La Coalición Internacional Para la Derrota del Daesh/ISIS, el grupo de más de ochenta países creado en septiembre de 2014 para combatir a esta organización de terrorismo islamista, se ha comprometido este lunes a mantener vivos sus esfuerzos. El atentado del jueves en el aeropuerto de Kabul, que se atribuyó el ISIS-K (la rama afgana del Estado Islámico) y acabó con la vida de al menos 170 personas, ha vuelto a situar en primera línea una amenaza que se creía subyugada, después de las derrotas infligidas al ISIS en Irak y Siria.
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“Vamos a seguir cooperando estrechamente, bajo los auspicios de la coalición, para contrarrestar con eficacia esta peligrosa amenaza. Utilizaremos todos los elementos nacionales de poder -militares, de inteligencia, diplomáticos, económicos y policiales- para asegurar la derrota de esta brutal organización terrorista”, afirma el comunicado que ha publicado el Departamento de Estado de EE UU en su página oficial. Washington y Londres han sido dos de los gobiernos occidentales más combativos contra una organización que surgió al calor de Al Qaeda, a la que rebasó en crueldad y ambición territorial. El Gobierno británico ha convertido en norma oficial la utilización del término daesh, como se refieren al ISIS sus enemigos, por la connotación peyorativa fonética que tiene para los parlantes de árabe.
El ministro británico de Exteriores, Dominic Raab, en el ojo del huracán por la lentitud y negligencia con que reaccionó durante los primeros días de la crisis de Afganistán -eligió no regresar de sus vacaciones- se esfuerza ahora por enmendar sus errores con una agenda internacional repleta de citas y eventos, para intentar demostrar un liderazgo que hasta ahora ha brillado por su ausencia. “El Reino Unido permanece firme y unido con nuestros socios de coalición para lamentar los asesinatos del terrible atentado del daesh en el aeropuerto de Kabul, y para dejar clara nuestra inquebrantable determinación colectiva de combatir a las redes del daesh con todos los medios posibles, allí donde actúe”, ha asegurado Raab en su cuenta de Twitter al finalizar la reunión virtual sostenida este lunes por los miembros del G-7, la OTAN, Qatar y Turquía.
Más allá de los mensajes de firmeza emitidos contra el ISIS desde Washington y Londres (ambos deploraron víctimas, militares y civiles, en el aeropuerto de Kabul), la prioridad de ambos gobiernos se centra ahora en forjar un consenso internacional sobre el modo en que se debe responder -y tratar- al nuevo régimen talibán establecido en Afganistán. Y, sobre todo, en dar con un modo de presionar a los nuevos dirigentes del país para que permitan corredores seguros de salida para todos los extranjeros y ciudadanos afganos que han quedado atrás y reciban la autorización para obtener refugio en terceros países.
El Reino Unido y Francia han unido esfuerzos para presentar este lunes una resolución conjunta en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Piden a los talibanes que den su respaldo a una zona de seguridad, gestionada por personal civil, en el aeropuerto de Kabul. Desde allí podría reactivarse la operación de evacuación de civiles que llegó a su brusco final el pasado sábado. Para sacar adelante la propuesta deberá lograrse el consentimiento de Rusia y China, miembros permanentes del Consejo con derecho de veto, y muy recelosos ante lo que consideran injerencias de Occidente en Afganistán. Moscú y Pekín han decidido salvaguardar sus propios intereses y relaciones con el nuevo régimen talibán, al margen de la comunidad internacional.
Paradójicamente, mientras su ministro se preparaba para desplegar esta nueva estrategia diplomática en Naciones Unidas, el secretario británico de Estado de Exteriores, James Cleverly, arrojaba un puñado de escepticismo contra la propuesta. “Tenemos que ser realistas. Algunos planteamientos son muy difíciles, prácticamente imposibles, sin un despliegue militar significativo sobre el terreno. Sin esa garantía no se puede tener presencia, ni de la ONU ni de personal diplomático”, ha asegurado Cleverly este lunes a la BBC.
El personal militar británico abandonó Afganistán este domingo, después de dar por concluida la Operación Pitting, el esfuerzo de evacuación que ha supuesto la salida del país de cerca de 15.000 personas. El Gobierno británico estima que apenas llegan a un millar los ciudadanos afganos que colaboraron durante dos décadas con las fuerzas internacionales y debían haber abandonado también el país. Sin embargo, muchas voces críticas, tanto en el Partido Conservador británico como en la oposición laborista, denuncian que Exteriores fue incapaz de gestionar el alud de correos electrónicos con detalles personales de afganos en peligro, y que son cerca de 9.000 aquellos con vínculos más o menos estables con instituciones británicas que se han quedado atrás.
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