Las aguas del Mediterráneo central han sido este lunes el escenario del naufragio —otro más— de una patera repleta de personas de origen subsahariano que intentaban llegar a costas italianas. Todo indicaba que iba a ser una operación de salvamento sencilla: la embarcación se mantenía a flote y sus tripulantes, tranquilos y obedientes, se habían enfundado con diligencia los salvavidas que los socorristas del velero Astral, de la ONG catalana Open Arms, les había acercado en una zódiac. Con el mar tranquilo, el día soleado y buena visibilidad, solo quedaba contactar con la Guardia Costera italiana para que recogieran al pasaje. Entonces sobrevino la catástrofe: en cuestión de 10 segundos, la patera se hundió antes de que sus ocupantes pudieran ser evacuados, cuando apenas habían acabado de colocarse los chalecos. Los 47 tripulantes han sobrevivido, pero el desenlace estuvo muy cerca de ser fatal, según presenció , a bordo del Astral.
Aisha es la única mujer embarazada entre los náufragos. La socorrista Amalia Soroeta la sostuvo en sus brazos en el agua hasta que la zódiac fue a por ellas. Proviene de Costa de Marfil y viajaba en la patera con su hermana Agnes. El cansancio pudo con ella y tuvo que ser subida a bordo entre cuatro personas, inconsciente y con el temor de que estuviese muerta. “Abre los ojos y tose, no dejes de toser”, le pedía la enfermera Cristina Merino mientras comprobaba que seguía con vida y le practicaba los primeros auxilios.
En torno a las tres de la tarde reinó el caos en un punto perdido del mar, a medio camino entre Túnez y la isla de Lampedusa, donde solo se atisbaba agua y más agua hasta donde alcanza la vista: Soroeta sostenía entre las olas a una mujer inconsciente; había hombres agarrados a neumáticos que gritaban y pataleaban, luchando por mantenerse a flote. Otros, un poco más lejos, casi desvanecidos, hacían dudar de si estaban vivos o muertos. Entre toda la agitación, parecía escucharse el llanto de un bebé. Y en un barco pesquero que se había aproximado al percatarse del drama, los que aún tenían fuerzas intentaban trepar a pulso.
“En un momento dado, temí que intentaran subirse a bordo todos y volcáramos”, relata Guillermo de la Rosa, el segundo socorrista, tras la operación de rescate. “Pero, al contrario, se han organizado bien, se han agarrado entre ellos y se han protegido”. Han sido apenas 30 minutos de miedo y tensión durante los cuales los tripulantes del Astral y los del pesquero que se encontraba cerca han conseguido, casi milagrosamente, sacar del agua a las 47 personas, todas con vida.
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El Astral, de bandera británica, no está autorizado a subir supervivientes a bordo y llevarlos a puerto. Su labor es la de localizar barcas a la deriva, informar a la Guardia Costera de la situación de los pasajeros, proveerles de chalecos salvavidas y agua, comprobar su estado de salud y esperar junto a ellos hasta que un navío de rescate, como los de ese cuerpo de las Fuerzas de Seguridad italianas, vaya a socorrerlos. Solo en casos extraordinarios en los que las vidas de los migrantes corren peligro pueden embarcarlos.
Esto es lo que ha ocurrido en esta ocasión. “Las autoridades de Lampedusa nos ha informado de unas coordenadas en las que había un barco que creían que necesitaba asistencia médica. Hemos quedado en acercarnos e informar de qué ocurría. Hemos ido, hemos comprobado que estaba sobrecargada y le estaba entrando agua. Entonces nos han contestado que los embarcáramos y los lleváramos a Lampedusa”, relata Esther Camps. Cuando los tripulantes estaban en plena labor, la patera ha desaparecido bajo las aguas. “Ni siquiera ha volcado o se ha partido, simplemente ha desaparecido”, recuerda la jefa de misión.
El velero Astral zarpó el viernes pasado desde el puerto de Badalona para participar en labores de búsqueda y salvamento de migrantes a la deriva en el Mediterráneo central en un momento en que toda ayuda parece poca: según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), este primer trimestre del año es el más mortífero desde 2017, con 46.419 llegadas y al menos 579 cadáveres en unas aguas que acumulan casi 27.000 muertos o desaparecidos desde 2014. Ya durante la travesía, aún a muchas millas de la zona SAR italiana (búsqueda y rescate, por sus siglas en inglés), Camps comentaba que la gran cantidad de avisos que llegaban por radio de embarcaciones pidiendo auxilio era muy inusual.
