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El secreto que guarda el “cementerio del fin del mundo”

El secreto que guarda el “cementerio del fin del mundo”

PUNTA ARENAS, Chile – Considerado uno de los camposantos más bellos de toda Sudamérica, el cementerio de Punta Arenas -“el cementerio del fin del mundo”- guarda tras sus elegantes mausoleos una controvertida “historia negra” de olvidos y recuerdos de otros tiempos que ha llevado a numerosos expertos a insistir en la necesidad de una revisión histórica.

Y es que a la ausencia de tumbas y lápidas con nombres de hombres y mujeres de los pueblos originarios que durante siglos habitaron la región más austral del planeta se contraponen los lujosos panteones de las familias que colonizaron esas tierras, cambiaron su economía y costumbres y según diversos historiadores facilitaron -e incluso habrían participado- diezmaron a los pueblos indígenas y cometieron genocidio en caso de los “Selknam”.

“Los pueblos originarios fueron diezmados por varias razones: malos tratos, violencia, enfermedad y en el caso de los Selknam, está documentado que lo que ocurrió fue un genocidio”, explica a EFE el historiador José Luis Alonso.

EL CEMENTERIO SE UBICA EN PUNTA ARENAS, EN EL EXTREMO SUR DE CHILE

“Persecuciones, robo de niños, traslados forzosos de población, cambio de nombres, prohibición de hablar su propia lengua… todos los supuestos del concepto genocidio se cumplen en el caso de los Selknam”, asegura en referencia a uno de esos periodos negros de la historia que se prolongó desde 1875 a 1901.

Entre los señalados por Alonso y otros historiadores destaca José Menéndez, un latifundista español que hizo fortuna a finales del siglo XIX con el negocio ovino en Tierra del Fuego.

Su rastro no es solo visible en el cementerio de Punta Arenas: también en la plaza de Armas, donde todavía se levanta orgulloso como uno de los edificios más bellos de la ciudad el palacio que mandó construir.

O donde existe un pedestal pintarrajeado sin figura que desentona entre la cuidada vegetación y en el que destaca un escudo de la dictadura española, algo que atenta contra la nueva ley de historia democrática.

Además de Menéndez, los historiadores apuntan a familias como Braun, Nogueira, Montes o Blanchard, todas ellas compuestas por emigrantes europeos que llegaron a la Tierra del Fuego con pocos recursos, y se convirtieron en grandes latifundistas ejerciendo como comerciantes para los capitales británicos.

Esos comerciantes se aprovecharon de la bonanza del negocio ovino de su época, a finales del siglo XIX, con la ayuda de empresarios británicos que presionaron a los gobiernos argentino y chileno para extender los latifundios de esas familias; los indígenas eran un “estorbo para su negocio”, dice José Luis Alonso.

Tanto el estado argentino como el chileno reconocen oficialmente que entre 1875 y 1901 los colonos europeos hicieron un genocidio con el pueblo Selknam.

Los delincuentes estaban fuertemente armados.

El cementerio de Punta Arenas lleva el nombre de uno de los cinco grandes propietarios de las ganaderías de ovino, Sara Braun; nada más entrar en el recinto, es fácil encontrar los mausoleos de los fundadores de las mayores ganaderías de la Tierra del Fuego.

Son panteones ornados de cuidadas esculturas, detalles de piedra tallada y mensajes de memoria hacia las personas enterradas.

También está enterrado en Punta Arenas, en un mausoleo más discreto, Alexander Mac Lennan, “hombre de confianza” de José Menéndez -según califica Alonso-, el hombre que actuaba “como sicario” para hacer el “trabajo sucio” de eliminar los indígenas que se resistían a su ganadería.

En el resto de las casi 10,000 lápidas del recinto, solo se leen apellidos europeos o chilenos, ni rastro de nombres de pueblos originarios.

“La mayoría de las personas enterradas son chilenos netos, descendientes de los norteños que poblaron Magallanes”, describe a EFE un trabajador del cementerio, Eddie Chaura Chacón.

Alonso matiza que, casi con total seguridad, entre las personas enterradas haya descendientes de pueblos originarios, pero que cambiaron de apellidos para evitar la discriminación que suponía ser identificado como indígena.

Entre apellidos españoles, croatas o portugueses, una figura de bronce de un indígena sorprende en un rincón del cementerio de Punta Arenas; es el denominado “Indio Desconocido”, una persona del pueblo originario Kawésqar que encontraron a principios del siglo XX, enfermo en una isla, y fue enterrado en el cementerio cuando murió.

Con el tiempo, el Indio Desconocido constituyó un símbolo de buena suerte para la población de Punta Arenas, a quien se le piden todo tipo de deseos para que se hagan realidad.

“De una u otra manera, representa a todos los nativos vivieron en la Patagonia”, remarca Eddie Chaura Chacón.

Cada año, el Indio Desconocido se llena de velas y regalos el Día de Todos los Santos, mientras que los mausoleos de los ganaderos, aunque visitados, no destacan por las ofrendas, dice José Luis Alonso.

Para el historiador, en Punta Arenas existen dos memorias paralelas, la oficial, que honra los apellidos de los latifundistas en calles, plazas y edificios oficiales, y la “popular”, que rechaza los responsables de la merma de las culturas indígenas y repudia la violencia ejercida por los colonos.

Alonso remarca que el Indio Desconocido es uno de los ejemplos de la memoria popular, como lo es también el pedestal de José Menéndez en la Plaza de Armas de Punta Arenas: la figura del español fue arrojada en 2019 a los pies de la estatua de un selknam que hay en el centro de la plaza, y no se ha vuelto a reponer.


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