El Gobierno de Boris Johnson ha decidido dar marcha atrás a una política de décadas de no proliferación nuclear y reforzará su arsenal de defensa en la era pos-Brexit, en la que aspira a ser un importante actor solitario en la escena internacional. La Estrategia Integrada de Política Exterior y Defensa publicada este martes incluye un incremento de hasta el 40% en el límite de cabezas nucleares Trident (de las 180 actuales a 260) que posee el Reino Unido. La decisión, sin embargo, tiene más relevancia cualitativa que cuantitativa. Downing Street mantiene su compromiso de no hacer uso de la amenaza frente a cualquier Estado que haya firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear de 1968, pero se “reserva el derecho de revisar este compromiso ante la futura amenaza de armas de destrucción masiva, con capacidades químicas o biológicas, o ante tecnologías emergentes que puedan tener un impacto comparable”.
El documento, de más de 100 páginas, se presenta como la revisión más completa en materia de seguridad y política exterior llevada a cabo por el Reino Unido desde el final de la Guerra Fría. Johnson ordenó su elaboración en cuanto accedió al poder, en 2019, pero la irrupción de la pandemia ha retrasado casi un año su presentación. Se anunciaba como la visión completa de la Global Britain (Gran Bretaña Global) que el político conservador anticipaba cuando el Brexit fuera ya una realidad. Downing Street señala de modo muy concreto las dos principales amenazas en el presente y en el futuro: China y Rusia.
El gigante asiático es definido como un “desafío sistémico” a la seguridad económica, la prosperidad y los principios y valores que defiende el Reino Unido. En su comparecencia ante la Cámara de los Comunes, sin embargo, Johnson no cerraba la puerta a las relaciones comerciales con Pekín: “No existe la menor duda de que China presenta enormes desafíos para una sociedad tan abierta como la nuestra. Pero seguiremos trabajando con ese país cuando sea compatible con nuestros intereses y nuestros principios, y eso incluye construir una relación económica más fuerte y positiva, y responder juntos al desafío del cambio climático”.
El principal riesgo de confrontación actual procede de Rusia, según el documento, que confirma las conclusiones a las que ya llegó hace un año la Comisión de Inteligencia del Parlamento británico. “El Reino Unido respeta al pueblo, la historia y la cultura de Rusia. Sin embargo, hasta que mejoren las relaciones con su Gobierno, seguiremos respondiendo de modo activo y defendiéndonos frente a toda la gama de amenazas que emanan de Rusia”, asegura el Ejecutivo de Johnson. “Haremos valer la legislación internacional y exigiremos responsabilidad [a Moscú] ante su violación (…), como ya hicimos después del atentado de Salisbury”. En marzo de 2018, Londres acusó al Gobierno ruso de estar detrás del intento de asesinato del agente doble, Sergei Skripal, y de su hija, Yulia, con el agente nervioso novichok. La tensión desembocó en la expulsión del Reino Unido de varios diplomáticos rusos.
El propósito del Gobierno de Johnson de incrementar su capacidad nuclear ha ensombrecido otros apartados relevantes del documento estratégico, como el referente al impulso de la capacidad científica y tecnológica del Reino Unido, la respuesta a frente la prácticamente segura llegada de nuevas pandemias en el futuro, o a la apuesta del Reino Unido de incrementar su presencia e influencia en la región indo-pacífica. La oposición laborista y los principales grupos antinucleares han acusado a Johnson de quebrar directamente con su decisión la legislación internacional. “Esta revisión estratégica destruye el objetivo de varios primeros ministros anteriores, así como de un continuo esfuerzo bipartidista, de reducir nuestro arsenal nuclear. Y ni siquiera explica cuándo ocurrirá, por qué se decide o cuál es realmente su propósito estratégico”, ha denunciado en el Parlamento el líder de la oposición, Keir Starmer. A pesar de ello, el laborista ha querido medir sus palabras y dejar claro que el apoyo de su partido a “la capacidad nuclear disuasoria [del Reino Unido] es innegociable”.
El Gobierno de Johnson se ha esforzado en lanzar gestos de cooperación y amistad a la nueva Administración demócrata estadounidense de Joe Biden, después de perder a un aliado incómodo, pero firme, como era el expresidente Donald Trump. El documento dedica sus mayores elogios a Estados Unidos, que “seguirá siendo el aliado estratégico más importante del Reino Unido”. “La alianza entre los dos países apuntala nuestra seguridad mutua y salva vidas”, asegura el texto. Respecto a la UE, Johnson mantiene el discurso apaciguador que sostuvo durante la crisis del Brexit. Sigue definiendo a los “vecinos y aliados europeos” como socios fundamentales, y defiende que el Reino Unido mantendrá su firme contribución a la defensa colectiva a través de su contribución a la OTAN. El documento solo menciona expresamente a dos países: Francia y Alemania. Respecto del primero, busca recalcar sobre todo la necesidad de cooperar en la gestión de la frontera compartida [a través del canal de la Mancha], para hacer frente a los problemas de comercio y seguridad, y el reto que supone la inmigración. A Alemania la define como “un aliado esencial” con el que debe seguir reforzando la cooperación en “asuntos importantes como el cambio climático”.
Las lecciones de la pandemia se incorporan a un documento estratégico que prevé “estallidos de enfermedades infecciosas mucho más frecuentes en los años venideros”. El Gobierno de Johnson se compromete a impulsar la acción “nacional e internacional” para hacer frente a este desafío, y el compromiso de desarrollar, a través del G-7, un mecanismo que garantice la elaboración de nuevas vacunas en un plazo de 100 días ante cualquier nuevo virus.
El “poder suave” del Reino Unido
En la visión estratégica del Gobierno de Boris Johnson se incorpora la capacidad de influencia cultural en el mundo del Reino Unido, una “superpotencia de poder suave”. Medio millón de estudiantes elige los colegios y universidades de este país, subraya el documento presentado este martes, hasta el punto de que “uno de cada cuatro países tiene un jefe de Estado educado en el Reino Unido”. A pesar de los continuos enfrentamientos entre Downing Street y la BBC, hasta el punto de amenazar a la cadena pública con un recorte drástico de su presupuesto, y hasta con su desaparición, el Ejecutivo de Johnson la presenta como un factor de influencia internacional decisivo: “La que más confianza suscita en el mundo, con 468 millones de espectadores cada semana”.
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