Si vives en el paseo de la Esperanza, en el barrio de Acacias, y sales de casa, en unos cinco minutos puedes llegar a una decena de gimnasios, centros de fitness, crossfit y yoga, también a una pista pública de baloncesto, a un campo público de fútbol siete, a otro de fútbol 11 y a un skatepark, y si caminas cinco más, a un espacio de remo. Si tu casa está cuatro kilómetros hacia el sur, en la avenida de la Perla, en Usera, a la altura del metro San Fermín-Orcasur, en esos cinco minutos puedes caminar hasta un club de aikido y al centro deportivo municipal. “Por lógica”, dice el epidemiólogo Manuel Franco, “¿dónde es más probable que se haga ejercicio?”. En Acacias, claro. Pero ya no es solo la disponibilidad de lugares para hacer deporte y ya no solo es por lógica: hay datos, sólidos, que demuestran la relación entre esa disponibilidad y el riesgo de tener ciertas patologías.
“Lo que puede parece de cajón, que las instalaciones deportivas importan, en el sentido de que vas a hacer más actividad física y vas a tener menos obesidad, menos diabetes o menos hipertensión, y por tanto mejor salud y menos enfermedades cardiovasculares, hay que estudiarlo y demostrarlo”, dice el experto en Salud Pública, uno de los investigadores de la Universidad de Alcalá que ha cruzado los datos de recursos deportivos y los de prevalencia de diabetes y obesidad en población de 40 a 75 años en la ciudad de Madrid. El resultado, “concluyente”, es que las zonas que tienen menos de esos espacios presentan un 22% más de casos de obesidad y un 38% más de diabetes tipo 2 (la más común) que los barrios que contaban con la disponibilidad más alta de esas instalaciones.
¿La peor parte? “Se la llevan siempre los mismos”, afirma Franco. Por un lado, los barrios con menor nivel socioeconómico, que presentan una prevalencia mayor en obesidad (13%) y en diabetes (17%) que los que, teniendo también baja disponibilidad de instalaciones, tienen mayor nivel socioeconómico. Y por otro, las mujeres, en las que la prevalencia de la diabetes es más del doble (24%) que la de los hombres que viven en áreas con las mismas características (10%).
Datos del 91% de la población madrileña
Las cifras con las que se han manejado para llegar a esta conclusión no son una pequeña muestra, sino las historias clínicas de 1.270.512 personas, el 91% de los madrileños y madrileñas de esa edad. “Son los datos de atención primaria y tener eso es tener acceso a una fuente de información impresionante que te da una fotografía exacta de qué ocurre en la salud de la gente”, explica el epidemiólogo, portavoz también de la Sociedad Española de Salud Pública.
El estudio, Instalaciones deportivas y prevalencia de obesidad y diabetes tipo 2 en la ciudad de Madrid, fue realizado en 2017 en colaboración con investigadores del australiano Royal Melbourne Institute of Technology, de la estadounidense Drexel Dornsife School of Public Health y de la Unidad de Investigación de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid; y ha sido publicado ahora en la revista clínica Diabetologia.
Franco se ríe aparentemente sin motivo al otro lado del teléfono, se está acordando de una broma interna: “El investigador principal del estudio es dentro del grupo ‘el del chándal’”. Un sobrenombre irónico por la “valoración, a veces menor, e inexplicable”, de la ciencia del Deporte y la Actividad Física respecto a otras disciplinas. Ese investigador principal es Luis Cereijo, un canario de 35 años que se graduó en esa rama científica en la Universidad de Alcalá y allí se cruzó con el grupo que tutoriza Franco desde hace años, especializado en el análisis de los determinantes sociales en la salud de la población. “El único responsable de haber afinado tanto el tiro, interrelacionando los determinantes sociales urbanos y las desigualdades desde los espacios deportivos, es él, porque esto es parte de su tesis, y ya está en una revista tan prestigiosa como Diabetologia”, apunta el epidemiólogo.
