El primer ministro de Estonia, Jüri Ratas, ha anunciado este miércoles de madrugada su dimisión, después de que la Fiscalía avanzara que su formación, el Partido del Centro -que lidera la coalición gobernante-, está siendo investigada por el supuesto desvío de fondos públicos a una empresa inmobiliaria a cambio de favores y apoyo político y financiero. “En política se deben tomar decisiones muy difíciles para resolver situaciones difíciles. Hoy tomé la decisión de renunciar como primer ministro debido a la situación actual”, ha comunicado Ratas tras una reunión con la junta directiva de su partido y el resto de socios de Gobierno que duró unas 14 horas, según la prensa local.
El martes, el fiscal general de Estonia, Taavi Pern, aseguró que el Partido del Centro, así como su secretario general, Mihhail Korb, son sospechosos de haber participado en el desvío de 39 millones de euros de dinero público a través de la empresa estatal de préstamos KredEx para las obras de un proyecto inmobiliario privado llamado Porto Franco, que pretende recuperar una zona estratégica en el centro de la capital, Tallin, a cambio de financiación para el partido antes de las elecciones municipales del próximo otoño.
El escándalo rompe la estabilidad de una legislatura que apenas había llegado a su ecuador, pero no ha sorprendido a la mayoría de la gente. “El Partido del Centro ya tiene cargos criminales anteriores por corrupción y este nuevo es el siguiente en la fila. Sus prácticas de financiación han sido bastante corruptas durante años y si bien había una esperanza inicial de que Jüri Ratas, cuando asumió el liderazgo del partido hace más de cuatro años, cambiaría estas prácticas, ahora vemos que esa esperanza fue en vano”, explica a través de mensajes de WhatsApp Kristina Kallas, líder de Estonia 200, formación que se enfrentó a Ratas en las elecciones de 2019 y que quedó fuera del Riigikogu (Parlamento).
Entre los sospechosos en la supuesta trama también está Kersti Kracht, asesora ya cesada del ministro de Finanzas, Martin Helme, del ultraderechista Partido Popular Conservador de Estonia (EKRE), socio en la coalición de Gobierno), y otras dos personas cuyas identidades no han sido reveladas por las autoridades “por el bien de la investigación”, según fuentes oficiales. Los Servicios de Seguridad Interna, un cuerpo específico que se encarga de proteger la Constitución del pequeño país báltico, de 1,3 millones de habitantes, han descartado, sin embargo, que una de ellas sea el propio Ratas.
La Fiscalía sospecha que los cuatro detenidos acordaron con Hillar Teder, promotor de Porto Franco, el pago de hasta un millón de euros al Partido del Centro a cambio de que el Gobierno designara a dedo a través de su agencia estatal de préstamos, KredEx, los 39 millones a Porto Franco. Algunas fuentes sugieren que el origen de esos 39 millones estaría en el fondo de recuperación europeo, creado para paliar los efectos de la pandemia de coronavirus y que por tanto iba a ser destinado a las empresas que peor lo estaban pasando como consecuencia de la crisis sanitaria.
“Hay cientos de compañías similares que se han ido a la bancarrota. El problema es que esta inmobiliaria [Porto Franco] no necesitaba el dinero. [La adjudicación del préstamo] Ha sido a dedo y con unas condiciones muy ventajosas”, explica al teléfono Aimar Altosaar, corresponsal político del diario de mayor tirada en el país, Postimees. Ratas, sin embargo, justifica el préstamo: es una empresa que “ayuda a mantener empleo en el sector de la construcción y recaudará muchos impuestos”. Lo cierto es que el de Porto Franco es un proyecto de recuperación estratégico para la economía del país, equiparable conceptualmente al de la bahía de Helsinki, en Finlandia; o al del fiordo de Oslo, en Noruega. Lugares de encuentro en los que se integra más vida cultural, gastronómica, comercial y empresarial a un espacio que antes era meramente industrial.
Fin de la coalición
Con la salida de Ratas al frente del Ejecutivo se pone también fin al Gobierno de coalición tripartito que el Partido del Centro formaba con EKRE y la formación Isamaa. Dada la situación de emergencia sanitaria, la presidenta del país, Kersti Kaljulaid, no ha tardado en encargar a Kaja Kallas, líder del partido Reforma (centro derecha) y primera fuerza política en número de escaños (34 de 101), formar un Gobierno, pese a que la Constitución le daba 14 días para sondear a las diferentes fuerzas parlamentarias. “La credibilidad del Estado debe ser preservada y en muchos lugares también debe ser reconstruida a los ojos de nuestros aliados y socios”, dijo Kaljulaid a través de un comunicado.
Kallas aún no ha contestado, pero ya ha advertido que en ningún caso contará con los ultraderechistas de EKRE, algo que en Estonia se ve con cierto escepticismo, pues el propio Ratas aseguró no incluir a la formación xenófoba y eurófoba en su coalición, y finalmente les acabó dando la cartera de Exteriores y Economía, por ejemplo.
Kallas necesita el apoyo de alguno de los partidos que ahora están en la coalición del Gobierno porque los 10 de los Socialdemócratas son insuficientes para alcanzar los 51 sitios necesarios para formar Gobierno. Todas las opciones están encima de la mesa y el resultado puede ser “impredecible”, sostiene Altosaar, pero si sale adelante la propuesta de la presidenta, Kaja Kallas se convertiría en la primera mujer en liderar el Ejecutivo de la república báltica.
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