El primer líder elegido, repudiado por el partido

Pablo Casado, palentino de 41 años y primer presidente del PP elegido por primarias, dejará el cargo el 2 de abril obligado y prácticamente solo. El enfrentamiento con Isabel Díaz Ayuso, por quien él apostó en 2019 para sorpresa de los que ahora han forzado su salida, animó a muchos a cobrarse viejas deudas, especialmente con su mano derecha, Teodoro García Egea. Cuando abandone el puesto tras el congreso extraordinario de abril habrá pasado 1.352 días al frente de los populares, tres años y apenas ocho meses. Sus predecesores, Mariano Rajoy y José María Aznar lo ocuparon durante 14 años. En su entorno apuntan que no pasará de presidente del partido a diputado raso y renunciará a su escaño. Alberto Núñez Feijóo contará con él si finalmente decidiera seguir en política.

Las primarias. “Habríamos votado a cualquiera que no fuera Soraya”Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado en sendas comidas con sus respectivos apoyos para las primarias en las que se eligió al sucesor de Mariano Rajoy en 2018.

Su llegada a la presidencia del PP fue, como admiten miembros de su propio equipo, propiciada por la rivalidad entre Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal. Cuando la segunda cayó eliminada en la primera vuelta de las votaciones, movilizó sus apoyos contra su enemiga y a favor de Casado, que se impuso en el congreso de julio de 2018 con un contundente 57% de los votos de los compromisarios. El exministro de Asuntos Exteriores José Manuel García Margallo, enemigo, también, de la exvicepresidenta, lo resumía así en una entrevista a EL PAÍS: “Casado no ganó las primarias. Habríamos votado a cualquiera que no fuera Soraya Sáenz de Santamaría”.

En 2015, Rajoy había dado un cargo a Casado en el partido, vicesecretario de comunicación, en una tanda de nombramientos que buscaban rejuvenecer al PP y sacudirse la imagen de nasty party (partido antipático) de la que se quejaba Esperanza Aguirre. Casado tenía entonces 34 años. Antes había sido jefe de gabinete de Aznar; diputado en la Asamblea de Madrid y presidente de Nuevas Generaciones de la Comunidad. Se licenció en Derecho tras aprobar en un cuatrimestre 12 asignaturas. La Universidad abrió y cerró una investigación tras concluir que no había anomalías. También fue polémico su máster en la Rey Juan Carlos. El Supremo vio indicios de “trato de favor”, pero estimó que no había delito, aunque “pudiera merecer otro tipo de consideraciones ajenas al Derecho Penal”.

Rescate del aznarismo. “Es un líder como un castillo”

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SuscríbeteCasado y Aznar, durante una reunión en Génova.PP

Los primeros invitados al despacho del nuevo presidente del PP en 2018 marcaron el inicio del fin del marianismo. Tras recibir a Rajoy, Casado se entrevistó con Aznar, quien había dedicado los últimos años de su sucesor a criticarle públicamente, motivo por el que no fue invitado al congreso donde el PP eligió a su nuevo líder. A partir de ahí, Casado tiró del entorno de FAES para configurar su equipo y sus listas electorales. Su primer jefe de gabinete fue Javier Fernández-Lasquetty, quien había descrito a Rajoy como un “mal recuerdo”. Lasquetty, que fue enviado a la Puerta del Sol para ayudar a Díaz Ayuso en la gestión de la Comunidad, terminó eligiendo a la presidenta madrileña en la guerra contra Casado.

En la convención ideológica que el líder del PP convocó en enero de 2019 quedó definitivamente enterrado el marianismo. Aznar ungió a Casado como nuevo referente de la derecha con la frase que le había dedicado Fraga en 1990: “Sin tutelas ni tutías. Es un líder como un castillo”. Y el líder de los populares pronunció un duro discurso, a la derecha de Rajoy y cerca de Vox: “Los asesinos, violadores y pederastas están en la calle por el síndrome de Estocolmo de la progresía”, dijo.

La primera crisis de liderazgo. “Esto nunca se ha hecho así”

Las primeras listas electorales de Casado provocaron una tormenta en el partido y su primera gran crisis de liderazgo. Los sorayistas fueron apartados y los nuevas fichajes escocieron en los cuadros del PP. En el lugar que había ocupado, por ejemplo, Fátima Báñez, exministra de Empleo, cabeza de lista por Huelva, Casado puso a Juan José Cortés, padre de una niña asesinada y rostro de la campaña por la prisión permanente revisable. El ex coordinador general Fernando Martínez-Maíllo también fue apeado del primer puesto por Zamora. Cayetana Álvarez de Toledo, que en 2015 rompió con Rajoy asegurando que no tenía motivos para defender su Gobierno, encabezó la lista por Barcelona. La mayoría de presidentes provinciales no sabía el viernes que Génova comunicó los nombres de sus cabezas de lista para las elecciones del 28 de abril de 2019 quiénes ocuparían esos puestos. “Esto nunca se ha hecho así”, se lamentaban.

