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El remolino de Estados Unidos se traga a España

El remolino de la selección femenina de waterpolo de Estados Unidos arrastró a España fuera de la piscina en tres cuartos de partido (12-4), antes de rematar por un global de 14-5 la más llevadera de las tres finales olímpicas consecutivas que ha disputado, y vencido, desde los Juegos Olímpicos de Londres.

“Ha sido duro”, dijo Maica García, la boya española, autora de dos goles soberbios en una refriega donde la defensa americana parecía infranqueable, “hemos ganado una plata, pero hemos perdido un oro. Me da pena este marcador. Creo que podríamos haber dado un poquito más”.

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Maica García y sus compañeras, que cosecharon su segunda plata olímpica desde 2012, no fueron víctimas de un resultado accidental. El equipo estadounidense, dirigido por el ingenioso Adam Krikorian, consolidó en Tokio la mayor dinastía que ha producido la historia del waterpolo femenino. Lo hizo a costa de las nadadoras españolas, disueltas en la tormenta, desorganizadas en defensa y en ataque, incapaces de sobreponerse moral y tácticamente a unas rivales más dinámicas que nadaron más altas y ejecutaron cada acción con la certeza invencible con la que una manada de focas se come una lubina en un acuario.

Pálido como un cirio, Miki Oca, el seleccionador español, se paró en el borde la piscina tan imperturbable como un jugador de póker. Mirando al vacío, cabía preguntarse si lo que proyectaba hacia el exterior era un estado de ánimo igualmente hueco. Su decisión de dejar fuera a Clara Espar, la defensa de boya, forzó a nadadoras menos expertas en la marca a lidiar con las ágiles jugadoras americanas cuando incursionaban dentro del arco español.

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El gol de Alys Williams antes de que se cumpliera el primer minuto (1-0) reflejó el destino de los siguientes 32. Frente al movimiento rápido del balón de Estados Unidos, las nadadoras españolas no llegaban a tapar sus palos a tiempo, se hundían, se retrasaban demasiado, propiciaban aproximaciones peligrosas y dejaban vendida a Laura Ester en medio de una portería que se agrandaba.

Concluido el primer cuarto, los datos daban la alarma. Estados Unidos había metido tres goles en sus cinco acciones contra la defensa española organizada, mientras que España no había conseguido ni uno en cuatro ataques. Solo aprovechando una superioridad numérica logró Roser Tarragó anotar el 2-1 haciendo que la bola patinara en el agua para superar a la imponente portera Ashleigh Johnson. Fue un golpe aislado. Elástica y larga de envergadura, fuerte de piernas y bien cubierta, la portera de Miami recordó que no por casualidad poseía dos títulos mundiales y un oro olímpico.

En un intento desesperado por ajustar las cuadernas de un barco que se le deshacía, Miki Oca obró contra su costumbre y pidió un tiempo muerto. Corría el segundo cuarto y las españolas salieron del astillero con un impulso distinto. Bea Ortiz forzó los tendones de su hombro para darle un pase de contorsionista a Maica García, y la boya ganó medio metro antes de catapultar el 6-2 a la red. Las españolas lo celebraron como si aquello les brindara un resquicio para meterse en el partido. El 6-3 de Bea Ortiz en la siguiente jugada profundizó en la sensación de que España se encontraba ante la última oportunidad de revertir la corriente. Pero los goles de Musselman y Williams, y una defensa prodigiosa cada vez que las norteamericanas se quedaban en inferioridad, devolvieron las aguas al cauce estadounidense y el pesimismo al bando contrario.

La excepción de 2013

Bien cubierta por unas nadadoras que se alzaban hasta sacar medio cuerpo fuera del agua en cada bloqueo, Johnson sumó 11 paradas en los 15 tiros que le lanzaron antes de ser sustituida en los últimos minutos para que disfrutara de la fiesta que ya comenzaba en su banquillo. Una cantidad descomunal considerando la máxima exigencia de una final olímpica. Dato revelador del soberbio partido de Estados Unidos frente a una España impotente para encontrar brechas en un adversario al que solo ha vencido una vez en la última década, en los cuartos de final del Mundial de Barcelona de 2013.

Fuera de aquel extraño paréntesis, la supremacía americana ha calado tan hondo como la racha de los resultados y los marcadores que firman. En junio en la Liga Mundial, Estados Unidos se impuso 18-19 a España; en la final del Mundial de Gwangjou 2019 arrasó 11-6; en la final del Mundial de 2017 logró el título sin demasiados problemas por 13-6 y en los Juegos de Río ganó por 11-4.

Los precedentes estrecharon el margen de autoconfianza de las nadadoras españolas antes de saltar al agua. Una vez sumergidas en la piscina de Tatsumi, la final solo tuvo un dueño.

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