Desde el inicio de 2023 han llegado a las costas italianas 35.085 migrantes, más del cuádruple de los que lo hicieron en el mismo periodo del año pasado, e Italia se ha convertido en el principal punto de entradas irregulares de Europa. Estas cifras, que se prevé que aumenten con la llegada del buen tiempo, han llevado al Gobierno italiano, liderado por la ultraderechista Giorgia Meloni, a declarar recientemente el estado de emergencia migratoria para poder tomar decisiones sobre este asunto sin pasar por el Parlamento. Una de las primeras medidas es la apertura de nuevos centros de repatriación para facilitar las expulsiones.
El medio centenar de inmigrantes habían salido dos días antes desde la localidad tunecina de Sfax. Fueron localizados por el Astral a raíz de un aviso por radio enviado desde la propia embarcación a la deriva. Entre sus 47 tripulantes había seis mujeres, una de ellas embarazada, un menor de edad y un bebé de ocho meses. De cuatro en cuatro fueron trasladados a la cubierta del Astral, a la que lograron subir con grandes esfuerzos después de haber pasado dos días apiñados en una patera, con los miembros entumecidos y síntomas de hipotermia.
Todos los supervivientes provienen de países de África subsahariana y todos habían pagado alrededor de 600 euros por un pasaje en la patera de la que casi no salieron vivos. Entre las mujeres está Oumou, de 33 años, que viaja sola desde Malí. Atrás ha dejado a un marido maltratador y a dos hijos. “Yo soy víctima de un matrimonio forzado; no podía más”, confesaba. Otra mujer también llamada Aisha, la única madre del grupo, ya daba nada más subirse al Astral el pecho a su hijo, Mohamed, de ocho meses. El niño berreaba y temblaba de frío cuando fue rescatado. Pero más tarde, sin la ropa mojada y en el regazo de su madre, ya parecía sentirse mejor.
En la cubierta del Astral, los varones se protegían del frío con las mantas térmicas. Algunos habían guardado sus teléfonos móviles envueltos en plástico, pero a la hora de desenvolverlos, ya a resguardo en la proa del velero, se encontraron con unos cacharros empapados e inservibles.
Mohamed, camerunés de 25 años, salió de su país hace seis años después de que mataran a uno de sus tíos en el marco de la violencia del conflicto anglófono que vive el oeste del país. “Fui primero a Argelia y de ahí a Marruecos, e intenté entrar en España por la valla de Melilla, pero no lo conseguí. Entonces decidí intentarlo cruzando el mar desde Túnez hacia Italia”, cuenta. A pesar del agotamiento, sonríe abiertamente. “Sé que Europa es un lugar duro para los africanos, pero no puede serlo tanto como el Magreb; los magrebíes son muy racistas”, afirma.
El Astral llegó poco antes de las ocho de la tarde al puerto de Lampedusa después de que el capitán del velero, Savvas Kourepinis, hubiera obtenido autorización para desembarcar en esta isla italiana a todos los migrantes. Aisha, la mujer embarazada, que no dejaba de pedir que la dejaran dormir un rato, ha sido la primera en salir. Se la han llevado directamente al hospital en ambulancia, donde será debidamente examinada. La madre de Mohamed y el bebé fueron los siguientes rescatados. Y luego salieron el resto de adultos. El destino de todos ellos queda ahora en manos de las autoridades y de cómo se les apliquen las leyes antiinmigración en la Italia de Meloni.
Dos de los hombres rescatados se abrazan, ya a salvo, a bordo del ‘Astral’, este lunes. Álvaro García
Este naufragio es uno más de los registrados este último fin de semana, aunque con mejor suerte para los supervivientes. Porque este mismo lunes, las autoridades tunecinas informaban de que han recuperado 31 cadáveres de personas de origen subsahariano, presuntamente migrantes que habían zarpado también con intención de llegar a Europa. Y estos se suman a 17 más que fueron recuperados del mar el sábado en el mismo país. En solo 24 horas, entre el domingo y el lunes por la mañana, Lampedusa ha recibido a 819 migrantes rescatados de 21 embarcaciones a la deriva. Y este mismo lunes se han recuperado 34 supervivientes de otra patera, pero estos han informado de la desaparición de al menos 20 personas más.
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