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El Real Club Iago Aspas de Vigo


Las pizarras casi siempre estrechan el fútbol, lo comprimen y casi lo reprimen. En ellas se diseñan ahora precisas y corales presiones que convierten los partidos en pastosas lizas que se sustancian en territorios reducidos. Se llama al error y por ahí el espectáculo palidece. Ocurre que todavía quedan transgresores que viven del acierto propio, tipos que convierten las baldosas en latifundios, que no necesitan más espacio para expresar su talento. Sumido en una boscosa espesura, el duelo entre Valladolid y Celta acabó en tablas (1-1) tras una nueva explosión de talento de Iago Aspas, que no deja de mostrar un repertorio infinito. En el Nuevo Zorrilla marcó un gol imposible. Otro más. No le bastó al Celta para ganar, pero sigue sin perder. Tampoco mereció más. El Valladolid, que no conoce la victoria después de tres jornadas, igualó y fue lo justo en un duelo pleno de sudores y esfuerzos.

Al Celta es complicado hincarle el diente. Y eso es noticia. La llegada de Óscar García Junyent al banquillo anunció inconsistencia y ligereza entre quienes manejan el catálogo de tópicos futboleros. Lo que ha ocurrido es que el equipo se ha rearmado defensivamente. La solución no estaba en agregar nuevas piezas, por más que el colombiano Murillo haya aportado desde su llegada al equipo poco después que el entrenador. Era una cuestión colectiva: el Celta ahora se junta, se remanga sin pelota y apenas ofrece resquicios.

El Valladolid también tenía un transgresor. Se esperaba a Orellana, pero el chileno cayó en la atonía y quien prendió la luz fue Toni Villa, que en la primera parte se movió delicioso entre líneas, con capacidad para caer a los costados, combinar, enfrentar y regatear. Aspas y Villa pintaron con tizas de colores la pizarra cuando el partido cumplía un cuarto de hora de trasteo. Al delantero gallego (ahora, mientras no llega un nueve a Vigo, vuelve a jugar como la referencia más adelantada) le bastó un toque de espaldas a la portería del Valladolid para dejar a Denis Suárez solo ante Roberto. Pero su compañero marró en el mano a mano. El mediapunta del Valladolid respondió con una maniobra que habilitó a Guardiola ante Iván Villar, que se hizo grande ante la meta.

Ese fue el único intento entre los tres palos hasta que en la última jugada de la primera parte una recuperación del Celta cerca de su área obtuvo la inmediata respuesta de Aspas, que tiró un desmarque mientras lo centrales del Valladolid parpadeaban. Uno de ellos, Bruno, corrió tras el delantero y ya en el área le empujó con cierto disimulo. Quizás el VAR lo hubiese obviado, pero Aspas no quiso despejar esa duda. Con el impulso de Bruno atinó a sortear al meta Roberto y se fue trastabillado hacia la línea de fondo. Al límite, en un escorzo imposible, colocó un sutil toque en un ángulo imposible respecto a la portería. Cuando la pelota entró, sonrió como sólo lo hacen los que saben.

No hubo bandera blanca del Valladolid, orgulloso para lanzarse a por el rival. Avisó a balón parado Nacho, que cató el larguero poco antes de que Kike Pérez forzase a Hugo Mallo en el área. Todo acabó en un penalti muy dudoso, criterio del árbitro que no desmintió su ayudante a los mandos del vídeo. Subió el ritmo el Valladolid, la fatiga ayudó también a generar espacios. Pero no hubo juego en las áreas. El Celta padeció algo más porque se desconectó de Aspas y apenas transitó en un sentido, el de su zaga. Óscar quiso arreglarlo con Santi Mina en punta y su estrella enganchando metros atrás, pero al final acabó bien tapado con tres centrales. Y el empate se saboreó por parte de todos.


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