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El regreso más esperado de un rejuvenecido Stevie Wonder


Que Stevie Wonder se toma las cosas con calma no es nuevo. El niño prodigio del soul que revolucionó la música negra ha presentado dos adelantos del que será su próximo disco, Through the Eyes of Wonder, un trabajo que llega 15 años después del último, A Time to Love, que a su vez tardó una década en ver la luz. La tranquilidad en el terreno musical parece casi una seña de identidad en Wonder, quien además va a editar su nuevo álbum con su propia discográfica, Republic Records, y no con su compañía habitual, Motown, en la que despuntó allá por los sesenta.

El artista, que a los nueve años aprendió a tocar el piano, la batería y la armónica y obtuvo su primer número uno en Estados Unidos con solo 13 años con la canción Figertips, regresa a sus 70 años con la fuerza y el espíritu de un jovencito, como asegura sentirse Stevie Wonder después de haber sido sometido a un trasplante de riñón.  “Me siento muy bien, mi voz se siente muy bien. Le digo a mi hija Aisha: ‘Voy a ser cinco años menor que tú’ … Me siento como si tuviera 40 años en este momento”, ha contado el músico en la presentación virtual de sus dos nuevas canciones.

Dos temas que nada tienen que ver con el sosiego con el que se identifica, pues marcan un regreso para el músico a los trabajos más políticos de principios de su carrera, como Front Line de 1982, sobre la guerra de Vietnam, y Happy Birthday de 1980, que impulsó una campaña finalmente exitosa para hacer el día de nacimiento de Martin Luther King Jr. Una fiesta nacional en Estados Unidos. Un activismo político que se ha vuelto a ver reflejado en los últimos tiempos. El cantante ha participado en conciertos para apoyar la lucha contra la pobreza en todo el mundo, se ha mostrado públicamente contrario a las políticas de Trump, ha colaborado en las actividades solidarias para recaudar fondos para las víctimas por la pandemia del coronavirus y ha denunciado la violencia racista en su país natal, siendo uno de los primeros famosos que se arrodilló en un escenario como una protesta por la injusticia racial.

Con 25 premios Grammy y ganador de un Oscar a mejor canción original por I Just Called to Say I Love You en la película La mujer de rojo, es tal la magnitud de Wonder a lo largo de toda su trayectoria profesional que la atención sobre su vida sentimental no suscita el interés digno de una estrella. O al menos él siempre ha querido huir de ese ruido. Y eso que su historia podría dar para una telenovela. Ha estado casado en tres ocasiones y tiene nueve hijos de cinco mujeres distintas. Su primer y efímero matrimonio con Syreeta Wright (1970-1972), una de las cantantes de la discográfica Motown, no le dio descendientes, pero le dejó una gran afición por la meditación que sigue practicando a diario. Tres años más tarde, el 2 de febrero de 1975, nacería su hija Aisha, fruto de su relación con Yolanda Simmons y quien hoy no se separa de su lado. A ella le dedicó Isn’t she lovely y junto a ella grabaría el dúo Positivity. “Era lo que necesitaba para mi vida y para mi música”, declaró Wonder al poco de la llegada de su primogénita. La pareja tendría otro hijo, Keita, en 1977, quien también ha trabajado en la industria musical.

Tras esta relación vino otra muy discreta con la cantante Melody McCulley, con quien tuvo a su Mumtaz Morris, también músico. Wonder ampliaría su familia posteriormente con dos hijos, Sophia y Kwame, cuya identidad de la madre se desconoce. En 2001 llegó su segunda boda con la diseñadora de moda Kai Millard, de quien se divorció en 2012 y con quien tuvo otros dos hijos, Kailand, que en ocasiones ha tocado la batería en sus conciertos, y Mandla. El cantante se volvió a casar en 2017 con la madre de sus dos hijos pequeños, Tomeeka Bracy, tras cinco años juntos. Una ceremonia que, según reveló The Sun, se celebró en la intimidad pero acompañados de estrellas de la música como John Legend, Usher y Pharrell Williams.

Ciego de nacimiento y focalizado en su trabajo, el artista concibió desde el primer momento la música como un elemento catalizador de sensaciones capaz de convivir con igual gracia géneros como el soul, el góspel, el R&B y el pop. Un sentido del ritmo que los expertos musicales anhelan ver en el regreso de una estrella que no muestra atisbos de apagarse.


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