Juan José Cortés tiene toda mi admiración, respeto y agradecimiento, sigue siendo un referente para todos y si soy presidente del PP espero que esté cerca de mi. Tenemos que proteger a las víctimas no solo con medidas penales también sociales y educativas #ElPPqueQueremos pic.twitter.com/gi7kq3T9al

— Pablo Casado Blanco (@pablocasado_) July 15, 2018

Desplazados por Casado de las listas y puestos orgánicos y descontentos con el rumbo que tomaba el partido, muchos sorayistas, entre los que había exministros y exsecretarios de Estado, fueron abandonando el barco detrás de su candidata, que fichó por Cuatrecasas y no ha vuelto a hacer manifestaciones políticas. Casado incluyó entonces a toreros en sus listas y colocó de número dos por Madrid a Adolfo Suárez Illana, a quien terminaría apartando tras varias polémicas, entre ellas, asegurar que en Nueva York acababa de aprobarse “una ley por la cual se permite el aborto después del nacimiento” y que “los neandertales también lo usaban, pero esperaban a que naciera y le cortaban la cabeza”. Suárez Illana es uno de los diputados que este martes firmó un comunicado exigiendo la destitución de García Egea y la convocatoria de un congreso extraordinario para elegir al nuevo presidente del PP.

Batacazo en las generales, oxígeno en las autonómicas. “Si hablas, te cortan la cabeza”

En abril de 2019, Casado se estrelló en las urnas: obtuvo 66 diputados (venían de 137). El mermado sector marianista atribuyó la debacle a la “derechización” del partido y le tomó la matrícula, pero con las autonómicas y municipales a la vista (26 de mayo) se guardaron los cuchillos. Los pactos postelectorales con Ciudadanos dieron oxígeno al líder del PP. “En esto funcionamos igual que el PSOE”, resumía entonces un veterano dirigente popular. ”Los problemas se solucionan con poder. Nuestro resultado en las generales fue desastroso, pero los pactos de las autonómicas y municipales nos han permitido gobernar y repartir poder y eso da una apariencia de éxito, aunque los problemas sigan ahí. Hay mucha gente incómoda con la actual dirección, pero tiene miedo a hablar porque ha visto lo que pasa: si hablas, te cortan la cabeza o te arrinconan”.

Viajes (de ida y vuelta) al centro. “Se ha moderado”

Entre sus primeras elecciones generales y sus primeras autonómicas, Casado pareció hacer propósito de enmienda. Llamó por primera vez “ultraderecha” a Vox y se lanzó a por los votos de Ciudadanos. Presionado por los barones, cambió de estrategia. Decía entonces uno de los presidentes autonómicos del PP: “Ha hecho autocrítica, se ha moderado y se ha centrado”. Aquel fue uno de sus muchos viajes al centro -todos con billete de vuelta-. El hombre que en enero de 2019 dedicaba 21 insultos seguidos a Pedro Sánchez (”el mayor traidor, el mayor felón de la historia democrática de España, un presidente ilegítimo, un irresponsable, un incapaz, un desleal, un mentiroso compulsivo, una catástrofe, un incompetente, un mediocre, un okupa…”), decía en septiembre: “Pedro Sánchez merece todo nuestro respeto, pero su programa no merece nuestro apoyo”.

El modelo de derecha “sin complejos” que Casado había impuesto a su llegada no estaba funcionando. Había que recuperar a los gestores, pero muchos ya no estaban. Detrás de Sáenz de Santamaría se fueron la exministra de Empleo (Fátima Báñez), el de Hacienda (Cristóbal Montoro), el de Fomento (Íñigo de la Serna), los hermanos Nadal, el exsecretario de Estado de relaciones con las Cortes José Luis Ayllón… Barones del PP lo resumen como una “descapitalización” del partido. En sus segundas listas electorales, escarmentado, Casado rectificó: sustituyó a Suárez Illana por la exministra Ana Pastor como número dos por Madrid e incorporó a otras dos exministras, Isabel García Tejerina y Elvira Rodríguez, en el cuarto y quinto puesto. Cortés saltó de las listas al Congreso a las del Senado y no salió elegido. En octubre de 2021 fue detenido acusado de agredir a una mujer.

