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El rompecabezas de la oposición venezolana

El líder opositor venezolano Juan Guaidó habla en rueda de prensa, en Caracas, el pasado 22 de noviembre.

El líder opositor venezolano Juan Guaidó habla en rueda de prensa, en Caracas, el pasado 22 de noviembre.Rayner Peña (EFE)

La oposición venezolana ha dado muestras de descomposición tras las elecciones del domingo. Su fragmentación ha abonado la victoria del chavismo, que ha contado además con el control de las instituciones y la apatía de los votantes. El presidente Nicolás Maduro no ha necesitado de un hiperliderazgo ni una popularidad como la de Hugo Chávez para imponerse. Sus adversarios deben ahora recomponer el tablero si no quieren que se mantenga en el Palacio de Miraflores hasta 2024 o incluso más allá.

En Venezuela se juega siempre a varias bandas. Que los principales partidos de la oposición aceptaran en la mesa de negociación de México presentarse a unos comicios regionales y municipales, después de que el chavismo hiciera un par de concesiones, no era solo una forma de retar a Maduro y demostrar que el chavismo ha menguado hasta convertirse en una opción minoritaria, sino de poner en cuestión el liderazgo de Juan Guaidó, líder a quien decenas de países reconocieron como mandatario interino en 2019 y principal baza de Estados Unidos. Es decir, convocar una especie de primarias de la que salieran nuevos liderazgos que acabaran con su prominencia. Estos opositores consideran que Guaidó no ha logrado el objetivo después de tres años, que no era otro que derrocar a Maduro con el apoyo de una parte de la comunidad internacional.

Guaidó se hizo con ese puesto de presidente en 2019 cuando su partido era el minoritario dentro de una alianza. El cargo, en teoría, era rotatorio. El éxito inicial de la aventura hizo que se quedara en él de manera permanente. Pasado el tiempo, los otros tres partidos que forman parte de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) creen que se ha agotado su tiempo. “El Gobierno interino se ha quedado para manejar activos venezolanos en el exterior y para relaciones diplomáticas, pero su incidencia en el interior del país es muy limitada”, explica Luis Vicente León, analista político.

La MUD trató de aglutinar en esta cita electoral el antichavismo, sin éxito a la vista de los resultados. El partido oficialista del Gobierno tuvo toda la maquinaria del Estado para hacer campaña, fue una pelea desigual. Aunque lo fue aún más por las decisiones que tomaron los adversarios del Gobierno. La MUD representaba a los partidos tradicionales y no quiso establecer alianzas con líderes regionales más consolidados en algunos Estados por considerarlos cercanos al chavismo. A estos se les conoce como alacranes por sus chanchullos con el oficialismo para mantener sus cuotas de poder. La MUD, sin embargo, no calculó bien el poder real de algunos de estos caciques regionales.

La oposición perdió varias regiones en las que claramente eran superiores al chavismo. La MUD prefirió colocar a gente de su entorno que dejar la candidatura en manos de estos otros de los que desconfiaba. Alianza Democrática, la otra fuerza opositora, sí recogió estos liderazgos y obtuvo mejores resultados en esos lugares en concreto, aunque insuficiente. La fragmentación ayudó al partido del Gobierno. “Se destruyó la capacidad de triunfo y tiraron varios estados por la borda por no tejer acuerdos inteligentes”, concluye León.

Llegados a este punto, toca reconfigurar el tablero. La unión de la MUD y Alianza es casi un imposible. El chavismo ha pedido incluir a los segundos en la mesa de negociación de México, lo que puede caldear aún más los ánimos. Y el Gobierno interino de Guaidó, el tercer actor, no ha apoyado directamente estas elecciones. No ha legitimado esa vía. El Departamento de Estado emitió un comunicado al día siguiente en el que mostraba su desconfianza en el proceso. Era una muestra clara de apoyo a su apuesta en Venezuela, este joven abogado que solo tenía 35 años cuando se dio a conocer al mundo. Mientras Estados Unidos esté detrás, él seguirá siendo un líder claro de la oposición. Ese respaldo no solo hay que leerlo en clave interna. Difícilmente, sin otra cabeza visible que destaque, el presidente Joe Biden le dará la espalda a Guaidó, muy popular entre la comunidad latina de Florida.

La oposición utilizará los dos primeros trimestres del próximo año para recomponerse. Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas, intuye que quedará dividida en dos, básicamente. Un ala más radical que no va a asociarse con los que ellos consideran alacranes y que intentará actyar antes de 2024, la fecha de las próximas elecciones presidenciales. Este bando no confía en el camino electoral como forma de desalojar al chavismo del poder. Cree que en ningún caso Maduro se prestará a unos comicios con todas las garantías y aceptará una derrota. Confían en la investigación de la Corte Penal Internacional contra Maduro por crímenes de lesa humanidad y las detenciones de Alex Saab y el Pollo Carvajal, dos operadores del chavismo, para desestabilizar al régimen. De este lado se cuenta a Leopoldo López, Maria Corina Machado o el propio Guaidó.

En el otro, una facción más moderada que se entenderá a veces con estas fuerzas difusas y que negociará con el Gobierno, dispuestas a tener paciencia y esperar hasta 2024. Se encomiendan a esa fecha para asaltar el poder a través de las urnas. Los líderes más destacados de los moderados son Stalin González y Henrique Capriles. El suyo es un problema de popularidad. Guaidó ha insinuado en ocasiones que estaría dispuesto a competir en unas primarias por el liderazgo de la oposición. Según una encuesta de Consultores 21 que manejan los partidos pero que han visto todos los partidos, Guaidó continúa siendo el político más valorado entre los antichavistas.

¿Sin la unión de estas dos fuerzas opositoras se puede derrotar a Maduro? “Depende del liderazgo que logre posicionarse y cómo. La baja participación (41,8%) tiene que ver con la diáspora, se han ido millones de compatriotas, pero también es un voto de castigo a la oposición. No ha sido coherente”, explica Alarcón. Ni siquiera ha habido unidad a la hora de pedir el voto. Los que lo hicieron llevaban tres años pidiendo a la gente que no votaran. Ahora les decían que era lo mejor. Muchos venezolanos, confundidos, optaron el domingo por irse a jugar beisbol o matar el día en el tranco de su puerta.

A falta de esa unidad o ese liderazgo que sea capaz de articular todo el descontento con el chavismo, Maduro continúa en el cargo apoyado por los militares y una minoría de venezolanos leales. La desunión de sus adversarios le apuntala en el poder.

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