Jean-Pierre Jeunet no parece cansado de hablar de Amélie. Lo lleva haciendo desde que la película francesa irrumpiera en 2001 arrasando en taquilla, que el corte de pelo de su protagonista, una joven Audrey Tautou, fuera copiado hasta la saciedad, su cartel colgado en miles de habitaciones y su música se escuchara hasta en el rincón más recóndito. Este año, con motivo del 20 aniversario del filme, ha tenido de nuevo que emplearse a fondo sin olvidarse de Delicatessen, que codirigió con Marc Caro y cumple 30 años. “Estas dos películas están en primera fila. Hay tantas películas como moléculas de agua en las cataratas del Niágara, pero teniendo estas dos puedo decir que he dejado huella en el cine”, afirmaba Jeunet, de 68 años, horas antes de recibir este viernes la Palmera d’Honor de la Mostra de Valencia. Cinema del Mediterrani, que se clausura el domingo.
El festival valenciano, como el de Cannes con anterioridad, que en su momento rechazó la película en su sección oficial, también ha recordado el aniversario de Amélie, una película que sigue siendo objeto de tesis universitarias. ¿Cuál fue el secreto de su éxito? “Una cosa que llega al alma de todo el mundo es que sea un personaje tan generoso, que realice actos de generosidad sin pedir nada a cambio. Amélie habla de cosas positivas, de pequeños placeres de la vida, como meter la mano en un saco de semillas. Y contiene muchas anécdotas divertidas, como ese enano de jardín que se pasea por todo el mundo. También hay cosas extrañas, como cuando vemos el corazón que late, está también el descubrimiento de Audrey, que la música [de Yann Tiersen] es extraordinaria y una visión muy romántica de París. Es una mezcla de muchas cosas distintas”.
La película fue un éxito rotundo con más de 35 millones de espectadores, marcó tendencias, creó un estilo entre naíf y luminoso, con una estética de dibujos animados, de colores saturados. Es una de las películas francesas más influyentes del siglo XXI, según algunas publicaciones. Pero también ha sido denostada por cursi, buenista o escapista, unas críticas que se han acentuado con el paso del tiempo desde sectores feministas, por ejemplo. Sostienen que la protagonista perpetúa el papel de la mujer tradicional en busca del hombre ideal, de la pareja masculina que solucione todos sus problemas, entre otras cuestiones. Un crítico incidió en que en el París de Amélie no aparecen personajes negros o árabes, blanqueando la imagen de la ciudad.
“El largometraje habla de cosas positivas. Hay un montón de películas violentas que tratan de la violencia y las cosas negativas, hay muchas más. Hacer algo que siente bien a la gente, que sea agradable, sin llegar a que sea algo muy calculado, sino bastante espontáneo, es bastante difícil. Y en aquella época aún no existía el llamado feel good movie”, explica. Se refiere el director de Largo domingo de verano o Alien Resurrección al subgénero de la industria del cine que engloba películas para “hacer sentir bien al público”, entre las que se suelen incluir Love Actually, La La Land o Intocable, que le arrebató a Amélie el título de película francesa más taquillera de la historia.
“Aún no he empezado mi deconstrucción”, bromea Jeunet sobre las carencias atribuidas a Amélie. “Alguien de la producción se dedicó a contar las críticas publicadas y encontró 450 positivas y cinco negativas. Hay una persona, un crítico, que siempre me critica. Un día me levanté sudando por la mañana porque había tenido una crítica positiva de él. Y efectivamente, en la película también hay personajes árabes en la tienda de alimentación o en el andén, a la protagonista se le acerca una lesbiana…”.
A Jeunet no le gusta la realidad como creador: “Me siento más bien como un pintor que quiere mostrar el mundo a su manera, como los cuadros de Turner, se ven cosas distintas a como se ven en la realidad. Me gusta mucho el cine de animación, los cineastas que transforman el mundo, como Tim Burton o Jacques Tati. Filmar la realidad me parece tan poco interesante como hacer una fotocopia. Para eso mejor filmar documentales, como me decía Marc Caro. Como espectador sí me gusta el cine realista, por ejemplo, de Mike Leigh, pero como fabricante de películas, no”.
Tampoco le gusta ver tanta polémica en todo, en los noticiarios, en las cadenas de televisión, en las películas, todo es tildado de polémico. “Si alguien me viera apoyado así con la cabeza baja, podría decir que es un desprecio al cine español. En fin”, apostilla. No puede hablar de la polémica en Francia sobre la película BAC Nord: Brigada de Investigación Criminal, elogiada por su lenguaje cinematográfico y descalificada por su supuesta ideología de extrema derecha, porque no la ha visto. Como tampoco ha visto Titane, de Julia Ducournau, la rompedora cinta francesa que conmocionó y ganó el último festival de Cannes. “Vi la anterior y me bastó”, comenta con un gesto de rechazo, en referencia al largometraje Crudo.
El director está ahora a la espera de ver cómo funciona su último largometraje, producido por Netflix, Bigbug. Hay en él “inteligencia artificial, robots, futuro, también política. Solo puedo decir que a los que les gusta mi cine les va a encantar, y a los que lo odian les va a encantar odiarlo”, afirma.
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