Esta es una historia con final feliz, cuyos protagonistas son sendas poblaciones de ardillas y martas, y un puente de metal que une un bosque y un parque en la ciudad holandesa de La Haya. Construido en 2012 sobre la carretera que separa ambos parajes para facilitar su búsqueda de alimento, los animales han tardado casi una década en cruzarlo de forma regular. Demasiado, según los críticos, pensando en el gasto público destinado a través del Ayuntamiento a la obra: cerca de 150.000 euros de fondos estatales para el medio ambiente. Un tiempo prudencial, dijo la guarda forestal, porque roedores y mustélidos debían acostumbrarse a la pasarela a su ritmo. Después de años vacía, en 2021 hubo cerca de 400 viajes de ida y vuelta de estas especies y puede hablarse por fin de éxito.
“Los animales han aprendido dónde está el puente y es una buena noticia para la salud de estas poblaciones”, señala el Ayuntamiento de La Haya, en el comunicado donde presenta los nuevos datos. En 2021, las cámaras instaladas para seguir los movimientos de los animales “captaron no menos de 263 cruces por parte de las ardillas, y 170 de las martas; ha llevado años, pero podemos calificarlo de un gran éxito”, asegura en la nota la ecóloga municipal, Esther Vogelaar.
Imagen nocturna del paso de una marta por el puente.Ayuntamiento de La Haya
Las ardillas lo utilizan durante el día en agosto, septiembre y principios de octubre. Es cuando almacenan la comida para el invierno. Las martas se acercan a menudo por la noche y también en verano, según un estudio encargado por el consistorio. Unas y otras se evitan, ya que las martas son carnívoras. La actividad observada confirma, para Vogelaar, que el puente “forma parte de su entorno vital, y al conectar ambos parajes se evita la endogamia” en el seno de los grupos de roedores y mustélidos.
Levantado en 2012, el viaducto está sobre una carretera a la salida de La Haya y conecta el bosque de la ciudad, Haagse Bos, uno de los más antiguos del país, de unas 100 hectáreas, con el parque de Clingendael, abierto todo el año. Como las ardillas y las martas cruzaban la carretera con frecuencia, se construyó para que fuesen en busca de comida sin peligro para ellas, o bien para los automovilistas. Facilitaría a su vez el contacto entre las poblaciones de estos pequeños mamíferos, asentadas a ambos lados. De metal y con unas lianas igualmente metálicas para animarles a saltar hasta alcanzar el piso firme del puente, se presentó en su día como un ejemplo de conservación de la fauna local. También, de compromiso municipal con el entorno.
Un animal inesperado captado por las cámaras del puente, una lechuza.Ayuntamiento de La Haya
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En los dos primeros años, sin embargo, las cámaras apenas recogieron el ir y venir de cinco ardillas. La entonces guarda forestal del Haagse Bos, Jenny van Leeuwen, había dicho que no podía medirse el tiempo desde el punto de vista de la inversión efectuada, sino pensando a largo plazo. Pero las críticas arreciaron. El Partido para los Animales (con dos escaños en el Congreso en 2016, y hoy con seis) lo calificó de “política de símbolos aplicada sin la necesaria labor de investigación”, y señaló que la construcción no era de madera, considerada más apropiada. La respuesta municipal admitía el poco éxito inicial, pero defendía el diseño y el emplazamiento, y sobre todo, que los habitantes de la Haya no habían notado un gasto salido del presupuesto estatal. A la vista de los nuevos datos, la ecóloga Vogelaar ha resumido de este modo la situación: “Jenny [ya fallecida] tenía razón. A veces hay que saber esperar”.
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