Anatoly Chubais, el arquitecto de las reformas económicas postsoviéticas de Rusia, renunció a su puesto como enviado especial del Kremlin y abandonó el país, según dijo una fuente a Reuters, en la protesta de más alto perfil de una figura rusa contra la invasión de Ucrania.
Chubais, que en su día fue jefe de gabinete del expresidente Boris Yeltsin, dejó su puesto como representante especial de Vladimir Putin ante las organizaciones internacionales, afirmó a Reuters una fuente conocedora de la situación.
Fue nombrado para el puesto, encargado de “alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible”, en 2020, días después de dimitir como director de la empresa estatal de tecnología Rusnano, que dirigía desde 2008.
La fuente no precisó los motivos por los que decidió abandonar el país. Al ser buscado por un periodista de Reuters, Chubais colgó el teléfono.
Muchos rusos culpan a Chubais de haber permitido que un pequeño grupo de magnates se enriqueciera en las privatizaciones de los años 90 mientras millones de rusos quedaban sumidos en la pobreza en medio del colapso económico y la crisis.
En los últimos años ha seguido reclamando reformas económicas y ha sido uno de los liberales más destacados asociados al gobierno ruso.
En 2010 advirtió que el ascenso del fascismo era la mayor amenaza para Rusia y que podría destrozar el país.
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La guerra
Después de cuatro semanas de una guerra que ha expulsado de sus hogares a una cuarta parte de los 44 millones de ucranianos, Rusia no ha logrado capturar ni una sola ciudad importante, mientras que las sanciones occidentales la han condenado al ostracismo de la economía mundial.
Tras fracasar en lo que, según los países occidentales, era un intento de tomar Kiev y deponer al gobierno, las fuerzas rusas han sufrido grandes pérdidas, han quedado estancadas durante al menos una semana en la mayoría de los frentes y se enfrentan a problemas de suministro y a una feroz resistencia.
En este contexto, están recurriendo a tácticas de asedio y bombardeo de ciudades, causando una destrucción masiva y muchas muertes de civiles. Moscú afirma que su objetivo es desarmar a su vecino y que su “operación militar especial” se desarrolla según lo previsto. Niega estar atacando a los civiles.
La más afectada ha sido Mariúpol, un puerto sureño completamente rodeado por las fuerzas rusas, donde cientos de miles de personas se han refugiado desde los primeros días de la guerra, bajo un bombardeo constante y con los suministros de alimentos, agua y calefacción cortados.
Nuevas fotografías por satélite de la empresa comercial Maxar, publicadas esta noche, mostraron la destrucción masiva de lo que fue una ciudad de 400.000 habitantes, con columnas de humo que se elevan desde los edificios de departamentos residenciales en llamas.
Los periodistas no han podido informar desde el interior de las partes de la ciudad controladas por los ucranianos desde hace más de una semana, tiempo durante el cual, según las autoridades locales, Rusia ha bombardeado un teatro y una escuela de arte usados como refugios antiaéreos, enterrando a cientos de personas vivas. Rusia niega haber atacado esos edificios.
Biden, que llegará a Bruselas el miércoles por la noche, se reunirá con los líderes de la OTAN y de Europa en una cumbre de emergencia en el cuartel general de la alianza militar occidental. Se espera que los líderes desplieguen sanciones adicionales contra Rusia el jueves. Las fuentes dijeron que el paquete estadounidense incluirá medidas dirigidas a los miembros del parlamento ruso.
Biden también visitará Polonia, que ha acogido a la mayor parte de los más de 3,6 millones de refugiados que han huido de Ucrania y ha sido la principal vía de suministro de armas de Occidente a Ucrania.
En una señal del mayor aislamiento de Moscú, Polonia anunció la expulsión de 45 diplomáticos rusos acusados de ser espías encubiertos o “asociados” a ellos. Otros países del este de Europa han anunciado medidas similares en los últimos días, aunque no a tan gran escala. Rusia ha rechazado todas las acusaciones.
Foto: Reuters
“NO TENGO DÓNDE IR”
Para los ucranianos, la vida continúa bajo el incesante bombardeo. En la localidad oriental de Járkov, una clínica de maternidad trasladó a los pacientes al sótano por seguridad.
Entre lágrimas, Yana acunaba a su bebé en una habitación con camas alineadas en las paredes. Su casa había sido bombardeada. “No tengo dónde ir”, afirmó.
Lejos de allí, en Mykolaiv, un puerto del sur que las fuerzas rusas intentaron asaltar sin éxito durante los últimos 10 días, Tamara Kravchuk, de 37 años, yacía feliz con su bebé de pocos minutos sobre el pecho.
Había estado asustada, sobre todo cuando las explosiones estallaron a sólo 500 metros del hospital, comentó. Pero su bebé Katya disipaba ahora sus temores.
“Creo que la guerra terminará y viviremos como antes, nuestra vida volverá a ser tranquila”, dijo. “Espero que nuestros hijos no vean todas estas locuras y que todo vaya bien”.
(Reuters)
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