Circuito de calistenia (ejercicios de gimnasia, potencia y fuerza en la calle), en el Retiro, el 19 de noviembre de 2021.Santi Burgos
Cereijo se unió a ese equipo a mitad de camino del proyecto Heart Healthy Hoods —de esa misma universidad y donde también se integra este estudio—, y con financiación del Consejo Europeo de Investigación. “Ahí descubrí que podía encontrar un campo de estudio que unía la actividad física y deportiva, cómo impacta en la salud y cómo se interrelaciona con las desigualdades sociales”, cuenta al teléfono desde Sevilla, donde ha ido a dar una conferencia sobre este análisis que ha dejado fuera lugares como parques o carriles bici.
¿Por qué? “La actividad física que se practica en las instalaciones deportivas está asociada con un gasto metabólico mayor que otros tipos de actividad física, y se correlaciona con unos mayores beneficios en salud y en la prevención de enfermedades como la obesidad o la diabetes. Además, la presencia de personal cualificado también conduce a unas prácticas de ejercicio físico más beneficiosas ”, explica Cereijo.
El estudio previo del que partían —Acceso y disponibilidad de instalaciones de ejercicio en Madrid: una perspectiva de equidad— ya mostró que los sesgos económicos de los más desfavorecidos apuntaban a menos disponibilidad de estos recursos: “Y nos parecía interesante cómo podía afectar a la prevalencia de enfermedades que tienen relación directa con la práctica de ejercicio”. La diferencia que han encontrado ahora es elevada: “Ese aumento [en las prevalencias] es mucho, son porcentajes bastante altos, sobre todo hablando de un mismo lugar, de barrios de la misma ciudad”.
La pandemia del sedentarismo
Hace años que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya sentó que la diabetes de tipo 2, “en gran medida, se debe al exceso de peso y a la falta de actividad física”. Y Cereijo insiste: “Se sabe sobradamente que la falta de ejercicio físico aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares”. Habla de pandemia, pero no se refiere al coronavirus, sino al sedentarismo.
El número de jóvenes que práctica deporte no ha aumentado desde 2012 y un 80% no sigue las recomendaciones de la OMS para este ámbito. En 2019, según la organización, esta enfermedad causó de forma directa 1,5 millones de muertes en el mundo. En España lo hicieron 11.297 personas en 2020, 721 de ellas en Madrid, según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística. Pero esos son solo los fallecimientos directos por esa patología. A la obesidad se atribuyen más de cuatro millones de muertes anuales y en la Comunidad de Madrid se calcula que alrededor de la mitad de la población tiene sobrepeso.
Para abrir un camino que pueda modificar esos números, Cereijo piensa en las conclusiones del análisis. “Los ayuntamientos tienen que abandonar la política del deporte desde la perspectiva del ocio y el tiempo libre, por ello existen desigualdades de salud y en ello nos va la salud”, afirma, y no solo lo hace en referencia a la ciudad de Madrid, sino a “cualquier otra gran ciudad”, donde “los que tienen menos recursos también hacen menos ejercicio físico”.
La propuesta: aumento de recursos en las zonas más desfavorecidas
El doctorando, junto al resto de investigadores, proponen un aumento de recursos en las áreas más desfavorecidas, “en forma de nuevas instalaciones deportivas gratuitas o con un bajo precio mensual; ya que hay evidencia de que las instalaciones deportivas con precios variables (como pago por sesión) suponen una barrera de acceso para las poblaciones con menor nivel socioeconómico”.
Tampoco vale “de cualquier manera”, advierte. El acercamiento de la actividad física en los barrios y los programas con los que se haga “deben estar desarrollados con perspectiva de género y teniendo en cuenta la cultura deportiva y los gustos de la población, porque cuánto más se parecen los proyectos a la gente que vive donde se ponen marcha, más personas se benefician y se produce mayor adherencia [la capacidad de cumplir con esas rutinas]”.
En Madrid, como en la mayoría de lugares de Occidente y también en los países en vías de desarrollo, el sobrepeso es una ola que no ha hecho más que crecer. Se ha triplicado desde 1975 y afecta ya a más de 1.900 millones de personas. La obesidad, dice Manuel Franco, “es el fracaso del mundo moderno”.
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