidación y algunos han sido detenidos (…). La libertad de prensa se ha deteriorado notablemente”, asegura el último informe de Amnistía Internacional. Tres periódicos, seis cadenas de televisión y 21 emisoras de radio han sido cerradas por decreto y dirigentes políticos detenidos y juzgados por un delito de incitación al odio. El periodista Azory Gwanda desapareció en 2017 cuando investigaba una serie de asesinatos en su comunidad y un líder opositor fue tiroteado sin que haya habido una investigación concluyente.

Ahora la crisis del coronavirus ha puesto a Tanzania en la mirilla del mundo. Tras asegurar que las cifras en su país no eran reales y acusar de las mismas a un “sabotaje imperialista”, el presidente ha ordenado que no se faciliten datos diarios para evitar que se extienda el miedo. Hasta este lunes, Tanzania ha declarado 509 casos y 18 fallecidos, pero la última actualización es de hace cinco días. Al mismo tiempo, el incremento en la capacidad de hacer test en el continente africano y la expansión de la pandemia han elevado los positivos en toda África a unos 62.000, 20.000 en los últimos diez días, y más de 2.000 fallecidos.

Después de pedir a los tanzanos que rezaran para combatir el virus porque la enfermedad “no puede sobrevivir en el cuerpo de Cristo”, Magufuli ha decidido pasar a la acción. A finales de abril envió muestras de cabras, ovejas, papayas, aceite de coche, un conejo y de un pájaro llamado kware al laboratorio encargado de los análisis de coronavirus en Tanzania, asegurando que se trataba de personas con síntomas. “Los resultados de la papaya dieron positivo, los del kware y la cabra también (…) ¿Significa eso que todas las papayas y las cabras deben ser aisladas? Alguien está haciendo juego sucio. Aconsejo a los tanzanos que no se preocupen, la gripe siempre ha estado ahí y esto es solo un paso más”, aseguró el presidente.

Un día más tarde, el director y el responsable de control de calidad del laboratorio fueron destituidos al mismo tiempo que se abría una investigación. Posteriormente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) negó que las pruebas estuvieran fallando, mientras que John Nkengasong, director de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) en África, aseguró que los test que se usan en Tanzania son los mismos que para el resto del continente y dudó de la versión de Magufuli.

Desde que apareciera el primer caso de coronavirus en Tanzania el pasado 17 de marzo, el Gobierno se ha resistido a adoptar medidas drásticas. Los colegios y las universidades han cerrado, pero los comercios, los mercados, las mezquitas y las iglesias siguen abiertos y los medios de transporte funcionan con normalidad. El propio presidente anima a los ciudadanos a seguir trabajando, aunque adoptando las medidas de protección personal fijadas por el Gobierno. Muchos ciudadanos intentan quedarse en casa, pero la mayoría vive al día y tienen que salir a buscar su sustento cotidiano. En los próximos días está previsto que empiece a comercializarse una polémica tisana embotellada a base de artemisa, llamada Covid-Organics, creada por un centro de investigación malgache que ya ha sido distribuida a una decena de países.

La oposición acusa a Magufuli de negar la evidencia. En una entrevista televisada, Freeman Mbowe, líder del principal grupo opositor Chadema, se mostró tajante: “Vemos gente muriendo y sus entierros son supervisados por el Gobierno bajo medidas estrictas, pero no nos informan si esas personas murieron por el coronavirus. Necesitamos transparencia y verdad”. Este partido ha pedido a sus diputados que no acudan al Parlamento después del fallecimiento de tres congresistas en el plazo de 11 días. “Desgraciadamente nos seguimos enterando de la muerte de diputados y otros tanzanos por la covid-19”, apuntó Mbowe en un comunicado tras la repentina muerte del ministro de Asuntos Constitucionales, Augustine Mahiga, de 74 años, sin que el Gobierno diera más explicaciones sobre la causa del óbito.

John Magufuli sabe que su gestión de la crisis del coronavirus será juzgada en las próximas elecciones presidenciales de octubre. Si los casos siguen aumentando aún está a tiempo de dar un giro a sus políticas, aunque muchos expertos creen que no tiene nada que temer. “Hay analistas que consideran que la robusta economía tanzana, impulsada por el enorme gasto del Gobierno en infraestructuras y por la exportación de minerales, ayudará a Magufuli a ganar otra vez. Además, recuerdan que el partido gobernante Chama Cha Mapinduzi nunca ha perdido”, asegura en su último artículo sobre Tanzania Peter Fabricius, miembro del Instituto para Estudios de Seguridad.


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