El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, continúa su larga carrera hacia el precipicio. Con su país a un paso de la ruptura legal con la Unión Europea, después del controvertido fallo de su Tribunal Constitucional, el líder del Gobierno de Varsovia ha escrito una larga carta dirigida a los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete y a los presidentes de las tres principales instituciones europeas, en la que alerta de la supuesta deriva “muy peligrosa” hacia una UE “centralizada” y sin “control democrático” que debilitaría a los Estados miembros hasta vaciar de contenido la misma Unión. La misiva, que pretende ser una especie de concienzuda exposición de argumentos y motivos, ha sido publicada mientras Bruselas prepara su arsenal para responder ante la última provocación del socio del Este.
En el texto, Morawiecki, que capitanea un Gobierno liderado por la formación ultraconservadora Ley y Justicia (PiS), llega a citar a Jean Monnet, uno de los sacrosantos padres fundadores del club comunitario, y mientras asegura que “Polonia cumple plenamente con la legislación de la UE” y acata las sentencias de su Tribunal de Justicia, al mismo tiempo denuncia que los Estados miembros sufren supuestamente el acoso de instituciones que “usurpan poderes que no tienen reconocidos en los Tratados para imponer su voluntad” a los países del bloque comunitario. “Os escribo esta carta para tranquilizaros y, al mismo tiempo, para que os preocupéis”, avisa al resto de líderes políticos desde el encabezamiento.
La misiva llega 11 días después de la sentencia del máximo garante de la Carta Magna polaca, que declaró inconstitucionales varios artículos de los tratados de la UE, colocando al país en rebeldía legal frente a uno de los elementos centrales de la arquitectura jurídica europea: la supremacía del derecho comunitario sobre el nacional. “Este principio no es ilimitado”, rebate en cambio el primer ministro polaco en la carta, que asegura que esta doctrina jurídica de la UE conduciría al “caos legal”. “Ningún Estado soberano puede aceptar esa interpretación”, justifica y asevera que este camino llevaría a que un organismo “centralizado” y sus instituciones puedan “imponer lo que quieran dentro de sus provincias”.
Las palabras del líder polaco, cargadas de retórica antieuropea, aterrizan en una semana crítica en la que gran parte del debate europeo sigue girando en torno al díscolo socio del Este y las consecuencias del terremoto del Constitucional y la consiguiente falla jurídica abierta entre Polonia y el resto de la UE.
Mientras tanto, Bruselas sigue sopesando con cuál de sus múltiples herramientas –legales, financieras o un arsenal compuesto de ambas– responde y aprieta las tuercas a Varsovia. Este martes, además, Morawiecki tiene previsto asistir al pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo para explicar a los eurodiputados la polémica decisión del Constitucional de su país. Y se verá también cara a cara con el resto de líderes de los Veintisiete en una cumbre que se celebrará el jueves y viernes en Bruselas. Es previsible que tenga que dar muchas explicaciones ante el resto de capitales.
“Quiero llamar su atención sobre un peligroso fenómeno que amenaza el futuro de nuestra Unión”, avanza el primer ministro en la carta, en la que alerta de la “transformación gradual” de la UE en una entidad que “dejaría de ser una alianza de Estados libres, iguales y soberanos, para convertirse en un organismo único de gestión centralizada, dirigido por instituciones privadas del control democrático”.
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También denuncia el uso de “herramientas financieras” para doblegar la voluntad de los países desde Bruselas. “Sin ninguna base legal, se intenta obligar a los Estados miembros a hacer lo que las instituciones de la Unión les dicen que hagan, sin tener ninguna base legal para imponer tales exigencias”, dice. En estos momentos, Polonia es, junto a Hungría, uno de los pocos países cuyo plan de recuperación aún no ha sido aprobado. Y Bruselas ha sido muy clara con Varsovia al tratar sobre esta materia: no habrá luz verde hasta que no se acuerde un camino con hitos muy específicos que implican el respeto al Estado de Derecho y reformas del sistema judicial.
No es la única llave financiera para tratar de doblegar la resistencia polaca. La semana pasada tuvo lugar ante el tribunal europeo otra de las múltiples batallas entre Varsovia y la UE, esta vez en torno al llamado mecanismo de condicionalidad, una herramienta diseñada para que ni un euro de los multimillonarios fondos de recuperación caigan en manos de los países que incumplan el Estado de derecho. Polonia, de nuevo junto a Hungría, ha recurrido ante el TJUE el instrumento. El mecanismo de condicionalidad aún se encuentra en una especie de limbo, a la espera de un pronunciamiento judicial, pero el Ejecutivo comunitario, presionado por la Eurocámara, tiene intención de ponerlo en marcha antes de finales de octubre.
El primer ministro polaco reclama un “diálogo abierto” y pide que se escuchen los argumentos de Polonia, un país que “sigue siendo un miembro leal de la UE”, según afirma. El viernes pasado, la canciller saliente de Alemania, Angela Merkel, abogó también por resolver las disputas entre Bruselas y Varsovia intensificando las conversaciones –”Es le momento de hablar en profundidad con el Gobierno polaco”– y tratando de evitar nuevos casos judiciales, que se amontonan en un complejo entramado de autos, sentencias y procedimientos –”Me preocupa un poco el gran número de casos que ahora se resuelven en los tribunales”, añadió la alemana–.
Frente a la diplomacia con sello merkeliano, otro miembro del Gobierno polaco ha reaccionado este lunes con más metralla. El ministro de Justicia, Zbigniew Ziobro, ha asegurado que pretende llevar a Alemania ante el Tribunal de Justicia de la UE por la politización del poder judicial –que es precisamente uno de los puntos de mayor fricción entre Varsovia y la UE: la independencia de los jueces polacos–. “Es en Alemania donde los políticos tienen un papel decisivo en el proceso de nombramiento de jueces”, ha dicho Ziobro, que quiere que el Consejo de Ministros valore la posibilidad de iniciar un procedimiento legal para demandar a Alemania ante el TJUE “por violar los tratados de la UE al politizar el poder judicial”.
“La carta del primer ministro polaco es un intento fallido de minimizar los efectos de una sentencia sin precedentes y que reduce a cero el margen de negociación del Gobierno polaco con la Comisión”, valora la misiva Daniel Sarmiento, profesor de Derecho de la UE y antiguo letrado del TJUE, uno de los órganos contra los que Varsovia ha dirigido su furia antieuropea.
Ante la tensión en aumento, Morawiecki acude a uno de esos escasos nombres que parece capaz de unir incluso a familias rotas: Jean Monnet, uno de los grandes impulsores del bloque comunitario. “Haz que los hombres trabajen juntos; demuéstrales que, más allá de sus diferencias y fronteras geográficas, existe un interés común”, cita el polaco en su carta. “Hoy es el momento de actuar juntos, no de enfrentarnos unos a otros”, concluye, tratando de allanar el camino pedregoso que le espera esta semana y, probablemente, las siguientes.
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