Consciente de que no tenía al 100% a los barones de su lado, Teodoro García Egea ejecutó una operación para colocar a líderes provinciales más próximos a Génova. Donde pudieron, cambiaron también a los autonómicos. Tras más de 30 años de servicio al partido, la mayoría de ellos bajo la amenaza de ETA, el líder de los populares vascos, Alfonso Alonso, abandonó la política después de que Casado decidiera sustituirle como candidato a las elecciones autonómicas por Carlos Iturgaiz.

En las generales del 10 de noviembre, examen de recuperación, el PP ganó 22 escaños. Con un discurso deliberadamente diferente al de Génova, más moderado, Alberto Núñez Feijóo logró en los comicios gallegos su cuarta mayoría absoluta y dejar a a cero a Vox y a Ciudadanos. En Euskadi, con un candidato impuesto por Casado y una campaña hecha a su imagen y semejanza, el PP perdió cuatro escaños que en realidad eran cinco porque tenía que compartirlos con Cs, mientras Vox entraba por primera vez en el Parlamento vasco. En las catalanas de febrero de 2021, los populares obtuvieron su peor dato en la comunidad: tres escaños. En las adelantadas de Castilla y León, el pasado 13 de febrero, el PP ganó, pero necesita a la extrema derecha para gobernar.

La relación con Vox. “Halcones y palomas”

El objetivo del PP era recuperar a los votantes de Ciudadanos y Vox, soplar y sorber a la vez. Como advirtieron barones y exdirigentes del partido, Casado se dirigió, sobre todo, a los segundos, descuidando el centro. Su discurso es muy similar al de Abascal en cuestiones como la memoria histórica – el líder popular llegó a cuestionar en el Congreso que la Guerra Civil hubiese estallado por un golpe de Estado-; ambos mantienen muy presente en la agenda política a ETA -que anunció el cese definitivo de la violencia hace más de 10 años -y utilizan el término “efecto llamada” para referirse a la política de inmigración del Gobierno.

Salvo quien ha terminado siendo su principal enemiga, Isabel Díaz Ayuso, Casado siempre ha estado a la derecha de los presidentes autonómicos del PP, que desconfiaban de la estrategia de imitar a Vox. Él, sin embargo, nunca admitió que el partido estaba dividido entre los que pensaban que acercándose al discurso de la extrema derecha frenaban la fuga de votos, y los que apostaban por hacer justo lo contrario: subrayar, también como baza electoral, las diferencias, como la experiencia de gestión. Decía el líder popular en enero de 2020 en un mensaje dirigido, sobre todo, a los suyos: “Aquí no hay un PP duro y uno blando; halcones y palomas. Hay un único PP”.

En esa complicada relación con los barones autonómicos hubo un momento dulce: la intervención de Casado en la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez en octubre de 2020. No tenían los apoyos suficientes, y el movimiento buscaba únicamente incomodar al PP. La papeleta no era fácil y de hecho, el partido no tenía claro si abstenerse o votar con Vox una moción que no iba a ninguna parte. Casado guardó el secreto de su voto hasta el final y pareció romper definitivamente con Abascal: “Hasta aquí hemos llegado”, le dijo desde la tribuna del Congreso. El sector crítico aplaudió cada uno de sus sopapos verbales a Vox- “Querían cortar dos orejas al PP y han acabado de monosabio de Pablo Iglesias”. “Su única aportación ha sido Vistalegre y un autobús descapotable”— y se reconcilió con su líder. Declaró Feijóo: “Ha demostrado con contundencia que la alternativa a Sánchez e Iglesias no puede ser liderada desde la ruptura, el populismo o la demagogia”. Y celebró el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla: “Ha quedado demostrado que España necesita a Pablo Casado de presidente”.

Pero la luna de miel fue eso: una luna de miel. Empezó… y se acabó.

Dirigentes y exdirigentes consultados coinciden en que Casado es “una buena persona”. A partir de ahí, quienes han forzado su salida señalan amistades peligrosas, en alusión a García Egea. Pablo Montesinos, vicesecretario y uno de sus últimos fieles, asegura que ha sido, sobre todo, “muy independiente”. “No le ha importado enfrentarse a la CEOE, a la Iglesia [por los indultos] o defender sus ideas frente a los barones. Ha actuado siempre por convicción, y por eso hoy tiene la conciencia tranquila”.

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